“Escribir un libro es tentar la suerte". Tiene razón Manuel Vilas, que viene de cosechar un éxito editorial y literario rotundo con Ordesa (Alfaguara) y vuelve ahora con Alegría, la novela con la que quedó como finalista en el Premio Planeta 2019 y que se publica junto Terra alta, de Javier Cercas, el libro que se ha llevado el galardón literario este año, y sobre el que conversa en una entrevista con Vozpopuli.
La conversación con el autor aragonés ocurre tras su regreso de París, donde recogió el prestigioso premio Femina de novela extranjera, concedido en Francia, gracias a su libro Ordesa. En la que se publica ahora, Alegría, Vilas narra la vida de un hombre de mediana edad atormentado por sus propios demonios (la depresión, el paso de los años o la muerte de sus seres queridos) y que se abre paso al sentimiento que da título al libro, a través de una exploración que incluye el viaje. La familia y los afectos componen el territorio de reflexión.
Con esta novela, Manuel Vilas (Barbastro, 1962) ilumina una carrera literaria que tuvo en un comienzo libros algo más oscuros, como España (DVD, 2008), pasando por los versos de El Hundimiento (2015) o los relatos de 700 millones de rinocerontes (2014) hasta El regalo luminoso, Aire nuestro o Los inmortales. Incluida América o inlcuso Ordesa, hasta Alegría no había poema ni frase suya que no delatara demolición.
La obra de Vilas es el resultado de quien lleva años triturando sus huesos a dentelladas. Y ha sido justo la estructura del viaje la que desde América (Círculo de tiza) marca su tempo narrativo, y que aparece de forma manifiesta también en este libro. Alegría tiene un hilo conductor: el viaje. Atraviesa hoteles, ciudades; el narrador viaja a su pasado y sale de él. Es el trasunto que ha empleado Vilas para echar mano de la autoficción.
Los viajes, el tránsito
“La novela se sostiene sobre la idea de la persona en tránsito, alguien que está en movimiento y que, por tanto, tiene una identidad difusa. Alguien que se mueve no se refleja en un espejo. Cambia de identidad, que queda suspendida. Su pasado y sus problemas vitales están en suspensión. Cuando se queda quieto, que ocurre al final de novela, ocurre aquello que puede hacer posible la alegría”, asegura el aragonés.
Desde España hasta América y Ordesa, la literatura de Vilas atestigua una reescritura personal en la que la relación humana –entre padres e hijos, entre familias- preside cualquier hallazgo. “La novela se desarrolla en la historia de un hombre que descubre la alegría como un sentimiento superior a la felicidad. La alegría contrarresta urgencia social por sentirse feliz, porque hoy si no eres feliz has fracasado”.
Tal y como explica Vilas, el narrador tiene un antagonista, Arnold Schönberg, que representa el ruido en un mundo presidido por la melodía. “Quise utilizarlo como un recordatorio de la muerte y el dolor. El narrador lucha contra Arnold Schönberg. Y para hacerlo invoca a sus padres y sus hijos, a su pareja y con eso intenta paliar la fuerza de Arnold, que es el abatimiento y la depresión”.
Alegría tiene un hilo conductor emocional: los viajes del narrador. Solo, con Mo, su pareja,
o con su hijo Valdi. Viajes por todo el mundo, hoteles de todo el mundo en los que el escritor no
encuentra su lugar. Barcelona, Chicago, Iowa, Zurich, Oporto, Nueva Orleans, y vuelta a Madrid.
Ciudades que pasan por la retina de Vilas y le sirven de ancla para reflexionar sobre su pasado, su
presente y sus demonios.
La pobreza y sus críticas al capitalismo reaparecen en esta bitácora personal y literaria. “Es que no me lo puedo quitar. Lo llevo de serie. Tiene que ver con haber nacido de una clase media baja, la incertidumbre, el miedo, la miseria, que vi cuando era crío. Siempre he tenido miedo a la miseria. Es como un ancestro”.