Carme Portaceli, directora artística del Teatro Español, y la actriz y directora teatral Blanca Portillo, han presentado este jueves la nueva y más ambiciosa producción de la temporada 17/18: El ángel exterminador. Bajo la dirección de Blanca Portillo y con la adaptación al teatro por el dramaturgo y actor Fernando Sansegundo, el filme que Luis Buñuel realizó tras Viridiana cobra una nueva vida. La obra,s e estrena el día 18 de enero.
Mientras Portillo se centrará en el alegato del encierro contemporáneo en esta versión de Buñuel, Helena Pimenta, la directora de la Compañía Nacional de Teatro CLásico, vuelve a dirigir la versión de El perro del Hortelano, de Lope de Vega, a cargo de Álvaro Tato. La comedia se estrenará el próximo 13 de enero. En menos de 500 metros son visiones de dos directoras a quienes las caracteriza un lenguaje e impronta muy propia.
Buñuel y el encierro voluntario
La película El ángel exterminador fue escrita y dirigida por Luis Buñuel. Se rodó en 1962, en México. El argumento es sencillo y directo. Un grupo de burgueses es invitado a una cena en la mansión de los Nóbile después de asistir a la ópera. Los sirvientes y cocineros han abandonado la casa, desprovista del tren servicio, que se ha marchado completo tras una imperiosa necesidad de salir. Al terminar la cena, los invitados se dan cuenta de que no son capaces de abandonar la habitación. Nada se los impide. Y sin embargo permanecen en ella durante días. El fin de los alimentos, la bebida y el alargamiento del cautiverio hacen desaparecer la etiqueta, las buenas costumbres y la cordialidad hasta que comienzan a comportarse como salvajes.
En palabras de Blanca Portillo, El ángel exterminador es una obra fundamental a la que resulta necesario revisitar, entre otras cosas, porque en ella hay una alegoría del encierro voluntario. El encierro individual, familiar, de un país o de un continente. "Antes la gente salía de Europa, ahora Europa se cierra y no permite a nadie entrar. Nos creemos más protegidos, pero estamos más en peligro que nunca", comentó la actriz y directora de escena en la rueda de prensa de presentación del montaje este jueves en Madrid.
Es una necesidad revisitar esta película. "Volver a mirarla con ojos nuevos, con los ojos de hoy, acercarnos a su misterio, al hechizo que produce esa imposibilidad de salir de un recinto que en todo momento permanece abierto, volver a mirar a esos personajes (espejos deformantes) y preguntarles qué nos quieren contar. Las herramientas del teatro nos permiten preguntarnos en qué medida los sucesos de la película nos afectan en el aquí y ahora de nuestro tiempo”.
Portillo ha contado con un nutrido elenco de 20 actores: Hugo Alcaide, Juan Calot, Inma Cuevas, Abdelatif Hwidar, Ramón Ibarra, Alberto Jiménez, Juanma Lara, Víctor Massán, Anabel Maurín, Manuel Moya, Dani Muriel, Alfredo Noval, Alex O'Dogherty, Francesca Piñon, Cristina Plazas, Camilo Rodríguez, Irene Rouco, Mar Sodupe, Mª Alfonsa Rosso, Raquel Varela. Portillo, premio Nacional de Teatro 2012 y quien ya ha levantado polémica, entre otras propuestas por su adaptación de Don Juan Tenorio, ha asumido que este proyecto ha sido un encargo de Carmen Portalecci.
Reposición del Perro del Hortelano
Tras su éxito de público, la Compañía Nacional de Teatro Clásico abre el año con una reposición de El perro del Hortelano, de Lope de Vega, una versión adaptada por Álvaro Tato y dirigida por Helena Pimenta. La obra, presentada este jueves, se estrenará el 13 de febrero. Uno de los elementos esenciales de este montaje, radica en el que hecho de que Pimenta y Tato colocan el acento no en el amor, sino en el libre albedrío como motor de la obra.
En esta versión Marta Poveda vuelve a interpretar a Diana, la Condesa de Belflor que se enamora de un hombre humilde, su secretario Teodoro, a la vez que rechaza a dos poderosos pretendientes. Afiebrada por los celos que desatan el amor entre Teodoro y Marcela, una dama de su corte, la condesa despilfarra un humor cambiante, se entrega a los goces, sube y baja en devaneos que parecen –más que humores melancólicos- expresiones de la lucha de quienes defienden el derecho a ser ellos mismos, en este caso su derecho a no casarse con quien no desea.
Lope escribió El perro del Hortelano entre 1613 y 1615, aquellos años en los que escarmentado por la muerte de su esposa Juana de Guardo y de su hijo Carlos Félix, y consciente de su propensión natural al amor, decidió –santo remedio a la pasión que dilapidaría su hacienda con tantos hijos- ordenarse sacerdote. Así pues, Lope asume los hábitos, pero la castidad y el celibato duraron poco y los votos fueron a dar al traste en el escarceo que sostuvo con Marta de Nevares –María Leonarda o Amaris en sus versos-. Sin duda, mucho hay del Fénix de los Ingenios en los distintos personajes de esta comedia en la que amor y deseo actúan como extremos de una misma lanza.
Diana, la condesa de Belfort, vive una paradoja. La pretende un marqués y un conde pero ella se rehúsa a casarse. Negarse al trámite pone en riesgo su posición política en Nápoles, en aquel entonces dominado por España. Al igual que el duque de Ferrara en El castigo sin venganza (1631), la duquesa de Belfort recibe un aviso acerca de la forma en que su conducta hará tambalear su poder; con un agravante, la dualidad de Diana se acerca más a la de Cassandra, porque ella, siendo mujer, se convierte en el centro de todas las flechas. En la punta de cada una de ellas está colocada la ponzoña del patriarcado y del tiempo. La comedia será el género elegido por Lope para ilustrar semejante dilema. Porque aquí hasta el nombre de Diana refuerza la paradoja: ninfa y cazadora; pura y devastadora.
Lope consigue concentrar todavía más la ambivalencia, puede incluso que la suya. El perro, encargado de cuidar el huerto de su amo, ni come los frutos de esa tierra pero tampoco deja comer a los demás. Y ahí de donde surge la analogía se reafirma la paradoja, no sin ahorrar en picaresca -los estudiosos de la obra apuntan la sinonimia entre comer y el gozo sexual y amatorio-. Y aunque la metáfora se aplica a Diana –ni se decide ni hace- algunos han incluso identificado la actitud del perro del Hortelano en Teodoro: acobardado caballero, que se mueve entre el deseo de ascender socialmente y la humillación continua que su posición entraña.
Acaso por la ideología que vivifica la conducta de la duquesa de Belfort, Diana sólo consigue salvar su dilema –amar a un hombre de una clase inferior- con el engaño, el enredo y la mentira. Ante la dictadura del decoro social, se pone en marcha una cadena de reveses que retratan la única forma en la que la duquesa de Belfort puede anteponer el deseo a su jerarquía. De aquí que la propia Helena Pimenta señale la naturaleza de una obra que podría definirse cual oxímoron y cuya ambigüedad la hace tremendamente contemporánea.
Para ilustrar la dualidad Lope además recurre al soneto, acaso porque como la interrogación, éste favorece la revelación de la verdad. O al menos su complicada y siempre contradictoria sustancia: se puede ser dos cosas al mismo tiempo, o ansiar dos cosas al mismo tiempo. En El nuevo arte de hacer comedias, Lope asegura que "el soneto está bien en los que aguardan", es decir, aquellos que esperan tensos un desenlace. El soneto, según Lope, es perfecto para quejas, ironía y dubitaciones. Reinan esta obra los catorce versos, acaso para enunciar la escisión; el estar dividido en muchos trozos. ¿Acaso usted, lector, no se ha encontrado detenido en ese filo del que desea dos cosas a la vez sin obtener ninguna? Lo dicho, a veces, en lugar de hablar en verso… los clásicos hablan a gritos.