Una rata. La pared vacía de cualquier barrio. Siete palabras en rojo chorreante. ¿Puede ser que con estos elementos tan sencillo se descifre nuestro mayor conflicto cultural? Eso defiende el documentalista Adam Curtis, uno de los más influyentes de nuestra época, en su última entrevista con el Financial Times. ¿Qué dicen exactamente esas siete palabras (diez en castellano)? "Si el grafiti pudiese cambiar algo, ya lo hubieran prohibido". Por supuesto, como casi todos habrán reconocido, hablamos de una obra de Banksy. ¿Por qué debemos considerar relevante esta formulación? "Porque resume la idea de que las posibilidades de cambio radical en nuestra sociedad han sido arrinconadas dentro de una zona cultural cerrada, donde unos pocos individuos pueden llevar a cabo revoluciones personales dentro de un 'espacio seguro'. Mientras tanto, fuera nada cambia nunca. Bien por Banksy: ha sido capaz de ver lo que estaba ocurriendo", celebra Curtis en la pieza del Financial Times, que lleva por título "Mi manifiesto por la esperanza".
El autor de documentales como Hypernormalisation (2016) y The century of the self (2002), aclamados en todo el planeta, es un maestro contraponiendo materiales culturales. Esta vez escoge dos muy elocuentes: una canción del artista dubstep Burial (que muchos piensan que es el propio Banksy) y un discurso de George W. Bush, pronunciado tras los atentados a las Torres Gemelas. Esto dice sobre la canción "Come Down To Us”: es una de piezas musicales más potentes y preciosas de los últimos años. Más allá de eso, captura sentimientos complejos que subyacen en esta época individualista, llena de ansiedad y situaciones personales precarias. En sus trece minutos, expresa la mezcla de soledad y miedo que domina nuestra época individualista, además de un poderoso anhelo romántico. También la sensación de que debe de haber algo más que todo esto y de que juntos podemos lograr algo distinto y mejor", explica sobre el estado de ánimo social que percibe.
Esperanzas colectivas
Sobre el discurso de Bush: "Inmediatamente después de los atentados de Nueva York en 2001, pidió a los estadounidenses que combatiesen el terrorismo yendo de compras. Fue un acto desafiante del que muchos se burlaron (resultaba sencillo y salía barato sacar sus palabras de contexto). Pero supo enfocarse en el cambio ocurrido en Estados Unidos desde los años ochenta y en la esperanza que trajo respecto al futuro. Muchas fábricas habían cerrado, millones de puestos de trabajo se habían trasladado a otros países. Los salarios se habían estancado o desplomado y aun así millones de personas tiraron de tarjetas para salir a comprar. Cara a cara con el terror, ofreció la esperanza de que el sistema de crédito se mantuviese en marcha. En 2001, la gente pasaba la semana en sus trabajos absurdos, sus bullshit jobs. En realidad, su trabajo verdadero lo hacían por las tardes y en los fines de semana: salir a comprar", destaca.
Tras dos siglos de avances sociales espectaculares, en los últimos veinte años se ha desplomado la esperanza, señala Curtis
¿Miedo o esperanza? El documentalista defiende que lo segundo es crucial para los cambios, mientras que lo primero los bloquea. Luego escoge los diez momentos históricos que considera más relevantes: la revolución que llevó a Estados Unidos a la independencia; el ascenso global de la democracia desde el siglo XIX hasta hoy; la explosión del periodismo popular y de investigación; la invención de la lavadora; la creación del Estado del Bienestar y la seguridad Social Británica tras la segunda Guerra Mundial; la consolidación de la ciencia moderna, incluyendo obtener vacunas contra la covid-19 en tiempo récord; la creación de Internet antes del crash del 2000 y su conversión en oligopolio global; el fin de los imperios europeos; y por último la caústica serie de dibujos South Park. Por contra, después de todas estas bendiciones, "llevamos veinte años en que la idea global de esperanza se ha desplomado", advierte.
¿Cuáles fueron los últimos destellos de algo parecido a la esperanza? Movimientos como Occupy Wall Street y las primaveras árabes, que se vieron como "un modelo social alternativo" que millones de personas estaban dispuestos a impulsar. "Pero, una vez más, se alejaron demasiado de las complejidades del mundo real y de las complejas dinámicas de poder necesarias para cambiar las cosas", lamenta. "Luego vino un periodo de aislamiento que desembocó en la desesperanza actual, en la idea de que muy pocos cambios son realmente posibles. Incluso al gente implicada en procesos de cambio hoy no esperan cambios estructurales dramáticos, cambios excitantes al tiempo que aterradores. Debemos elevarnos por encima de la visión del mundo tal y como es para empezar a mirar de otra manera. Solo entonces podremos vislumbrar algo genuinamente nuevo. Eso es lo que yo llamo cambio de paradigma", concluye.