Ahora, seis años después de su último trabajo, Beck publica este mes de febrero un nuevo disco, Morning Phase, del que ya ha adelantado dos canciones, Blue Moon y Waking Light. La pregunta que corría de boca en boca antes de la escucha de estos dos temas era en qué etapa creativa se podría incluir su nueva obra. Bien, todo parece indicar que las sonoridades introspectivas, relajadas y acústicas remiten a su Sea Change, disco de 2002 grabado tras una hiriente ruptura sentimental.
Pero como quedaba apuntado, Beck es animal de muchas caras y aristas. Tal vez el origen de ello sea el ambiente bohemio, económicamente venido a menos, en el que se desarrolló su juventud. No en vano, su madre fue musa juvenil de todos los que rondaban por la Factory de Andy Warhol, su padre es un músico canadiense que ha colaborado y grabado con numerosos artistas, e incluso su abuelo formó parte del movimiento de arte de vanguardia Fluxus.
La experimentación reconocida por los clásicos
Po ello, no debe extrañar que su primer gran éxito fuera la canción Loser (grabada con anterioridad pero repescada para su disco Mellow Gold de 1994). Se trataba de un hipnótico canto hip hop, un efervescente ejercicio de ironía lírica embriagada de guitarras de regusto blues, seguramente influido por su admiración hacia el músico Mississippi John Hurt.
Loser abrió la puerta internacional para Beck, que con su siguiente trabajo, Odelay, en 1996, conseguía el Grammy al Mejor disco de Música Alternativa y se asentaba como una figura fundamental en la escena que dominaba los años 90. Su mezcla de rock, country y blues, sin abandonar las lindes que viajan por el jazz y el rap, asentaba la idea de estar ante un artista global, tanto musical como en proyección. Y además con el sentido de su propia independencia como bandera, aquél que le permite acercarse al funk libado directamente de las enseñanzas de Prince en Midnite Vultures en 1999, la melancolía del amor perdido en el nombrado Sea Change o de nuevo los fuertes ritmos maquinales de Guero en 2005.
Esa misma independencia que le emparenta con otros artistas sin horizontes ni muros para sus creaciones, como Jack White; que le permite ser alabado por figuras señeras del rock tradicional, como Tom Petty o el añorado Johnny Cash; o que le acerca a las labores de producción en las que ha estado enfrascado estos últimos años. Por sus manos han pasado discos de Charlotte Gainsbourg, del Sonic Youth Thurston Moore o del antiguo líder de Pavement, Stephen Malkmus, con su actual banda The Jicks. Todos ellos nombres que hacen de la libertad parte de su arte.