Pocos finales en el cine de los últimos años provocan un eco en el alma y en la cabeza tan ensordecedor como el de la película El porvenir (L'avenir, 2016), uno de los mejores trabajos dela directora francesa Mia Hansen-Love. En ella, la cámara recoge la imagen de una Nochebuena en una familia y se aleja poco a poco por el pasillo de la casa mientras suena la versión a capella del Unchanined Melody que grabaron a finales de los 50 las voces cristalinas de los Fleetwoods.
La misma reverberación que causa el desconcierto y el peso de la vida con el que carga su protagonista, una profesora de filosofía de mediana edad a quien da vida Isabelle Huppert, quien se enfrenta a una nueva vida tras el divorcio de su marido, es la que logra en su nueva película, Una bonita mañana, una cinta más agridulce pero también esperanzadora que se estrena este viernes en los cines tras haber participado en la Quincena de Realizadores en la pasada edición del Festival de Cannes.
En ella, la actriz Léa Seydoux interpreta a Sandra, una joven viuda y madre de una niña de ocho años que lidia con la enfermedad neurodegenerativa de su padre, para quien busca una residencia donde pueda vivir con dignidad y cuidados, al tiempo que empieza una relación sentimental repentina y compleja con un antiguo amigo, casado y padre de un niño.
En sus películas, los dramas flotan y conviven con cualquier otro momento trivial y cotidiano, como un paseo, un café o una clase infantil de esgrima
El cine de Mia Hansen-Love (París, 1981) está poblado de mujeres supervivientes pero sus gestas no se desarrollan con la épica que se le supone a las grandes historias que dejan huella, ya sea por el calado de sus actos o por los cadáveres que quedan por el camino. Sin embargo, sus protagonistas logran conmover y esquivan todas las etiquetas posibles, porque consigue aquello que solo logran los grandes retratistas, que no es más que evocar y reproducir lo que pasa ante los ojos de los espectadores. El cine de esta directora francesa es exactamente lo que uno ya conoce, la vida que vive o que le cuentan.
La realizadora francesa, una de las voces más importantes del cine de autor europeo, lo consigue sin esfuerzo aparente, o más bien esa es la sensación que deja en el espectador: la de una enorme ligereza tanto en los personajes que perfila como los asuntos con los que lidian en la vida, una especie de trampantojo que en realidad esconde algunos de los dramas más profundos. En sus películas, sin embargo, flotan y conviven con cualquier otro momento trivial y cotidiano, como un paseo, un café o una clase infantil de esgrima.
Mia Hansen-Love y la dignidad del mayor
Deudora del cine de Ingmar Bergman o Éric Rohmer, Mia Hansen-Love ha reconocido en multitud de entrevistas que sus películas tienen una gran carga autobiográfica. En esta ocasión, ha pesado el fallecimiento de su padre durante la pandemia, que le ha servido para reflexionar en esta película sobre los cuidados, sobre el lugar que ocupan en la sociedad quienes ya no son productivos, el espacio físico en el que habitan las ausencias -las que se han producido y las que lo hacen lentamente- y en cómo el deterioro cognitivo marca el paso del tiempo.
Su padre, un profesor universitario, padece el síndrome de Benson, una variante del Alzheimer que lo convierte en un gran dependiente. Ha olvidado a su autor favorito -Thomas Mann-, tiene alucinaciones, está desorientado y poco a poco olvida a sus seres queridos. "¿Cómo es morir de esta enfermedad?", le pregunta Sandra a un médico. En el tiempo que dura la inevitable desaparición, ella trata de darle dignidad y se aferra a su memoria, fatigada y débil. Además, y como un mecanismo de rescate, trata de encontrar también un hogar para sus libros, porque cada uno de ellos es una "pincelada de su retrato".
El fallecimiento de su padre durante la pandemia le ha servido para reflexionar sobre los cuidados y sobre el lugar que ocupan en la sociedad quienes ya no son productivos
Al tiempo que Sandra, la protagonista, convive con la desaparición lenta y progresiva de su padre, florece una relación sentimental inesperada, profunda y difícil, en la que entran en juego los miedos y los compromisos de la edad adulta, que suenan como excusas y obstáculos reales al mismo tiempo. Una vez más, como una constante en su filmografía, la pareja masculina es menos madura, incapaz de asumir en apariencia el compromiso.
Durante la promoción en España de su película Maya (2019), Mia Hansen-Love admitió en una entrevista concedida a esta periodista que el hombre es "más autodestructor", algo que, según confesó entonces a esta redactora de Vozpópuli, no ayuda a "encontrar financiación". La sutileza, pues, es también una herramienta obligada también para hablar de los mecanismos con los que se mueven los protagonistas de esta y de todas sus películas. Y si en El porvenir la protagonista se aferraba con éxito a la esperanza, en Una bonita mañana Mia Hansen-Love busca el reverso de la tristeza y consigue una de sus películas más luminosas, conmovedoras y fieles a la vida.
Sin_Perdon
Podría ser interesante si esos tintes que enumera sobre la directora no fueran unas enormes "banderas rojas". Que una directora (mujer) solo dirija películas con protagonistas (mujeres) ya es un aviso de su militancia. Por supuesto usaremos el comodín de que tradicionalmente los papeles principales han sido interpretados por hombres. Ojo, que no hablamos de los últimos años, si es necesario nos retrotaemos a la época de Frank Sinatra, Richard Burton, Henry Fonda o Rock Hudson. Lo importante es el relato. Que encima retrate constantemente a los hombres como personas más inmaduras supone toda una declaración de principios que demuestra esa "superioridad moral" misándrica francamente asquerosa. Los prejuicios y fantasmas de una señora que no parece haber tenido suerte con sus relaciones o que no ha querido tenerlas con hombres de valor. Para que nos aclaremos, si un hombre tiene claros sus objetivos, es masculino, no se achica ante los problemas y es fuerte de carácter ¡ALARMA!, machista por la proa, cambio de rumbo inmediato. Pero si tenemos hombres deconstruidos, sensibles, blandengues,... entonces tenemos "inmaduros" a los que se puede humillar sin problema. Creo que a ciertas mujeres les hará falta aclararse qué es lo que buscan antes de empezar una relación en lugar de culpar siempre al hombre. Claro que siempre les quedará la sororidad y los clubes de lesbianas.