El Paul Mescal de este año y el Russell Crowe del 2000 eran dos gladiadores con un físico atlético, con un torso y brazos musculados, pero no en exceso, en la línea de los cánones de belleza masculina de este tercer milenio. Sin embargo, aunque habría luchadores con esta fisonomía, la imagen de los gladiadores más común sería la de hombres más robustos, más cercanos a un actual boxeador de peso pesado que al de un modelo de calzoncillos de Calvin Klein. Tendrían músculos gruesos y con una importante capa de grasa que le protegería de los cortes del adversario, según indican Fernando Lillo Redonet, doctor en Filología Clásica y María Engracia Muñoz-Santos, doctora en Arqueología Clásica, autores de Gladiadores. Valor ante la muerte (Desperta Ferro) que repasa la historia de estos icónicos luchadores.
El cine ha asentado una serie de tópicos sobre los juegos de gladiadores que cualquier cineasta se ve casi obligado a meterlos con calzador. En estas pelis de acción y palomitas, el espectador espera que el emperador dictamine la vida o muerte del gladiador con un movimiento de pulgar. Uno de los mitos más asentados y que carece de base histórica.
El origen de esta imagen surgió del 'Pollice verso', un cuadro de 1872 del pintor francés Jean-Léon Gérôme, que encabeza este texto y en el que el gladiador vencedor, pisando el cuello de su enemigo derrotado en el suelo, dirige su mirada a la tribuna donde las las vírgenes vestales apuntan al unísono con su dedo pulgar hacia abajo en señal de condena.
Contamos con dos fuentes literarias que dan origen a la expresión 'pollice verso', título del cuadro francés. “Juvenal habla de antiguos músicos del anfiteatro que con el tiempo se han hecho ricos y financian juegos de gladiadores, y que no tienen reparos en matar cuando el pueblo lo ordena «agitando hacia abajo el pulgar» (verso pollice). Por otro lado, el poeta cristiano Prudencio, en su deseo de mostrar que las vírgenes romanas son mucho más crueles que las cristianas, imagina, a comienzos del siglo V, a una de ellas entre el público que volviendo su pulgar [converso pollice], que revienten el pecho del hombre caído”, recoge la obra.
A partir de estas fuentes, los expertos en Roma han propuesto varias hipótesis, que como señalan los autores del libro no son más que meras conjeturas. Así, el dedo pulgar podría simbolizar la espada, por lo que si el dedo del gladiador apuntaba hacia abajo representaría el gesto de hundir el arma en el rival.Siguiendo con otras demostraciones de clamor popular, también existe la hipótesis de que se utilizaran pañuelos o servilletas, en base a un epigrama de Marcial. Y una última teoría que sostiene que el público gritaría "perdónalo" o "degüéllalo", basado en una inscripción.
Los juegos no eran otra cosa que un regalo del emperador a su gente para ganarse su favor
En lo que no mienten las películas es en representar los juegos de gladiadores como un espectáculo de masas que enfervorecía a la población como nuestros actuales partidos de fútbol. Sin olvidar nunca su importante peso político, razón primera de su existencia: “Los juegos no eran otra cosa que un regalo del emperador a su gente para ganarse su favor. Además, el gobernante era en última instancia el que decidía sobre la vida y la muerte del gladiador vencido, si bien debía tener en cuenta la opinión del público si deseaba gozar de su favor. Se esperaba del gobernante que participará con entusiasmo contemplando los juegos de acuerdo con su función y su dignidad, pero no todos se comportaron como debían”, señala la obra. Existían combates ‘sine missione’ en los que no cabía la posibilidad de otorgar perdón al gladiador derrotado, sin la posibilidad de pedir y conceder clemencia.
Esclavos, presos y personas libres
No todos los gladiadores eran personas obligadas a ello, junto a prisioneros de guerra, esclavos y condenados, también estaban los hombres libres que se comprometían y se vendían para ser gladiadores de forma temporal. "El oficio gladiatorio era muy lucrativo y podía servir para solucionar apuros económicos", destacan los autores que también dedican espacio para hablar de la existencia de luchas entre mujeres, las gladiatrices. Los propios gladiadores estaban orgullosos de su profesión y consignaban sus tumbas a la especialidad que pertenecían, el número de combates y victorias. “Los gladiadores eran despreciados por su condición social, pero a la vez profundamente admirados por un público fiel que podía incluso agruparse en una especie de ‘peñas’ que favorecieran a un grupo o equipo concreto”
Para la otra gran distorsión sobre los gladiadores hay que regresar al pintor francés Gérôme, pues de nuevo fue un cuadro suyo el que asentó la idea de que los gladiadores entraban en acción saludando al emperador con la frase: "Ave, Caesar, morituri te salutant" ("Ave, César, los que van a morir te saludan"). El cuadro de 1859, nombrado con la frase en latín, se popularizó en novelas, obras de teatro y películas. El origen en este caso sí que era una fuente antigua, en concreto un texto de Suetonio en el que unos prisioneros condenados a morir en una naumaquia pronunciaban la frase con la variante “Ave, imperator…”, frente al emperador Claudio que respondió “o no”.
Por último y aunque trasciende el ámbito de los juegos, también hay que desterrar la imagen del saludo con un brazo totalmente estirado como después hicieran los movimientos fascistas. Nuevamente no tenemos constancia histórica de que los romanos saludaran así.
Ave Caesar Morituri te Salutant, por Jean-Léon Gérôme (1859)