"Miles de rusos intentan evitar las colas y la mala calidad y compran árboles a los soldados, a los forestales que cortan más árboles de los permitidos y a los leñadores independientes con acceso al bosque. En una campaña policial contra la práctica llamada este año “Operación Yolka”, ya se han confiscado 700 árboles", los lectores del The New York Times leían el 1 de enero de 1978 un reportaje que relataba la tradicional compra de abetos navideños entre los ciudadanos de Moscú y que demostraba el fracaso inicial del régimen comunista de prohibir la Navidad. "Bajo Stalin, estas personas serían encarceladas por vender estas cosas", señalaba la primera de las voces del artículo.
Para ser precisos, el ciudadano moscovita debería haber indicado que durante los primeros años del dictador, comprar o vender un árbol de Navidad era una acción de riesgo, después, hasta uno de los regímenes más feroces como el del zar rojo, sucumbió ante el poder de la Navidad.
Desde la Revolución Francesa hasta la Bolchevique, hubo intentonas para eliminar las festividades religiosas, considerándolas símbolos de opresión o superstición. Durante la Revolución Francesa, se implementó el calendario republicano, suprimiendo festividades cristianas en favor de celebraciones laicas. Los meses se rebautizaron con las condiciones climatológicas que los caracterizaba: Brumario, Frimario, Nivoso, Pluvioso o Ventoso; o por las tareas agrícolas, Vendimario, Mesidor…
Prohibición del árbol
En la Unión Soviética, la Revolución Bolchevique llevó a cabo una intensa secularización, suprimiendo festividades religiosas y promoviendo eventos como el "Año Nuevo Soviético". Los primeros dirigentes trataron de eliminar por completo las festividades navideñas, se prohibieron la venta de los árboles de Navidad y personajes como Ded Moroz, una especie de Papá Noel eslavo. Pero a mediados de los años treinta, Stalin rebajó el celo censor sobre estas tradiciones introduciendo ligeros cambios como la sustitución de la tradicional estrella azul de siete puntas por una roja de cinco.
En noviembre de 1935, Stalin había anunciado que “la vida ha de volverse más alegre” y el 28 de diciembre, el segundo secretario del Partido Comunista Ucraniano, Pavel Postyshev, pidió el regreso del abeto para celebrar el día de Año Nuevo. En un famoso artículo en Komsomolskaia Pravda, el político proponía el regreso del árbol para el disfrute de los niños soviéticos a pesar de que algunos elementos de la izquierda lo consideraran un elemento “burgués”. Postyshev propuso instalar abetos "colectivos" en "escuelas, orfanatos, palacios de pioneros, clubes infantiles, teatros y cines", y transformar el Día de Año nuevo en un festivo oficial soviético “que enfatizaba el entretenimiento, la alegría y la creación de una atmósfera alegre de prosperidad”, según señalaba la historiadora Karen Petrone en su obra Life has become more joyous, Comrades: Celebrations in the Time of Stalin, en la que explicaba las celebraciones soviéticas durante los años del dictador.
Este día se convirtió en la festividad navideña soviética, regresaron los abetos y la propaganda incorporó a Ded Moroz en postales como las que encabeza este texto y en cartelerías en las que aparecía como un trabajador soviético.
“Las celebraciones del día de Año Nuevo revelan las formas en que los cuadros y ciudadanos soviéticos podían resistir el control estatal o utilizar el discurso oficial para explorar aspectos de la vida soviética que se suponía permanecerían ocultos. La celebración del Año Nuevo ofrecía a los ciudadanos soviéticos la posibilidad de celebrarlo en privado, y aquellos que tenían suficientes recursos materiales para comprar árboles, decoraciones y alimentos especiales creaban las festividades de Año Nuevo en el hogar”, señalaba la historiadora.
Otros regímenes comunistas como el rumano de Nicolae Ceaușescu aguantaron la censura antinavideña hasta sus últimos minutos, la exhibición de árboles y hasta el nombre de Papá Noel estaban prohibidos. El destino quiso que el dictador fuera asesinado junto a su mujer el día 25 de diciembre, al día siguiente ya había reportajes de familias de Bucarest celebrando la Navidad y ese mismo día se instaló un abeto en el balcón del antiguo edificio del Comité Central del Partido Comunista.
Pese al purismo ideológico de muchos, las festividades se suelen caracterizar por un sincretismo y una adaptación que las convierten en un elemento robusto y casi invencible ante cualquier ideología de turno.
“El día de Año Nuevo reflejaba la naturaleza sincrética de la cultura y la identidad soviéticas y las formas en que un Estado brutal y represivo concedía una pequeña medida de autonomía cultural a sus cuadros y ciudadanos. Al igual que los ciudadanos que marchaban en desfiles o quedaban cautivados por las aventuras árticas y de la aviación, los que celebraban el día de Año Nuevo se movilizaban para participar en la vida soviética y utilizaban la celebración para lograr sus propios objetivos personales”, apuntaba Petrone en su obra.
Uno cualquiera
El socialismo es una historia de fracasos desde su nacimiento. Los soviéticos también trataron de abolir el dinero, durante las primeras etapas de la revolución. Cuando descubrieron que la fiesta se les venía abajo, tuvieron que consultar el precio de las cosas en periódicos occidentales para que la gente no empezara a morirse de hambre tan pronto. Desde entonces ha sido un tren sin ruedas y con las cortinas echadas, que algunos todavía se empeñan en desenterrar y clavárnoslo a martillazos a todos.