Un año después de la muerte de Juan Gabriel, por un rebote absurdo de la suerte, me tocó sustituir a un editor independiente en una de las mesas de la Feria Internacional del Libro del Zócalo. Fue entonces cuando comprendí lo que era un compositor nacional. No es solo que Ciudad de México se paralizase con la muerte de ‘Juanga’, que falleció justo la noche en que se emitía el capítulo final de un culebrón sobre su vida, ni que setecientas mil personas pasaran por su capilla ardiente en el precioso teatro de Bellas Artes, que ya es una hazaña cósmica. El caso es que doce meses después sus canciones seguían resonando en las radios de los taxis, en los puestos callejeros de tacos y los shows de las ‘drag queens’ de la Zona Rosa. “Aquí todas las juergas se terminan cantando juntos a Juan Gabriel, seas punki, policía o profesor de matemáticas”, me informó una escritora local. Sentí mucho respeto y envidia porque en España andamos muy atrasados.
¿Qué autores nuestros podrían generar una emoción similar? Los primeros nombres que vienen a la cabeza son Joaquín Sabina, Isabel Pantoja y Joan Manuel Serrat. Pero no: hay otro gigante pop que ha empapado igual o más nuestra memoria sentimental colectiva, llamado José Luis Perales. El viernes anunció su retirada y deberíamos estar todos tristes, o todos muy contentos por su legado, si la música popular nos gustase tanto como a los mexicanos.
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Por supuesto, José Luis Perales (Castejón, Cuenca, 1945) es adorado en toda América Latina, tanto o más que en su país de nacimiento. La prueba más delirante, casi incómoda de ver, de la veneración que se le profesa por allí es una gala de Marc Anthony en el Festival Viña del Mar (Chile) en 2012, donde el rey de la salsa presiona indecentemente al autor español para que se levante de su butaca y haga un dueto con él. Perales se muestra incómodo ante tanto agasajo, pero accede a regañadientes, ante un Anthony totalmente eufórico que termina postrado de rodillas, haciendo reverencias al maestro.
Ídolo en América Latina
Más allá de los excesos aduladores, estamos ante un clásico que sorprende por su vulnerabilidad, en las antípodas del machismo imperante en 1982, año en que fue publicada. El protagonista se resigna a perder al amor de su vida con una deportividad admirable. “Y abrígate, te sienta bien ese vestido gris/ Sonríele, que no sospeche que has llorado/ Y déjame que vaya preparando mi equipaje/ Perdóname, si te hago otra pregunta”, recitaba. Si alguna estrella pop española merece un premio a la deconstrucción de la masculinidad tóxica ya sabemos quién es.
El filósofo anarquista Agustín García Calvo, uno de los escritores más cultos del siglo XX español, era otro fan rendido de Perales. En sus tertulias del Ateneo de Madrid solía poner como ejemplo de poesía popular un enorme himno titulado “¿Por qué te vas?”. Resulta casi imposible haber sido abandonado por alguien a quien amabas y que no se remueva algo por dentro cuando escucha estos versos. “Como cada noche desperté, pensando en ti/ Y en mi reloj todas las horas vi pasar/ ¿Por qué te vas?”. No se puede decir más con menos. Estamos ante una preciosa y precisa descripción de por qué sesenta minutos no duran lo mismo cuando acaban de dejarte que cuando desayunas leyendo el Marca. La canción fue uno de los momentos clave de Cría Cuervos, el clásico de Carlos Saura que ganó el festival de Cannes en 1976.
Que nadie le confunda con un conformista: hay himnos suyos totalmente antisistema como 'Ecos de sociedad', donde retrata la extrema cursilería de las élites españolas"
Ninguna estrella ha tenido nunca un aspecto más normal en la historia de nuestro pop (solo Víctor Manuel, otro titán del género). Perales usaba los modelos más discretos del escaparate de Cortefiel y un peinado de poeta de provincia, que es lo que era, en el mejor sentido de la palabra. Dicho esto, que nadie le confunda con un conformista. Hay himnos suyos totalmente antisistema como Ecos de sociedad, donde retrata la cursilería de las élites españolas. “La señorita María Dolores/ hija de un Conde, se casa al fin/ con un rico financiero, en su villa de París/ En el cortijo de don Anselmo/ junto a la Iglesia de San Martín, la niña viste de largo/ habrá fiesta en el jardín”, se cachondeaba. Solo él podía escribir esto y seguir saliendo en Hola a todo trapo, donde era tratado con máximo cariño.
España contra el neón
Más dura suena Me han contado que existe un paraíso, donde denuncia la corrupción endémica de nuestro país: “Me han contado que existe un paraíso/ a donde va la gente, no importa lo malvado que hayas sido/ si un día te arrepientes/ olvidé preguntar si había un sitio, para los fumadores/ lo que parece cierto es que no van/ los especuladores y los banqueros y dictadores”, cantaba. Si la interpretas con una guitarra eléctrica, lo mismo cuela en el repertorio de La Polla Records. Luego le salía la vena de justiciero cristiano: “Que su camello es demasiado grande/ y el ojo de su aguja tan pequeño/ que a medida que crece su fortuna/ el camino a ese cielo es más estrecho”, sentenciaba. Dudo que sonase mucho en las terrazas de Puerto Banús o en los guateques estvales del Ibex 35 en Sotogrande.
En 1981 había olido el timo del ‘moderneo’, mientras la movida de Tierno Galván vomitaba apologías del consumismo, el ‘petardeo’ y la anglofilia
Solo había que mirarle para intuir que era alérgico lo que llamamos sociedad de consumo. Lo explicó con maestría y claridad en esa maravilla titulada Pequeño Supermán. La letra no tiene desperdicio: “Mientras camina va silbando una canción, de los Bee Gees / y su reloj pasa un minuto de las diez/ y sobre él, se agita un mundo de neón”, describía. Luego pasaba a chotearse del frenesí comprador: “Viste como quieras, toma Coca Cola/ vuela por Iberia a Nueva York/ fúmate un Malboro, tómate un Martini/ viste Cimarrón”, recitaba con sorna castellana.
El más versionado
Era solo 1981 y ya había olido ese timo todavía vigente que llamamos ‘moderneo’. Por esa misma época, la movida de Tierno Galván vomitaba apologías del ‘petardeo’ y la anglofilia. La venganza es que en 2019 suena mucho más lúcida Pequeño Supermán que Quiero ser un bote de Colón (Alaska y Los Pegamoides), Enamorado de la moda juvenil (Radio Futura) y Maquillaje (Mecano). Mientras los grupos de la movida comenzaban a cansar a los oyentes haciendo ripios irónicos con traje de torero, Perales emocionaba al país con Marinero de luces, la devastadora canción de despedida de Isabel Pantoja a Francisco Rivera ‘Paquirri'.
Se repite que es el compositor más versionado en lengua española, algo imposible de comprobar pero bastante creíble. Artistas muy distintos han hecho suyas sus canciones, entre ellos Isabel Pantoja, Mocedades, La Oreja de Van Gogh, Love of Lesbian, Rapahel, Marc Anthony, Jeanette, Elefantes, Rocío Jurado y Falete. “Hay mucha gente que me considera un personaje triste. Mis amigos más íntimos me dicen que la imagen que doy no tiene nada que ver con lo que soy. Me ven como un tristón, un plasta y un antiguo. ¡Pero no, no soy así! “, protestaba en una entrevista de 2016. Una escucha atenta a sus canciones revela que sus amigos tienen razón. Hablamos de un autor que transmite ganas de vivir y que supo capturar como nadie los conflictos cotidianos de los españoles durante medio siglo. Merece una enorme y caluroso aplauso nacional.