Octubre de 2011. Tres personajes famosos pasean por San Cristóbal de los Ángeles, uno de los barrios más pobres de Madrid, donde muchos taxistas y repartidores de comida a domicilio se niegan a pasar a atender a sus clientes. Los nombres de esas tres celebridades sonarán a casi cualquier español: el cantante Dioni de Camela, el periodista deportivo Tomás Roncero y el futbolista Cristiano Ronaldo. Les une una visita al Colegio Navas de Tolosa, el mismo al que acudió el legendario delantero Raúl González Blanco. Ronaldo fue a visitar el áerea de niños como necesidades especiales, a quienes alegró unas horas con su compañía. Las motivaciones de su gesto son evidentes: él también fue un niño pobre en una zona desfavorecida de Funchal, la capital de Madeira.
Dioni tiene una capacidad especial para conectar con futbolistas de clase humilde, por ejemplo con David Villa, hijo de una familia minera asturiana. Pero el cantante de Camela solo tiene ojos para un equipo: el Real Madrid. Incluso grabó la versión arrumbada de 'Cómo no te voy a querer', junto al torero-peñista Toñín. Por supuesto, es la grabación más popular entre los aficionados del club blanco. ¿Por qué estamos contando esto en Vozpópuli? Obviamente, por la final de París, que sirve para preguntarnos quién merece en España la condición de “equipo del pueblo”. Se suele autoatribuir este título la hinchada del Atlético de Madrid, aunque sea una opinión en disputa. Otros señalan al Rayo Vallecano, por la retórica barrial y antifascista de sus seguidores más radicales. Mucha gente no compra estas opciones por una razón simple e intuitiva: ambos clubes pierden mucho y al pueblo no le gusta perder, bastante pierden ya en la vida, desde sus centros de trabajo hasta sus casas salpicadas de dramas a fin de mes.
Me encantaría decir que el equipo del pueblo es el Barcelona, club del que soy seguidor desde que tenía siete años, en 1979. Poco después de tomar esta decisión, en 1982, llegó al equipo Diego Armando Maradona, el futbolista más plebeyo de todos los tiempos. Siempre que algún familiar o conocido iba de vacaciones fuera de España, por ejemplo el típico viaje de bodas a Egipto de los ochenta, volvía diciendo que le habían rodeado un grupo de niños pobres gritando “¡Barcelona! ¡Maradona!”. Durante muchos años, incluso después de su muerte, Maradona fue el jugador más popular y populachero del planeta. Pero, seamos sinceros, aquí las clases bajas siempre han estado con el Real Madrid, aunque entre 2009 y 2010 pareciese que el mítico Andrés Iniesta podía cambiar las tornas. Ahora sabemos que ni siquiera él es capaz de semejante hazaña. Ese momento, además, confirmó que nunca se podrá aspirar a ser el equipo del pueblo español teniendo alergia a la rojigualda, síndrome que sufre el Barça.
Real Madrid, hambre y devoción gitana
Seguramente estas cosas se aprecian mejor desde fuera. Atendamos, por ejemplo, a esta entrevista reciente del rockero argentino Andrés Calamaro: “El Barcelona no es el equipo de la resistencia a la dictadura, ni el Atlético es un humilde equipo de barrio; eso es pura lírica inversa. (…) El antimadridismo representa lo más ramplón de la 'corrección política' aplicada al fútbol, lo que nos harta por infantil y oportunista. La mitad de los madridistas son republicanos de izquierdas, trabajadores en sindicatos y/o rockeros de postín; presumir de galones atléticos —o de rebeldía culé— no es hablar de fútbol; los colchoneros son casi la mitad de los madrileños y los culé son la mitad de la burguesía catalana y la cancha llena de turistas”, destacó en una charla de noviembre de 2021. "El Real Madrid es el equipo del pueblo", concluía.
Cuando la vida te trata mal, lo normal es engancharte a algo tan enorme, eficaz y épico como el Real Madrid
Como periodista cultural, me he encontrado decenas de veces con encarnaciones populares del Real Madrid. Por ejemplo, la del cantaor flamenco José Mercé, que ha grabado una versión preciosa del himno y que insiste siempre a Florentino Pérez en que “hay que fichar hambre” (jugadores 'de abajo' con ganas de comerse el mundo a través del balón). Comprendí más todavía el carácter popular del equipo blanco charlando con el crítico de flamenco y periodista de investigación Alfredo Grimaldos, comunista insobornable al que bautizaron en honor a Di Stéfano, el jugador más querido de la historia del club. Grimaldos disfrutaba el boxeo, los toros y el flamenco tradicional, sobre todo el de su amigo José Menese y el de las grandes dinastías de Jerez.
El periodista madrileño nos dejó un puñado de libros clásicos, entre ellos su Historia social del flamenco (2010), el combativo La CIA en España (2006) y también Flamencos en el ferrocarril (2017). Ganó perfil mediático gracias a ensayos feroces contra Eduardo Zaplana y Esperanza Aguirre, que estuvo considerando demandarle. Cuando te acercabas a hacerle una entrevista, te citaba en el barrio de Ventas y compartía historias hipnóticas sobre fútbol, gitanos y policía mientras despachaba copas de orujo blanco. Alfredo había perdido mucho, baste decir que una de sus frases emblemáticas era esta: “Los comunistas estamos en vías de extinción, como el lince ibérico”. Cuando la vida te trata mal, lo lógico es engancharte a algo tan enorme, eficaz y épico como el Real Madrid.
Otro joven comunista conocido, el politólogo y youtuber Santiago Armesilla, considera que el Real Madrid es víctima de una leyenda negra, donde “se minimiza su carácter popular y se exagera su relación con la derecha”. Armesilla recuerda que la franja morada del escudo clásico está conectada con la República y que el club tuvo dos presidentes marxistas. También argumenta con datos que el F.C Barcelona tuvo una relación de cariño y complicidad con el franquismo y Falange comparable a la del Real Madrid. “Un fascista tan importante como Ramón Serrano Suñer, cuñado del Generalísimo, era un declarado culé y antimadridista”, explica. También fue balugrana José Solís Ruiz, conocido jerarca del movimiento, que recibió el apodo de“la sonrisa del régimen”. Otro ejemplo palmario de franquista culé es José Antonio Samaranch, artífice de las olimpiadas de Barcelona 92, entre otros éxitos internacionales de nuestro deporte.
Pero dejemos de hablar del pasado. El Real Madrid es un club 'inhipsterizable', por mucho que cuente entre sus seguidores con nombres tan chic como Xabi Alonso, Iñigo Errejón, Antonio Escohotado y la revista Jot Down. En 2013 se supo que futbolistas cool como Esteban Granero y Alonso se reían de Marcelo y Sergio Ramos porque cantaban demasiado en el vestuario el reguetón “Te pintaron pajaritos", de Yandar & Yostin, cuando otros preferían grupos indie como Wilco, Russian Red y Belle & Sebastian. La pelea solo podían ganarla los de abajo: de hecho, Ramos se transformó por sorpresa en el mayor difusor mundial de flamenquito, convirtiendo en superventas himnos como “La isla del amor”, del desconocido Demarco Flamenco, solamente por sonar en la cuenta de Instagram del excapitán.
Hoy la tradición continúa: el legendario pase a la final de 2022, venciendo al Manchester City, se celebró esta vez a ritmo de “Pepas”, polémico himno del reguetonero Farruko. Vivimos un nuevo apogeo del Madrid nacional-popular que representaron iconos callejeros como Juanito, Guti y Zidane, a quien hace poco le dedicó una canción el rapero macarra Ayax. "Il cento per cento, desde el inicio/ Presión en el noventa, Raúl González, sacrificio/Estamos en el descuento y celebramos hasta los córners/ Hasta que pite el árbitro aquí nadie está conforme", reza una de las rimas. ¿Conclusión? Nos espante o nos encante, el Real Madrid es el club del pueblo en España. Y parece evidente que tiene gasolina para seguir siéndolo unos cuantos años más. Quizá siempre.