Si alguien sabía venderse, ése era el pintor Bartolomé Esteban Murillo, de cuyo nacimiento se conmemora el IV Centenario este 2017. Murillo es uno de los pintores españoles que más atención ha suscitado en la historiografía desde el siglo XVII hasta la actualidad, con valoraciones cambiantes de su obra en función de cada época. Es un artista que ha sido instrumentalizado y utilizado por la capacidad de comunicación que ha tenido y tiene su obra. Esa es la hipótesis que defiende Benito Navarrete en su libro Murillo y las metáforas de la imagen (Cátedra)
"Murillo fue el principal responsable de su imagen y de la de su pintura, y manejó como nadie las redes sociales de su época", aseguró el biógrafo del pintor en la presentación del libro ante la prensa. En este ensayo, Navarrete revela una intuición natural de Murillo, así como de su capacidad innata para seducir y anticiparse a lo que se el público buscaba en su pintura. Navarrete se encarga de arrojar luz sobre la personalidad del artista, capaz de provocar emociones y despertar las pasiones.
"Murillo fue el principal responsable de su imagen y de la de su pintura, y manejó como nadie las redes sociales de su época"
"Gracias a la cultura visual y al análisis de lo que sus imágenes han sido capaces de suscitar se puede entender mejor su pintura, como si de profecías se tratara", plantea. Murillo se anticipó en muchas ocasiones a las respuestas del público, realizando obras en las que el aura se impuso, abriendo el camino de su prestigio y cautivando e ilusionando a los coleccionistas que, subyugados por su lenguaje, le rindieron culto hasta el punto de hacer de su obra una religión. Con ese espíritu sus capacidades de persuasión han permanecido vigentes a lo largo de la historia, dando prueba evidente del triunfo de su obra ante el tiempo.
Navarrete asegura que Murillo y las metáforas de la imagen no es un catálogo de obras del artista, sino un ensayo subjetivo en el que recorre las pinturas de Murillo desde el punto de vista de la cultura visual y de la recepción de sus obras por parte del público, desde el siglo XVII hasta nuestros días. En ese recorrido revela datos menos conocidos. Por ejemplo, que Murillo estuvo preso en las cárceles de Sevilla en 1655 por no pagar al Cabildo Catedralicio el alquiler de la vivienda que ocupaba, una falta de liquidez debida a que invirtió todo su dinero en la carrera de Indias -"era muy consciente de la importancia del dinero y de las relaciones sociales", asegura Navarrete, cuya tesis de fondo es ésa: la capacidad del pintor para gestionar su reputación y sacar el mayor provecho de ésta.