Jaume Plensa, uno de los representantes contemporáneos más consagrados de la nueva escultura y con obras en espacios públicos de todo el mundo, ha sido galardonado hoy con el Premio Nacional de Artes Plásticas 2012, en reconocimiento a su preocupación por la humanización del espacio urbano. Con este premio, dotado con 30.000 euros y que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el jurado ha destacado también su labor progresiva, de proyección internacional, en el desarrollo de la nueva escultura, la utilización del lenguaje como medio de reflexión, así como su aportación al diseño escenográfico.
El galardonado es un prolífico autor de obras para el espacio público que se encuentran ubicadas en ciudades de todo el mundo. Nacido en Barcelona el 23 de agosto de 1955, estudió en la Llotja (Escuela de Artes y Oficios de Barcelona) y en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sant Jordi. Tras sus estudios, trabajó en talleres de forja y mecánica. Del hierro forjado y fundido pasó a incorporar materiales tan diversos como el cristal, el plástico, el alabastro, la resina y el nylon, incluso el sonido y la luz. Plensa se aleja de la escultura tradicional, hecha sólo para ser vista de tal forma que en su obra el eje central es el hombre y su relación con el entorno. El espectador se entremezcla con las piezas, puede tocarlas, escucharlas y entrar en ellas.
En su primera exposición individual, realizada en 1974, aparecía como un pintor abstracto. Seis años más tarde, presentó en Fundación Joan Miró de Barcelona una instalación hecha a base de telas y madera que ya podía considerarse como una escultura. Aunque el hierro es su material por excelencia, también ha realizado obras en bronce y numerosos dibujos, aunque estos últimos difícilmente pueden enmarcarse en el campo de la pintura, ya que al dotarlos de volumen los convierte en "pictorrelieves", piezas a medio camino entre dibujo y escultura. El Llivre de Vidre (Libro de Vidrio), de 1982, abre su etapa de esculturas realizadas en hierro forjado, aunque pronto descubrió las ventajas del hierro fundido, un material más susceptible de ser modelado y que tiene, según el autor, "un carácter más ancestral y primitivo".
Durante el período 1984-1986, realiza obras más figurativas como los Zoomorfismos, pero pronto vuelve a la abstracción y a lo simbólico y en 1986 da el paso definitivo hacia su particular mundo. De esa época son El Túmulo, La Puerta del Sueño o La Columna con bolas numéricas, obras en las que domina la verticalidad, concepto permanente en su obra y que ha llevado a calificar su obra de "escultura arqueológica". La luz, el silencio y la literatura son elementos fundamentales en sus piezas, tal y como refleja obras como Song of Songs, Three Graces, o Wispern, en donde las propias esculturas poseen luz interior.
Ha realizado encargos de escultura pública como The Crown Fountain de Chicago o las escenografías creadas para óperas y creaciones teatrales con La Fura dels Baus. Sus esculturas se exhiben en los principales museos y galerías del mundo como el Museo Nacional de Arte Reina Sofía de Madrid, la Galería Nacional du Jeu de Paume de París, el Henry Moore Sculpture Trust del Reino Unido, el Museo de Arte Moderno de Malmö en Suecia o el Museo de Arte Contemporáneo de Lyon. El museo Reina Sofía realizó una completa retrospectiva de su obra en 2000, y en 2007 Chicago acogió la muestra "Silent Noise".
En este último año, el Círculo de Bellas Artes de Madrid recogió la faceta menos conocida de Plensa, la de dibujante, que incluía una veintena de dibujos de la serie Shakespeare. En 2009 se expuso en Moscú su instalación Silent music, que incluía una escultura de 8 metros de altura titulada La Casa del Conocimiento mientras que, el pasado año, Nueva York acogió la escultura Echo, una figura de trece metros de alto que representa la cabeza de una niña dormida. Plensa cuenta con un gran número de galardones, entre ellos el de Artes Plásticas de Cataluña, de 1997; el Premio de las Artes Plásticas Ojo Crítico, 1992; la Medalla des Chevaliers de las Artes y las Letras de Francia, 1993; el Premio de la Fundación Alexander Calder, 1996, y premio de la Asociación Española de Críticos de Arte, AECA, a la mejor obra de autor vivo representada en Arco en 1998.