Este viernes, los reyes han presidido en Oviedo la entrega de los Premios Princesa de Asturias, que este año alcanzan su XXXVI edición, una ceremonia que, aun celebrándose en tiempos de inestabilidad, habría compartido grisura y medianía con cualquier otro acto protocolario -la larga mueca el presidente del Principado, el socialista Javier Fernández o la mirada vacía y el aplauso autómata de la reina habrían sido el signo redondo de tal cosa-, de no ser por los luminosos discursos del escritor Richard Ford y la historiadora Mary Beard, galardonados en el área de las Letras y las Ciencias Sociales, quienes supieron leer el espíritu de esa inestabilidad y colocar el acento en lo político, el sentido verdaderamente político, de la literatura y el pensamiento: la búsqueda el encuentro con el otro. Sin esas palabras esta ceremonia habría sido eso, sólo eso: una ceremonia, un saludo estéril en medio del terremoto.
En un momento donde impera la inestabilidad política global, Richard Ford y Mary Beard colocaron el acento en una reflexión verdaderamente política
Estos premios se conceden en un momento donde impera la inestabilidad -antes del inicio de la ceremonia, representes de Izquierda Unida y Podemos se concentraron para protestar contra los reyes- . Sí, inestabilidad, tensión e incertidumbre tanto en España -donde el gobierno funciones perpetúa su duración-, como en Estados Unidos -con la irrupción del discurso populista de Donald Trump- y acaso también en Inglaterra, con el Brexit. Esa idea de que todo cuanto hacen quienes imaginan y crean tiene un impacto en el mundo que habitan marcó una diferencia y dotó de sentido este acto. Porque ni siquiera el rey Felipe VI asumió el desafío de un discurso con vocación de realidad y reflexión sobre lo verdaderamente urgente. El suyo fue un discurso desprovisto de vida y del sentido humano de la política y que, al menos en esta ocasión, parecía sobrar a sus galardonados.
Richard Ford fue el primero de los premiados en tomar la palabra. "Yo soy de Misisipi, por eso no es posible que mi castellano sea perfecto", dijo entre risas. Después de asegurar que se la hacía difícil "sentirse humilde en el estrado donde estuvo Woody Allen", Ford acometió un discurso optimista, afirmativo pero no inofensivo, ni mucho menos. Ford, quien aseguró dedicarse a un oficio que sirve para "plantar semillas de optimismo y demostrar que la vida vale la pena", recuperó a José Ortega y Gasset para desplegar el espíritu de sus palabras, que no es otro que la génesis política –el encuentro con el otro- de la literatura: "La vida se nos da vacía, sólo existir se convierte en una tarea poética (…) Los actos poéticos son a un tiempo actos políticos".
"La vida se nos da vacía, sólo existir se convierte en una tarea poética (…) Los actos poéticos son a un tiempo actos políticos", dijo Ford
Ford reivindicó la necesidad de restaurar el valor de la palabra "política" para recuperar "la capacidad de vivir juntos" para que las sociedades no acaben, como en Estados Unidos –en alusión directo a la irrupción de Donald Trump en la arena política-, concibiéndola como un sinónimo de "egoísmo, cinismo, engaño, despropósito e infortunio". La literatura, dijo, es libre. "En una sociedad libre como la mía, y ésta, nadie te dice qué escribir (…) Porqué no tratamos de imaginar, como hizo Cervantes, de imaginar más. Por mucho que la sociedad nos obligue a imaginar menos".
Tras la intervención de Nuria Espert, quien aportó palabras de gratitud y una reflexión sobre su entrega al teatro y leyó pasajes de Federico García Lorca y Shakespeare (el Rey Lear , en catalán), la historiadora Mary Beard retomó las luces que había dejado encendidas Richard Ford con un discurso especialmente contagioso, por su tono celebratorio y lúcido al mismo tiempo. "No ser capaces de pensar en términos históricos, nos hace ciudadanos empobrecidos" y aunque la historia, dijo, no es un libro de respuestas actuales, "abre nuestros ojos a distintas perspectiva y alienta una cierta humildad cultural". Sin mencionar directamente el proceso de escisión de Reino Unido de la UE y a partir de una cita del un poeta inglés del siglo XVI, Johyn Donne, Beard ha cargado contra el denominado Brexit y ha puesto en valor la posibilidad de la cultura de generar unión allí donde ha de imponerse el individualismo. "Ningún hombre es una isla, es un fragmento del continente y me temo que mis compatriotas olvidan este mensaje".
"Ningún hombre es una isla, es un fragmento del continente y me temo que mis compatriotas olvidan este mensaje", aseguró Beard
En sus ocho categorías, los Premios Princesa de Asturias buscan distinguir a personas que ejecutan con su obra una aportación transformadora. La actriz Núria Espert (Artes), el fotógrafo James Nachtwey (Comunicación y Humanidades), la historiadora Mary Beard (Ciencias Sociales), el ingeniero Hugh Herr (Investigación Científica y Técnica), el triatleta Javier Gómez Noya (Deportes) y el escritor Richard Ford (Letras) han sido premiados junto a Aldeas Infantiles (Concordia) y la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático y el Acuerdo de París (Cooperación Internacional) son, según el jurado, un ramillete de seres que reúnen esos atributos y por esa razón estaban ahí convocados este viernes. Y algunos lo han demostrado doblemente esta tarde.
Entre la representación institucional en el acto estuvo la presidenta del Congreso, Ana Pastor; el presidente del Principado, Javier Fernández; el ministro de Educación, Cultura y Deportes en funciones, Íñigo Méndez de Vigo, y la directora Fundación Princesa de Asturias, Teresa Sanjurjo. Asimismo, asistió la reina madre Doña Sofía, largamente ovacionada por los asistentes a la ceremonia.