Irán se estrena este lunes frente a Inglaterra en el Mundial de Qatar y es muy probable que nos deje la primera protesta política del torneo. Será un inmejorable escaparate para que los futbolistas iraníes denuncien la ola de represión que sufre su país, como ya hicieron a finales de septiembre, ocultando cualquier símbolo de su país durante la interpretación de los himnos en un partido frente a Senegal. La agencia de noticias HRANA, señaló la semana pasada que 344 personas han muerto y 15.280 han sido detenidas en dos meses de protestas en todo el país, desencadenadas el 16 de septiembre por la muerte de la joven kurda de 22 años Mahsa Amini tras ser detenida por la Policía de la Moral por llevar mal colocado el velo.
Los futbolistas de la selección persa ya han sido amenazados por su Federación, a lo que se suma la actitud servil de la FIFA con el organizador del torneo al instar a las 32 participantes a olvidarse de la política y no protestar por la falta de derechos en Qatar.
Desde un país como España en el que el Mundial empieza en esta fase final es difícil entender la importancia que para muchos países representa los partidos de clasificación. Capitales como Teherán o San José festejaron por todo lo alto poder llegar a Qatar. El director de cine Jafar Panahi retrató en Offside (Fuera de juego) la ilusión de un país de poder llegar al Mundial de 2006 de Alemania junto a la discriminación sufrida por las mujeres.
La película cuenta la historia de un grupo de chicas que se disfrazan de hombres para poder ver el partido Irán - Baréin en el que los iraníes podían conseguir la clasificación para su tercer mundial después de haber participado en 1978 y 1998. Panahi utilizó la comedia para reflejar el brutal machismo de un régimen que hasta el verano de 2022 prohibió a las mujeres acceder a los estadios de fútbol.
Las chicas de la película, descubiertas por las autoridades antes de entrar al estadio, terminan retenidas en un improvisado redil junto a los muros del campo, donde son custodiadas por un grupo de jóvenes que están haciendo la mili, y que tienen tan pocas ganas de estar allí que ellas. Lo más doloroso es la resignación que acaba invadiendo a cada uno de los protagonistas. Las chicas encerradas junto al muro del estadio emocionándose por cada rumor de la grada y por la narración de uno de los guardias que alcanza a atisbar el césped. Los militares cumpliendo órdenes por no meterse en un lío, o la complicidad de varios aficionados que defienden a las chicas.
La rabiosa ridiculez de la opresión de estos regímenes queda plasmada en escenas absurdas como la de una chica con la cara tapada por un póster de un futbolista, para que nadie la vea mientras es escoltada hasta uno de los baños del estadio. En su detención varias insisten a los guardias que les dejen acceder a la grada:
-“El estadio está lleno de hombres, insultarán y dirán palabrotas”, dice uno de los militares.
- “Prometo que no escucharé”, responde una de las futboleras.
Director comprometido
Antes de Offside, el director ya había reflejado la brutal opresión machista del régimen de los ayatolás con El círculo, por la que ganó el León de Oro de Venecia. Panahi cumple desde julio los seis años de prisión a que fue condenado en 2010 por atentado contra la seguridad nacional y propaganda contra el régimen, por haber acudido al entierro de Neda Agha-Soltan una joven activista asesinada durante las protestas registradas, por presunto fraude electoral, en las elecciones de 2009. El disparo en el pecho que acabó con la vida de la mujer quedó grabado por uno de los asistentes a la marcha y sirvió de ejemplo en todos los telediarios internacionales de la brutal represión del régimen.
El régimen iraní también le prohibió realizar películas, escribir guiones, viajar al extranjero y conceder entrevistas. Desde entonces el director ha sorteado estas prohibiciones con sus películas en las que mezcla ficción con su propia realidad. Un cine desde la clandestinidad que ya en el 2011 dio a luz a la magistral This is Not a Film (Esto no es una película) en la que mostraba su situación. Mientras que en Taxi Teherán (2015) el propio director se convertía en el conductor de un taxi y dibujaba el Irán contemporáneo, a través de las charlas con los clientes del vehículo.
La historia de Offside revivió trágicamente hace tres años cuando Sahar Khodayari se disfrazó de hombre para asistir a un partido de su equipo, el Esteghlal Tehran, en el mismo estadio en el que transcurre la película. También como a las protagonistas de la cinta, la que acabó siendo conocida como la “chica de azul”, por los colores de su equipo, fue descubierta y se le abrió un expediente por "violar la ley de castidad, comportamiento inmoral e insultar a las fuerzas del orden". Una vez en libertad y ante la espera de juicio que le podía condenar a prisión, la mujer, de 30 años, se roció con gasolina y se prendió fuego frente al Tribunal Revolucionario de Teherán.