Nada volvió a ser igual después de la muerte de Franco. Tras décadas de cerrazón y aislamiento, una intensa actividad cultural comenzó a emerger con la fuerza de lo que lleva años contenido, parte de esa efervescencia es lo que el público podrá en ver en Poéticas de la democracia. Imágenes y contraimágenes de la Transición, una exposición que coloca en perspectiva la irrupción de nuevos lenguajes artísticos en la España de finales de los años setenta y comienzos de los ochenta. La exposición podrá visitarse en el museo Reina Sofía, a partir de esta semana y hasta el 29 de noviembre de 2019.
Poéticas de la democracia. Imágenes y contraimágenes de la Transición se organiza la irrupción de nuevos lenguajes artísticos en función de dos hechos concretos que ocurren en esos años: la Bienal de Venecia de 1976 y el surgimiento de la subcultura urbana en España a mediados de la década de los 70, los años de recuperación de lo político. Junto a las libertades democráticas surge una nueva estética vinculada a prácticas culturales innovadoras que buscaban subvertir el orden franquista y los diseños institucionales que trataban de heredarlo. Contracultura y democracia se dan la mano en la mayoría de las manifestaciones creativas de esos años.
La muestra coloca el acento en lo participativo, reivindicativo y colectivo y es el resultado de diez años de investigación del departamento de Colecciones del Museo Reina Sofía, que durante todo ese tiempo ha procurado reconstruir y rescatar todas aquellas manifestaciones artísticas excluidas del discurso institucional de la historia del arte español. En total se presentan unas 250 piezas de artistas como Eduardo Arroyo, Pilar Aymerich, Eugenia Balcells, Colita, Antonio Saura, Juan Genovés, Eulalia Grau, Luis Gordillo, Antoni Muntadas, Paz Muro o Antoni Tàpies, entre otros; en la muestra hay también abundante material perteneciente a colectivos y asociaciones de aquella época como pósteres, revistas, fanzines, etc.
El relato de la exposición se inicia con un caso de estudio contrapuesto a esos procesos de emergencia de una cultura juvenil: la Bienal de Venecia de 1976, un acontecimiento que visibiliza lo que los responsables de la muestra identifican como rasgos del arte antifranquista del momento. Las vicisitudes, conflictos, diálogos y articulaciones teóricas que se sucedieron dentro y fuera de España durante la organización de la Bienal hacen las veces de metáfora de una época convulsa para la historia española: la transición de una dictadura militar de 40 años de duración a una democracia. Este periodo, que suele ser considerado por los historiadores como un momento marcado por el consenso, aparece sin embargo atravesado por numerosos desafíos, desencuentros y contradicciones, los cuales acompañarán a la nueva oficialidad institucional, que comienza a configurarse en paralelo a aquella Bienal.
La muestra veneciana de 1974 había dedicado un homenaje a la resistencia chilena contra Pinochet, había marcado un precedente para convocar a la España del tardofranquismo en la siguiente edición. Su director, Carlo Ripa di Meana, encargó a un comité de expertos el comisariado y organización. Dirigida por Tomás Llorens y Valeriano Bozal, integraron la llamada Comisión de los Diez, de la que formaron parte Oriol Bohigas, Alberto Corazón, Manuel García, Agustín Ibarrola, Antonio Saura, Rafael Solbes, Antoni Tàpies y Manuel Valdés. Con Franco todavía vivo, la comisión solicitó que el Pabellón español oficial permaneciese cerrado, firmando así una inédita declaración de intenciones por parte de los comisarios y la institucionalidad italiana, que enunciara esta bienal española como “no oficial” y antifranquista.
El comité de comisarios ideó la muestra España. Vanguardia artística y realidad social (1936-1976), con la que pretendían transformar el relato histórico oficial construido por 40 años de dictadura. La exposición se remontaba a la Segunda República y tuvo como símbolo el grupo de artistas vinculados al Pabellón español de la Exposición Internacional de París de 1937 (Picasso, Calder, Renau, etc.). Otro de sus principales objetivos fue "resignificar una vanguardia de izquierdas que había sido desactivada durante el franquismo y manipulada por el Régimen, como hizo con el movimiento informalista, para exportar una imagen de modernidad en el exterior", propone le lectura comisarial. La no inclusión de determinados artistas creó una fuerte polémica en torno a esta muestra. “Asociaciones de artistas, en especial aquellos que representaban los intereses de los diversos nacionalismos, provocaron algunas de las protestas más sonadas, con la consiguiente retirada de obras, entre otros, de Chillida y Oteiza, quienes habían aceptado la invitación previamente”, asegura el museo en los textos de presentación de Poéticas de la democracia.
La relación entre arte y política cambia de manera sustancial en estos años. Cada vez con más fuerza, se manifiesta una contracultura juvenil y ciudadana, emancipada de las instituciones franquistas. Los nuevos lenguajes cuestionan el lugar y las funciones de las instituciones existentes: la familia, las leyes, la escuela, las fuerzas armadas, la sociedad de consumo... Se crean revistas como Ajoblanco o Vindicación Feminista, también fanzines y radios libres. Comienzan a multiplicarse distintas formas de expresión: pintadas, documentales, adhesivos, murales, performances y grupos como Colectivo de Cine de Clase o Colectivo de Cine de Madrid y de fotoperiodistas como Anna Turbau o Pilar Aymerich.
Esta exposición se suma al programa de actos de celebración la que también forma parte El poder del arte, una muestra que explora la relación entre el arte y los cuarenta años de Constitución española. Las obras, que se exhibirán en los lugares más emblemáticos de las Cortes Generales hasta el 2 de marzo, pertenecen a 42 artistas escogidos por resultar fundamentales para conocer la historia de la Transición, representada en la primera generación de creadores que crece en condiciones de libertad y democracia. Del total, 22 se exhiben en el Congreso y 23 en el Senado, un recorrido que comienza en blanco y negro, con el lienzo de Juan Genovés (Valencia, 1930) realizado el año de la muerte de Franco que representa a un grupo de personas perseguidas, la fotografía de Colita de la manifestación pro-Amnistía, de 1976, y acaba con la explosión del color en la pintura, en medio de la movida madrileña.