Farenheit 451, la temperatura a la que arden los libros, es el nombre de su obra más conocida. Escritor, guionista y en sí mismo personaje, Ray Bradbury (1920-2012) se convirtió no sólo en un autor, sino en un género literario. La ciencia ficción tuvo en él una de las voces más claras y potentes, aunque él mismo rechazó la etiqueta porque se sentía mucho más cerca del terror y la fantasía.
Bradbury nació un 22 de agosto de 1920 en Waukegan, Illinois, hace ya cien años. Durante la Gran Depresión se trasladó con su familia a Los Ángeles, ciudad que configuró su sensibilidad literaria y en la que vivió hasta el fin de sus días. Parte de esos primeros años en California aparecen reflejados en El vino del estío, un libro que transcurre en el verano de 1928 y en el que Bradbury evoca los veranos de la niñez y su gusto por la fabulación, que absorbió desde muy pronto gracias a los cuentos de Edgar Allan Poe.
Completamente autodidacta, Bradbury estudió hasta la secundaria. Comenzó a escribir muy pronto, mientras devoraba a William Shakespeare, Julio Verne, H.G.Wells y, sobre todo, a Edgar Allan Poe, que marcaría profundamente su camino literario. Sus primeros relatos los publicó en 1938, en distintos fanzines en los que colaboró. Pendulum, un relato de 1939 que rehizo junto a Henry Hasse en 1941, fue la primera historia por la que cobró como escritor.
A partir del año siguiente, Bradbury se dedicó a la literatura a tiempo completo, publicando distintas colecciones de relatos, la primera de ellas Dark Carnival (1947) y más tarde Crónicas Marcianas (1950), con la que alcanzó la fama mundial como escritor de ciencia-ficción, una etiqueta que él siempre rechazó, pues se consideraba un narrador más próximo a la fantasía que a la realidad. "La ciencia-ficción es una representación de la realidad. La fantasía es una representación de lo irreal", aseguraba.
La única de sus obras que sí consideró enteramente de ciencia-ficción fue Farenheit 451, la novela por la que siempre será recordado. Publicada en 1953, describía un sombrío y horroroso futuro: Montag, el protagonista, pertenece a una extraña brigada de bomberos cuya misión, paradójicamente, no es la de sofocar incendios, sino la de provocarlos para quemar libros. A la manera de una metáfora de los fascismos que recorrieron el mundo de entreguerras, en el país de Montag está terminantemente prohibido leer, porque leer obliga a pensar e impide ser ingenuamente feliz, y en el país de Montag hay que ser feliz a la fuerza.