En un contexto en el que los padres animaban a sus hijos a suicidarse si caían prisioneros, el teniente Onoda resistió por la orden de un superior: “No tenéis derecho a morir. Volveremos a por vosotros”, le había asegurado el oficial Taniguchi. El teniente japonés Hirō Onoda, destinado a Filipinas en 1944 durante la Segunda Guerra Mundial, no se rindió hasta el año 1974, casi 30 años después de la claudicación nipona. Onoda había sido destinado a la isla de Lubang, al norte del archipiélago filipino en 1944, como miembro de una unidad especial que tenía la misión de desarrollar una guerra de guerrillas ante el avance estadounidense.
Onoda llegó con 23 años a la isla con la firme convicción de hacer volar el aeródromo para que no cayera en manos americanas, pero se encontró con unos soldados que no estaban dispuestos a seguir sus órdenes. En la primavera de 1945, la defensa japonesa de la isla había sucumbido pero hasta el año siguiente se mantuvieron varias decenas de hombres. Unos meses después, en abril de 1946, Onoda y otros tres hombres fueron los únicos que quedaron en la isla.
El grupo desconocía el infausto destino de su país en la guerra del Pacífico, y la rendición de septiembre de 1945 después de que las ciudades de Hiroshima y Nagasaki sufrieran el mortífero poder de la bomba atómica. Los cuatro comenzaron una vida de supervivencia en la jungla que acompañaban con el pillaje a agricultores y ganaderos locales con los que tuvieron varios enfrentamientos que saldaron con muertes de ambos bandos.
Onoda, 10.000 noches en la jungla
La historia de Onoda llega ahora a los cines españoles bajo la dirección del francés Arthur Harari en Onoda, 10.000 noches en la jungla, una película rodada íntegramente en japonés y que consiguió el premio César al mejor guion original en la edición de 2021.
Harari propone un viaje con el que pretendía “llegar a una experiencia física”, después de buscar una historia de aventuras y encontrarse con Onoda de forma casual después de que su padre se la comentara en una cena, explicó el director en el preestreno de la película en Madrid. El cineasta también relató las dificultades idiomáticas del guión. El texto de Harari, en francés, fue traducido al japonés, y esta versión fue de nuevo traducida al idioma del director.
La longitud del metraje, más de dos horas y media, es el principal hándicap de la cinta que a ratos logra trasladar al espectador a la piel de los soldados, sin embargo, la experiencia física que buscaba el director se diluye entre tantos minutos de lluvia y vegetación.
Harari refleja el patetismo de esta misión imaginada cuando Onoda, mapa en mano, explica a sus compañeros los planes para apoderarse de la isla. La determinación de Onoda llega al punto conspiranoico cuando años más tarde, en una de las expediciones para convencerles de que regresen a Japón, ve a su padre y su hermano y los considera unos actores caracterizados y entrenados por el enemigo para lograr su rendición.
Esta expedición real entregó revistas, periódicos y una radio a los dos soldaos que quedaban en aquel momento para que comprobaran que hacía años que la guerra había terminado. Pero lejos de hacerles cambiar de idea, todas estas pruebas fueron interpretadas como propaganda enemiga para desmoralizarles.
"Los periódicos hablan de guerras pero lo hacen como si Japón no estuviera involucrado", se extraña uno de los dos soldados. Todo lo que escuchan en la radio, leen en los periódicos e incluso el mensaje del padre de Onoda pasa por el filtro de sus “certezas” y sirven para reforzar la idea de que Japón sigue en guerra.
La película deja una memorable escena en la que con un mapa mundi dibujado a mano van trazando la nueva geopolítica internacional en función de sus especulaciones, con el resultado de que para ellos, China y Japón se han convertido en aliadas. Una toma que hace pensar en los actuales bulos informativos y que el director vinculó con el mito de la caverna platónica.
20 años solo con Shimada
Desde mayo de 1954, Onoda y el soldado Kinshichi Kozuka quedaron solos en la isla tras la huida de uno de los compañeros y la muerte del cabo Shoichi Shimada. La pareja permaneció unida hasta 1972, cuando Shimada perdió la vida en un enfrentamiento con los locales. Unos meses más tarde, un viajero que buscaba a Onoda dio con el soldado y le instó a que regresara a Japón. Pero el teniente volvió a recordar la promesa que su instructor le había realizado: "Volveremos a por vosotros", y se negó a rendirse hasta que no se lo ordenara su superior.
Me sentí en ridículo por haber tomado tantas precauciones y experimentado tanta tensión durante el recorrido hasta el puesto. Y, lo que era peor, ¿qué estuve haciendo durante todos aquellos años?
En marzo de 1974, un anciano Yoshimi Taniguchi se desplazó a la isla y leyó a Onoda la rendición japonesa de septiembre de 1945. Onoda seguía sin querer creer la noticia hasta que fue consciente de haber perdido toda su juventud en una misión sin sentido: "Repentinamente, todo se ennegreció. En mi interior se desencadenaron los furores de una tempestad. Me sentí en ridículo por haber tomado tantas precauciones y experimentado tanta tensión durante el recorrido hasta el puesto. Y, lo que era peor, ¿qué estuve haciendo durante todos aquellos años?", declaró después. Dos días más tarde, Onoda se rindió oficialmente ante el presidente filipino Ferdinand Marcos.
jois48
Caray! Ni los votantes de izquierdas persisten en sus errores tanto como este japonés
Plath
Supongo que usted es de los que piensan que la OTAN debe desaparecer, que Rusia tiene que entrar en la UE y que Vladimir Putin es un buen hombre, religioso y familiar.