Andrea Jaurrieta ha rodado un western contemporáneo para adaptar La gaviota, la obra de teatro de Chéjov, que convierte en su película en una historia de venganza titulada Nina, en la que aborda un asunto social tan de actualidad como son los abusos sexuales. Tras su paso por la pasada edición del Festival de Málaga, llega a los cines dispuesta a dar de qué hablar.
Nina, Biznaga de Plata Premio Especial del Jurado de la Crítica en el certamen andaluz, es resultado del equilibrio entre el cine de género y la temática social y su protagonista es una mujer fuerte que carga con una debilidad. Vestida de rojo y con un rifle a cuestas, el personaje que encarna Patricia López Arnaiz regresa a su pueblo natal para tratar de ajustar cuentas con Pedro (Darío Grandinetti), un escritor al que los vecinos rinden homenaje. Allí se reencuentra con Blas, un amigo de la infancia que le hace replantearse sus intenciones y con quien rememora en silencio el trauma que la alejó de allí.
Patricia López Arnáiz interpreta a esta mujer, una suerte de Vienna, personaje principal del western Johnny Guitar (1954) a quien dio vida Joan Crawford. En la película de Nicholas Ray, este personaje vive en el desierto y viene un casino con "muchos hombres a sus pies", pero al mismo tiempo es débil, y cuando llega Johnny Guitar muestra una herida que le duele y pone luz en una parte de su pasado desconocido.
Esta película llega a las salas de cine en un momento de reflexión social sobre límites, términos y garantías, especialmente después de la aprobación y polémica por la ley del solo sí es sí. Tal y como ha contado Jaurrieta a Vozpópuli, espera que esta película despierte un "debate" sobre el consentimiento, el abuso y la violación, y todos los "términos grises" asociados a estos términos.
"Los tonos grises son los que son difíciles de catalogar, de mostrar a veces, pero existen y generan mucho dolor en las víctimas"Andrea Jaurrieta, directora
"Cuando hay una violación y una agresión física fuerte eso está estipulado, pero esos tonos grises son los que son difíciles de catalogar, de mostrar a veces, pero existen y generan mucho dolor en las víctimas. Lo que quiero es que cuando la gente salga del cine se planteen qué harían ellos, hasta qué punto ven o no un abuso. Como directora, pongo mi punto de vista y está claro, pero quiero generar ese debate en el espectador", destaca.
La película discurre desde el punto de vista de Nina, tanto adulta como adolescente, en un pasado que aparece en formato de flashbacks y que en ocasiones parece fundirse con el presente. El personaje de Pedro no esta deshumanizado, sino que el punto de vista de la película se encuentra en el dolor de la víctima. No obstante, la directora señala que no todos los espectadores tienen claro si existe una agresión o no. "Él está enamorado. Ahora, yo, como directora, dónde pongo la cámara y cómo muestro la luz, ahí está mi punto de vista", agrega.
Jaurrieta sitúa la acción en un pueblo costero del norte, donde todos se conocen, una relación entre vecinos que se convierte en cierta manera en cómplice del tema que aborda. "Soy de un pueblo y he crecido en este ambiente. Afortunadamente, yo no he sufrido lo que le pasa a Nina, pero hay un ambiente en el que todo se sabe y nada se habla, hay un miedo porque si te posicionas ya estás creando separación en el pueblo. Siempre hay un silencio cómplice y muchas habladurías. Nina vuelve con este objetivo muy claro de vengarse, y de lo que se da cuenta es que el dolor era más grande, porque ese silencio cómplice la expulso y no la permitió volver. Tiene que cerrar también esa herida con el origen", ha señalado.
El dilema de la cancelación
Nina se estrena pocas semanas después de la denuncia judicial de 14 jóvenes contra el dramaturgo Ramón Paso por abusos sexuales, y meses después también de la denuncia en la prensa contra el cineasta Carlos Vermut por parte de varias trabajadoras de la cultura. Preguntada acerca del dilema que causan estas acusaciones, Jaurrieta señala que no está a favor de la "cancelación" y ve necesario "poner estos temas sobre la mesa" y que exista autocrítica.
"No creo que sean los únicos que hayan hecho esto. Quizás la gente más poderosa no sale porque tienen poder", ha señalado la directora, convencida de que si se empieza a abordar este asunto se avanzará como sociedad. "De ahí a que quites sus obras, o que sin haber un juicio no puedan volver a hacer cosas... Obviamente no justifico nada de lo que he leído, doy mi apoyo a las víctimas", señala Jaurrieta.
Sin_Perdon
Básicamente que si una mujer siente, aunque sea en el futuro, que ha sido agredida lo fue. Da igual si ella voluntariamente coqueteó con el tipo. Da igual si ella se emborrachó conscientemente. Da igual si ella accedió a ir al piso del tipo. Da igual si ella consintió desnudarse, besarse, tocarse. Da igual si ella permitió tener relaciones sexuales con el tipo. Si a la mañana siguiente, o a la semana, o a los años, ella "siente" que fue abusada y que realmente no consintió lo que sí consintió es que fue violada. Eso es lo que dice la actual Ley, y eso es lo que nos venden en todos estos productos de agitprop. Sigo esperando una producción donde el protagonista sea un hombre víctima de las actuales leyes feminazis. SOLO UNA. ¿Es mucho pedir?.
MR
Silencio complice para no posicionarse frente a una accion que ella misma califica como dudosa. Imaginate lo que ha sido el silencio complice para las victimas del terrorismo. Ese noble pueblo vasco, ja.
MiLu
Interesante título, a explorar. Enfoques complementarios, tal vez los de Roberto Assagioli y Piero Ferrucci, y también los de Erich Neumann o Erving Goffman.