Durante la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Barcelona una estrella brilló más que el resto. Meg Ryan, antaño reina de la comedia romántica con títulos como Cuando Harry encontró a Sally (1989) o Tienes un e-mail (1998), recogió el premio honorífico que le entregó el certamen en reconocimiento a su trayectoria y en este contexto presentó también su primera película en ocho años y su segundo proyecto como directora. Lo que sucede después es el título de esta comedia romántica que llega este viernes a los cines españoles.
Esta película está basada en la obra teatral Shooting star, de Steven Dietz, quien también colabora en el guion junto a la propia Meg Ryan y Kirk Lynn. En ella, Willa y Bill, dos antiguos amantes con un mismo apellido, que compartieron una relación intensa y profunda cuando eran muy jóvenes, se encuentran más de veinte años después en el aeropuerto, donde esperan la salida de vuelos diferentes.
La conversación que pensaban que iba a durar solo unos minutos se convierte en el recuerdo del tiempo que compartieron, de sus sueños, sus frustraciones, de lo que les separó y los motivos reales por los que continuaron caminos diferentes alejados el uno del otro. Una tormenta de nieve hace parar el tiempo y les otorga una nueva oportunidad para recuperar el tiempo perdido con un no-lugar como escenario, donde el anonimato les permite despojarse del lastre del pasado y encontrar en el presente una identidad real y sincera a la que aferrarse, con los miedos y los riesgos que eso supone.
Meg Ryan es consciente del lugar secundario que ocupa en una industria audiovisual tan ávida de nuevos rostros y por hacer caja con los rostros más jóvenes, tal y como señaló a varios medios durante su visita al festival barcelonés. Sin embargo, es consciente del magnetismo que desprende en un género, la comedia romántica, que supo hacer suyo y que no parece haber encontrado una heredera a su misma altura. Y con la misma percepción del lugar que ocupa en el panorama cinematográfico interpreta a una mujer madura que no tiene las cosas fáciles ni en el terreno laboral ni tampoco en el afectivo, al menos no como en el pasado.
"¿Eres feliz?", pregunta Meg Ryan a David Duchovny. "Por supuesto que no", responde él en un primer momento
Seamos sinceros: esta no es una buena película en absoluto. Los personajes que interpretan Meg Ryan y David Duchovny tardan en encontrar la química, se pierden en conversaciones a veces farragosas que aportan pocas pistas sobre sus vidas y uno tiene que aguantar la verborrea soporífera de la primera parte hasta que sucede algo, similar al sentido del propio título de la película. Después, uno puede entrar o no en la propuesta de realismo mágico, pero lo cierto es que, para esta redactora de Vozpópuli, mejora y ofrece algún momento que invita a la reflexión. Porque la comedia romántica, paradójicamente, es uno de los géneros que más se agarran a la realidad.
Meg Ryan y la felicidad
Como muchas otras películas, en esta ocasión se plantea una cuestión difícil de responder. "¿Eres feliz?", pregunta Meg Ryan a David Duchovny. "Por supuesto que no", responde él en un primer momento, para más tarde reconocer que, en realidad, no ha hecho realidad sus deseos de juventud y que lo que le convierte en alguien al menos satisfecho no tiene nada que ver con lo que buscaba su yo vanidoso del pasado, más pendiente de fabricar una imagen más o menos atractiva de sí mismo que realmente de disfrutar.
¿En qué consiste cumplir años? Probablemente, en odiar todas las versiones suaves y monótonas de clásicos como Pearl Jam o Sheryl Crow que suenan en los altavoces de lugares públicos o en las llamadas en espera ¿Y madurar? En tener siempre algo perspicaz que decir sobre cualquier cosa y, sin embargo, que nadie alrededor quiera oírlo. Después de un baile con la canción Pure de The Lightning Seeds, de varias confesiones, acusaciones y algunos abrazos tiernos para materializar la reconciliación, así como puñados de magia que pueden resultar cursis hasta el empacho, seguimos un poco aburridos, pero al menos uno sale de la sala de cine con una tarea, con algo en lo que pensar.