Cultura

Enrique Krauze: "El populismo en el siglo XXI es un caso de soledad histórica"

El historiador y ensayista mexicano, actual director de la revista 'Letras Libres', visita España justo en medio del centenario del nacimiento de Octavio Paz. Justo sobre Paz, también sobre las nuevas coordenadas ideológicas de Europa y América Latina, conversa Krauze en una entrevista con Vozpópuli.

  • Una imagen del historiador mexicano Enrique Krauze.

No está cómodo Enrique Krauze esta mañana. El ensayista e historiador mexicano, de visita en Madrid en estos días, se revuelve en la silla. Busca la posición ideal, pero una espalda castigada se lo impide. A pesar de eso, no pierde Krauze el hilo de una conversación de la que entra y sale el fantasma del populismo, ese “acto de soledad histórica” que la América Latina del siglo XXI padece hoy con la fuerza de un rebrote. De una cosa está convencido: aunque “acosado por el resentimiento y el desencanto”, el liberalismo tiene todavía muchas claves que ofrecer en el safari ideológico actual.

Para algunos “caudillo cultural” del México contemporáneo -una frase a veces pronunciada con latiguillo malicioso-, Enrique Krauze supone una referencia del pensamiento liberal actual. Especializado en la historia del siglo XIX, trabajó durante años junto al premio Nobel Octavio Paz en la extinta revista Vuelta, que en sus manos pasó a ser Letras libres, una publicación periódica tan poderosa como su antecesora. La fundó hace siete años, desde ese entonces, circula con sendas ediciones para México y España. Biógrafo del poder, Krauze ha sido el principal estudioso e intérprete de la geografía y el linaje político de América Latina.

Aunque “acosado por el resentimiento”, el liberalismo tiene todavía muchas claves qué ofrecer en el safari ideológico actual

Ha publicado una vasta obra ensayística en la que destacan, entre otros, Caudillos culturales en la revolución mexicana (1976); Por una democracia sin adjetivos (1986); Siglo de caudillos (1993); Tarea política (2000); Travesía liberal (2003); La presencia del pasado (2005) y Retratos personales (2007). Desde que emprendió la tarea de escribir El poder y el delirio, dedicado al fenómeno bolivariano venezolano, Krauze convirtió Venezuela en su principal fuente de interés. Recientemente publicó Redentores, un libro que recorre las ideas políticas en América Latina desde el fin del siglo XIX hasta nuestros días, encarnadas en el voluntarismo de personajes que van desde Ernesto Ché Guevara o Fidel Castro hasta Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez.

-Ha dicho usted que Octavio Paz nos deletreó a todos. ¿Se nos están acabando vocales y consonantes en el abecedario ideológico par revisarle?

-Todos los hombres están anclados en su tiempo. Pero, por más visionarios que fuesen, tienen sus limitaciones. Octavio Paz no pudo preveer muchas cosas que ocurrieron en el siglo XXI. En su obra se adivina la aparición algunos fanatismos políticos. Pero somos nosotros, en nuestro propio tiempo, quienes debemos recobrar ese ánimo y ese temple liberal.

Para Krauze, existe la amenaza del nacional populismo, siempre reverencial con los caudillos y los redentores

-¿Dónde? ¿Cómo?

-No es una biblia ni un dogma lo que Octavio Paz nos dejó. Es un corpus amplio y abierto; plástico y plural; y hay que releerlo. Pero no me cabe duda de que tenemos las claves. Yo he insisto en una: la posibilidad de convergencia entre el socialismo y el liberalismo como dos grandes tradiciones de Occidente. Cada día están más vigentes. Más aun con la amenaza del nacional populismo, siempre reverencial con los caudillos y los redentores.

-Conoce usted muy bien a los redentores, les dedicó su libro más reciente. ¿Cómo releer el mapa ideológico sin algunos de sus esperpentos, por ejemplo, Hugo Chávez?

-El socialismo del siglo XXI es la vertiente autoritaria y antiliberal del socialismo. Los socialistas del siglo XIX existían ya, claro. Eso deja la puerta abierta para no renunciar al ideal igualitario, anteponiéndole un respeto irrestricto a la libertad individual. Frente a esa convergencia, se erige en nuestro continente una tradición distinta al autoritarismo antiliberal y antidemocrático de figuras como Fidel Castro, el Che Guevara y el mismo Hugo Chávez. Allí se anteponen el populismo y el socialismo de talante liberal y América Latina es, hoy por hoy, el espacio histórico de esa batalla.

"El socialismo del siglo XXI es la vertiente autoritaria y antiliberal del socialismo"

-Si oponemos figuras como la de García Márquez a la de Octavio Paz, por ejemplo, la batalla luce desigual… incluso perdida.

-Ahí tiene usted la gran fuerza mítica de esa corriente cultural que no es democrática ni es liberal: la reverencia del caudillo. Si hay algo en la obra y en la vida de García Márquez es la reverencia al caudillo: Fidel Castro. En su momento Vargas Llosa le llamó lacayo de Castro. Pueden parecernos palabras excesivas pero en su dureza reflejan rebelión.

-En una foto grupo de la América Latina intelectual persiste un entusiasmo por los populismos. El discurso de Elena Poniatowksa en el Cervantes fue un ejemplo.

-Eso está allí. Sigue siendo muy fuerte. Quisiera creer que es un misterio pero no lo es. Porque la democracia liberal y la socialdemocracia son creaciones recientes. En cambio, ¡qué emocionante es el populismo o tener un gran líder! ¡Qué emocionante imaginarse en la vanguardia de una revolución y tomar el Palacio de Invierno! Pero son revoluciones que terminan devorándose a sí mismas y culminan en regímenes opresivos, corruptos y estériles…

"Si hay algo en la obra y en la vida de García Márquez es la reverencia al caudillo: Fidel Castro"

-El panorama ideológico europeo puede que sea de los más heridos. Hay una izquierda que se alimenta de los insomnios de América Latina. ¿Qué impresión le genera?

-Mucho miedo. Es el huevo de la serpiente. El embrión de algo que parecía imposible: la vuelta de los países a un nacionalismo chovinista; el culto a la personalidad… Eso es lo que nos llevó a la segunda guerra mundial: los líderes carismáticos, la redención de los pueblos, la exacerbación de los sentimientos nacionalistas, el fanatismos de la identidad (racial, nacional, ideológica…) pero entiendo, por otro lado, las razones de esa resurrección: porque son emociones.

-Usted ha sido muy solidario en el papel de los estudiantes venezolanos. Sin embargo, a la región la recorre un fantasma político ¿Cuál es el país de América Latina que luce más a salvo de este malestar?

-Chile, Perú, Uruguay, Costa Rica… Brasil no corre grandes riesgos. Vamos a ver qué ocurre con la emergencia de la protesta social ante la corrupción. Yo confío en que México siga una ruta de construcción de una frágil y joven democracia, aunque existen otra suerte de peligros, como la violencia y la criminalidad. Pero no soy pesimista.

"Los hermanos Castro tienen fecha de caducidad. Es cierto que han olvidado morirse pero alguien se los va a recordar"

-¿Qué le hace ser optimista?

-Los hermanos Castro tienen fecha de caducidad. Es cierto que han olvidado morirse pero alguien se los va a recordar; y ocurrirá pronto. El régimen de Maduro tiene demasiadas contradicciones económicas contra las que no podrá luchar. Y el ánimo de los estudiantes insiste en ese derrumbe, que puede tardar en ver caer el populismo que es, en este siglo XXI, un caso de soledad histórica.

-¿Está denostado el liberalismo?

-Claro que no. Lo que ocurre es que es tenemos que recuperar esa cierta idea de una sociedad libre en lo que a individuos y opiniones respecta. Creo, sí, que el liberalismo está acosado por la desesperación y el resentimiento, del desencanto que generó la crisis económica. Hay muchos factores. Pero tiene una ventaja extraordinaria: es autocrítico. Solo el liberalismo y la democracia permiten la autocrítica.

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