Ella no es un Premio Planeta o un Biblioteca Breve; que lo es. Tampoco la mujer que trabajó con el editor Carlos Barral y fundó luego su propia editorial, La Gaya Ciencia; que lo es. Ni la que trabajó como traductora en la ONU y se dedicó en su madurez a la escritura y dirigió la BiBlioteca Nacional; que lo es. Ella es todo eso y más. Es Rosa Regàs (Barcelona, 1933). Una especie de pelirroja inspiración. Alguien capaz de arrancarse de lo convencional, del confort de quienes aseguran no poder elegir, de la embolia de la certezas. Ella, como el rojo de su cabello, avanza con la fuerza y la belleza de algunos incendios.
Como el rojo de su cabello, Rosa Regàs avanza con la fuerza y la belleza de algunos incendios
La escritora llega a Madrid desde Barcelona. A la una menos cuarto del mediodía atraviesa un lobby de muebles anémicos. Aunque su viaje comenzó a las cuatro de la mañana –Regàs vive en el Ampurdán-, no hay mayor mella en su aspecto que dos mechones díscolos de pelo rojizo y una cierta prisa que se disuelve nada más comenzar la conversación. La trae a la ciudad la promoción de Amigos para siempre (Now Books), la tercera entrega de sus memorias, aunque ella prefiere referirse a este texto como sus “recuerdos”. Es más honesto y menos autocomplaciente, piensa.
Tras el primer volumen, Entre el sentido común y el desvarío (Now Books), dedicada a los años de infancia, y a la que siguió Una larga adolescencia (Now Books), Amigos para siempre se centra en los años cincuenta y sesenta, décadas tiznadas por el franquismo y la represión, que terminan por encenderse en las amistades y experiencias de aquellos días. Son los tiempos en los que una jovencísima Regàs –casada y con dos hijos-, se matricula en la Universidad donde coincidirá con Miguel Barceló, Salvador Clotas y Paco Rico; los mismos en los que conocerá en las "sobrasada parties" a Carlos Barral, Manuel Vázquez Montalbán o Jaime Gil de Biedma; años que habrán de terminar jugando al ajedrez con Marcel Duchamp en Cadaqués.
Amigos para siempre se centra en los años cincuenta y sesenta, décadas cenizas, tiznadas por el franquismo y la represión.
En este volumen, el lector acude a los viajes somnolientos de Rosa Regàs camino a la Facultad. Con la cabeza apoyada sobre el cristal, la bolsa llena de libros y los meses de preñez jalonándole el cuerpo como la cuesta al autobús. Pero también la imagen de ella conduciendo una Harley Davidson ganada en una apuesta o de pie, en el salón de su casa, lista para presidir la proyección clandestina de El Acorazado Potemkim a sus compañeros de universidad mientras Eduard, su marido, mira con preocupación la moqueta. Con tantos cigarrillos, seguro la quemarán. Pero en aquella sala no se movió ni un músculo. Tampoco nadie encendió nunca un cigarrillo.
Esos son algunos de los temas de estas páginas y de esta entrevista. Tenía razón Clarice Lispector cuando decía que ser pelirrojo era un acto involuntario de rebeldía. Y ha de ser el tono cobrizo de algunas cabelleras, de algunas almas, que saben llevar la contraria a los días de lluvia. A las décadas cenizas, tiznadas de oscuridad y represión.
-Se resiste a llamar a estos libros memorias. Son recuerdos, dice. ¿A quién leemos en esta entrega? ¿A la joven que comienza a madurar, a la que siente que hay más por ver?
- Falta mucho por contar en estos libros. Aquí cuento la época de aprendizaje. De esa época queda todavía algo más que contar y que vendrá: los años en que fundé La Gaya Ciencia, que estuve en Arquitecturas Bis. Y… luego las Naciones Unidas y la otra vida que empecé, cuando tenía 50 años, que me dediqué a ser escritora.
-Hay imágenes preciosas en el libro: usted quedándose dormida embarazada en el autobús que la llevaba a la universidad, pero también ganándole una Harley a un amigo en una apuesta. Da la impresión de que su carácter siempre ha sido como su pelo …
-Bueno, ya. Ahora lo llevo arreglado por aquello de tapar las canas y eso.
"Cuando yo empecé a querer saber quién era y que el mundo era ancho y maravilloso, estaba en mi casa, con mis niños"
-Había una necesidad mucho mayor a las limitaciones a las que estaba sometida.
- Cuando yo empecé a querer saber quién era y que el mundo era ancho y maravilloso, estaba en mi casa, con mis niños (a los que he querido por encima de todo, porque no se trata de eso). Entonces pensé : mi cadáver pasará por esa puerta. Y el mundo es ancho y maravilloso, y hay tantas cosas que no conoceré nunca… ¡No me podía conformar! Ese fue el batiburrillo del que salieron las ganas estudiar para ganarme la vida, para poder ser independiente.
-Estas páginas provienen después de los volúmenes sonde narra la áspera infancia, también la adolescencia. Rosa Regàs que se cuenta en este libro, se enfrenta a sus grandes primeras decisiones.
-Sobre la infancia, debo decir que, en general, yo no he sido nunca una persona amargada. Cuento las cosas que me han ocurrido, algunas terribles, pero que en 1940 le pasaba a millones de personas. España estaba sometida a una presión y miseria brutales. Aquí no se consiguió el PIB del año 1936 hasta 1957, quiere decir que pasamos hambre, de muchas maneras. La represión, la persecución, las muertes… Pero a veces pienso que la capacidad de curiosidad y las oportunidades que tenía, además de mi idea de que la vida es un regalo, me ha hecho una persona poco resentida. Tengo más resentimiento hacia algún amigo que me ha traicionado que por las situaciones que viví.
-Hay una anécdota: en sus años de universidad, proyectó el Acorazado Potemkin en la sala de su casa, donde vivía con su marido y sus niños. Algo bullía en la Barcelona de esos años, ¿pero qué exactamente?
-Había muchas ganas y mucha confianza en que cuando se acabara la dictadura, recuperaríamos el camino de la legalidad y podríamos empezar a ser demócratas y gobernarnos de una manera más racional. Pero las cosas fueron como fueron. En España, los que tenían poder (el ejército, la iglesia, los terratenientes, los empresarios) estaban de acuerdo con la dictadura y no estaban dispuestos a perder los privilegios que esta les había dado.
"Había muchas ganas y mucha confianza en que cuando se acabara la dictadura, recuperaríamos el camino de la legalidad y podríamos empezar a ser demócratas"
-Usted conoce a Barral, Gil de Biedma, a Vázquez Montalbán en las llamadas Sobrasada parties… ¿Hay algo de impostura, o acaso ironía, en todo aquello?
-Era una manera de encontrarse. Era una broma que hacía la persona que invitaba. La excusa es que él venía de Mallorca y traía unas sobrasadas buenísimas. Las servía en estas reuniones con los poetas, a las que llamaba las Sobrasada Parties. Lo decíamos para imitar la manera de hablar de entonces. Era más bien una ironía.
-Hace un año Colita dijo que el hecho de que todavía nos llame la atención la foto de Herralde con sus dos secretraias enseñando las bragas es una muestra de que aun somos conservadores.
-Claro… A ver. Nadie se escandalizaba por eso. Era una broma. Hacíamos muchas. Colita fotografió muchas bromas. Predominaba la ironía, ya fuese al momento de hablar de un escritor o un pintor o de una persona que había tenido éxito. Lo hacíamos muchas veces con sarcasmo.
-¿Aquel mundo dejó de existir?
-Yo creo que sí… -hace una pausa en la que repite la frase, yo creo que sí, yo creo que sí… y se queda en los puntos suspensivos como quien agarrar carrerilla- … que dejó de existir.
"Nadie se escandalizaba por eso. Era una broma. Hacíamos muchas. Colita fotografió muchas bromas. Predominaba la ironía"
-¿Por qué? ¿Dónde ve los signos de esa desaparición?
-Yo me marché de Barcelona en el año 82, en el 75 había muerto franco. El Nacionalismo no había ganado la fuerza que tiene ahora, pero… ahora que me lo pregunta, pues… No sé lo que pasó.
-¿Algún signo de la actualidad que sirva de clave?
-En este momento no hay el miedo que existía al franquismo, pero hay otro miedo. Al menos en Cataluña. Y se trata del miedo a que no te consideren patriota. Hay otros miedos, y la gente sigue callando. La gente se quedó muda cuando el incendio del Liceu; cuando se demostró la enorme una fortuna que Jordi Pujol tenía fuera; cuando vimos que al señor del palacio de la música todavía no ha sido juzgado y se pasea por la calle tranquilamente. La gente se queda especialmente muda frente al independentismo. Hay unos que lo defienden ferozmente pero la mayoría calla. Todo eso es una manera de asimilar una situación de crisis, una respuesta a un gobierno excesivamente neoliberal. Con respecto al independentismo, la gente dice: ‘nos vamos’. Pero no eran capaces de ver que se iban a lo mismo. Los que dirigían el independentismo eran lo mismo.
-Los años que retrata en su juventud dejan ver cómo en su generación existió una persistencia del compromiso social y político. ¿Con qué más se comprometían?
-Con la profesión. Yo lo viví muy de cerca con Carlos Barral. En aquellos años él creó los Premios Internacionales de Literatura y el Premio Formentor, con editoriales del valor que tenían Einaudi, Gallimard... Pero también lo viví con Arquitectura Bis, una publicación comprometida con el movimiento moderno.
"En aquel entonces estábamos comprometidos con la profesión. Yo lo viví muy de cerca con Carlos Barral"
-¿Será en aquellos años de universidad donde florezca su idea de compromiso?
-No lo sé. La universidad, tal y como yo la viví, estaba muy constreñida, muy vigilada. La gente iba con miedo. Manuel Sacristán dio un curso sobre existencialismo, marxismo y neo-positivismo y no dio más. Lo apartaron de la universidad. Se han hecho muchas injusticias con profesores, porque había miedo. A la gente que hablaba mucho, la cargaban. Te quitaban el pasaporte, a Carlos Barral se lo quitaron cientos de veces. Tuve que acudir yo en su lugar a premios y encuentros internacionales, porque él no tenía pasaporte.
-Asegura en el libro que nunca se ha hecho honor a la capacidad de trabajo de Carlos Barral
-Carlos Barral es uno de los grandes genios de la edición. Hay otro muy importante, que fue José Janés. Ellos han sido dos genios comprometidos con el trabajo. Y lo eran, de la forma en que se comprometía la gente durante la república. Por ejemplo, todo el proceso pedagógico mostraba ese compromiso: con la educación, la pedagogía. Nada de eso existe hoy. El compromiso ha desaparecido. El franquismo entendió que esos maestros eran peligrosos, precisamente porque estaban comprometidos, y los condenó al ostracismo total.
-A la izquierda de la gauche divine se le reprocha una cierta frivolidad. Era un mundo en el que convivían una revista literaria y Boccacio, la discoteca. Era a su manera normal y a la vez inverosímil.
-Pero es que ese mundo no se acababa aquí. La gauche divine fue lo más conocido. Pero si te ibas a cualquier discoteca de Barcelona, se vivía de la misma manera que en Boccacio, pero con otras particularidades. Lo que se ha llamado la Gauche Divine fue la última manifestación de un movimiento universal, que era el movimiento haz el amor no la guerra, diviértete, ama tu profesión. Era otra manera de entender las cosas.
"La Gauche Divine fue lo más conocido. Pero si te ibas a cualquier discoteca de Barcelona"
-Pero existe, todavía hoy, una especial antipatía por la Gauche Divine…
-Claro. Eso lo dicen los moralistas. Pero es que a los moralistas no les ha gustado ni la Gauche Divine ni nada. Los mismos que arremetieron contra Carlos Barral o contra Jaime Gil tienen en este momento una idea poco clara de las cosas. Defienden una guerra civil que en nada tiene que ver con la verdad. Creen que eran un grupo de locos que se pelearon hasta morir. Son los mismos, los moralistas.
-¿Tiene algún reproche que hacerle a su generación, a la militancia ideológica de su generación?
-No. Tengo reproches que hacerme a mí misma. Y tampoco diría reproche, porque no somos culpables, ya que somos el fruto de 40 años de dictadura, pero sí hay algo que reclamo: el silencio. Ante cualquier cosa la mayoría de la gente elige el silencio. Unos porque tienen miedo: a que los traten de poco patriotas, a perder sus privilegios, a comprometerse. Todos, o mejor dicho la mayoría de la gente, tiene como reacción el silencio. Ese es el reproche que haría.
-¿Por qué dice que no son culpables?
-Decía Kapuściński que un país que ha estado sometido a una dictadura necesita cien años para recuperar el pensamiento democrático. Y nosotros llevamos apenas 40. Nos falta muchísimo.
"Decía Kapuściński que un país que ha estado sometido a una dictadura necesita cien años para recuperar el pensamiento democrático"
- A raíz de la Primavera de Praga, la izquierda sufre fracturas y revisiones que usted vivió. ¿Qué piensa de la izquierda actual, incluso de la izquierda catalana?
-La izquierda juega con desventaja, siempre. Lo primero, porque no se basa en la obediencia. La izquierda es abierta y todo el mundo está llamado a pensar y juzgar por sí mismos. Por tanto salen cantidades de miradas distintas. Por otro lado, la izquierda nunca tiene el poder. Suelen tenerlo la derecha, porque tiene el dinero y el poder. Llámelo neoliberalismo o capitalismo, como quiera, pero la derecha es lo que manda en este momento.
-¿Cómo queda esa idea, por ejemplo, en el desmoronamiento del bipartidismo? Ambos –izquierda y derecha- se caen a pedazos.
-No creo que el bipartidismo se haya desmoronado. El tiempo político es como el tiempo geológico. Va de otra forma. Es cierto que el bipartidismo está en crisis y acabará hundiéndose pero no sabemos cuánto tardará. Es verdad que tendremos algún día una república, pero yo no la veré.
-Entre algunos de los miembros de su generación, se percibe un discurso pesimista, acaso un cansancio, un poso de escarmiento de la experiencia.
-Ya... aquello de que cualquier excusa es buena para no seguir cuando se está cansado. Eso de: estoy cansado porque son unos corruptos, estoy cansado porque a ver si aprenden que no voy a votarles más, estoy cansado porque. Esa idea de que haga lo que haga, todo seguirá igual.
"Es cierto que el bipartidismo está en crisis y acabará hundiéndose pero no sabemos cuánto tardará"
-No me refiero tanto a eso, es insisto, un descreimiento, parecido al de Félix de Azúa en sus últimos libros.
-Lo que pasa es que Félix de Azúa está resentido. Su caso es distinto. Él nunca ha sido una persona políticamente comprometida. Ha sido progresista, eso sí, pero no ha tenido una posición política comprometida.
-¿Y Juan Marsé?
-Marsé tampoco. Ha vivido un poco al margen. Ha estado comprometido con su trabajo, pero no políticamente.
-Intentaré enfocar esa misma pregunta desde el papel del editor. Pedro Salinas, en su libro de conversaciones con Juan Cruz, trasmite una sensación también áspera, de cierta estafa o amargura..
-Normal que te pase eso cuando estás toda la vida trabajando y no ganas nada. Eso genera una cierta amargura política.
-¿Y en el caso de Mario Muchnik, por ejemplo?
-Sigue en la brecha.
"Gabriel García Márquez vivió cuatro años en Barcelona y ni siquiera han colocado una placa. Esto no pasa en Inglaterra"
-Insisto tanto porque en este volumen persiste la idea de que la edición entendida como compromiso y prescripción no ha hecho más que traer amarguras a quienes se dedicaron a ella.
-Tiene razón. Porque así ocurre. Se lo explico de esta manera… Cataluña es el reino de la desmemoria. Gabriel García Márquez vivió cuatro años en Barcelona y ni siquiera han colocado una placa. Esto no pasa en Inglaterra. Los niños que estudian en catalán desconocen a los escritores de la época de la república y los anteriores a ella y mucho menos a los escritores de los años posteriores . A Carlos Barral no se le ha hecho el más mínimo caso. A Jaime Gil de Biedma algo más, pero no oficialmente. Ha sido la gente, los lectores de su poesía. Es de vergüenza.
-Industria editorial. Es cierto que comenzó en los ochenta un proceso de concentración, pero hoy se ha perdido completamente de perspectiva. Además de la sensación de que se publica mucho más de lo que el mercado puede absorber.
-Eso ha pasado toda la vida. Eso fue lo que Barral explicaba constantemente. El problema es que en este país se cree que la solución es publicar más libro, cuando se trata de tener más lectores. España es el país que más títulos publica y el que menos lectores tiene. Eso crea una dinámica brutal. Las editoriales están obligadas a seguir publicando para compensar la poca venta del libro que acaban de lanzar. Pero… ¿quién le pone el cascabel al gato? Ahora se publican 100.000 títulos al año y en la época en que yo estaba se publicaban 50.000 o 60.000 a lo mejor en número se expresa más pero somos más habitantes. La idea es la misma: publicar para compensar las pérdidas del libro anterior.
"Eso fue lo que Barral explicaba constantemente. Las editoriales están obligadas a seguir publicando para compensar la poca venta del libro que acaban de lanzar"
-Usted conoce de primera mano la BNE. ¿Alguna vez podrá remontar la institución?
-No se le ha hecho caso, en absoluto. Cuando llegué, entre personal y empresas externas, había mil personas y un gerente y una directora técnica. Se creaban reinos de Taifas.
-Pero hay vías y proyectos para que, como el Prado, la Biblioteca Nacional tenga autonomía
-No se recuperará en un país en el que el problema no es que los políticos no les den cancha, sino que sencillamente no saben lo que es. Los políticos españoles piensan que la cultura son inauguraciones. Pero es otra cosa. Es algo que está en los `planes de estudio, en al vida diaria…
-Sobre las partidas de ajedrez con Duchamp de las que habla en el libro. ¿De verdad nunca le ganó al ajedrez?
-No. Ni una. Es que él era buenísimo. Yo iba, me decía te dejo pensar un rato, pero perdía. A mí me daba igual, yo era vecina, y amiga suya y de su mujer, Tini. Ella llevaba el pelo teñido de rojo. Y me decía: cuando seas mayor me recordarás, tendrás que teñirte el pelo para tener tu color.
"La Biblioteca Nacional es lo mejor que he hecho en mi vida"
-No está bien esa idea melancólica de que todo tiempo pasado fue mejor, pero nadie nos asegura que el futuro vaya a mejor. ¿Qué piensa?
En mi vida pública hay dos grande hitos, dos cosas que me hacen feliz: la Barcelona abierta que siempre nos echan cara, donde existía el franquismo pero un sentimiento de ansia de libertad tremendo y luego mis años en la Biblioteca Nacional, que es lo mejor que he hecho en mi vida. Ni escribir, ni publicar: aquellos años. La biblioteca Nacional necesita tanto, que se hace poco a poco y no se ve. Lo mío fue un granito. Digitalizamos, pusimos la única cabeza de Antonio Machado que hay en este país, iluminamos, dejamos entrar a todo el mundo porque considerábamos que era del pueblo no de unos señores. Eso lo conseguimos un equipo de cinco grandes mujeres. He hecho mucho: la ONU, viajes a África, Japón, los libros. Pero la sensación de plenitud ocurrió en esos dos momentos.
UNA CONVERSACIÓN POLÍTICA...
Rosa Regàs siempre ha dejado sus ideas muy claras. Tanto en sus libros de ensayo como en sus novelas. También en su actitud vital. "Pertenezco a la reserva de quienes sólo izarían banderas si estuvieran prohibidas, y sin embargo tengo la lágrima fácil y cualquier gesta intrascendente, cualquier estúpida heroicidad me hace llorar", dice de sí misma. Que ella es un incendio prodigioso es posibe constatarlo en muchas de sus palabras, estén impresas o sean de viva voz. El compromiso. La capacidad de rebelarse con algún propósito. La simple idea de que resistir no basta. Desde la clave autobiográfica de Azul (Destino, 1994), La canción de Dorotea (2001) o Música de cámara (2013) hasta El valor de la protesta (2004) y La desgracia de ser mujer.
-Al comienzo le dije que en los pelirrojos existía algo subversivo, atípico. En su caso, ocurre. El lector lo ve en estas páginas: ¿las mujeres de su época tenían mucho más que conquistar que nosotras?
-Yo viví aquello: la necesidad de independizarme, de trabajar. Ahora hay motivos exactamente iguales para hacerlo… ¿Cómo puede ser que en una democracia como en la actual las mujeres cobren 25% menos que los hombres? ¿ Cómo puede ser que el 20% de la población de España esté pasando necesidades y hambre…? Todo esto necesita una lucha, ¿por qué no luchamos ahora? Porque nos han metido el veneno del consumo. Se ha hecho sobre nosotros una labor de atontamiento, mejor dicho, de ensoñamiento. He conocido a una chica que pensaba que su marido le pegaba porque la quería. ¡Esto parece la era de las cavernas! En mi época, venía la iglesia y decía: 'aguanta hija, por la familia, aguanta'. Pero sabíamos que no estaba bien. Hemos estado sometidos. Sí, con el gasto, con tener cosas, trajes, con las maquinitas con las que juegan los niños todo el rato, con el paro, con una educación que no está a la altura. Hemos entrado en una época de ensoñación y no somos capaces de ver cómo la realidad que vivimos es atroz. La gente es desahuciada de sus casas, hay recortes que se llevan por delante las guarderías para las familias, los comedores.
-Ya, pero también es cierto que blandiendo estas banderas muchos han pretendido hacer ideología y si me apura populismo.
-¿Algunos? ¿Cómo cuáles?
-nadie puede estar en desacuerdo con la igualdad o la dignidad, pero la a irrupción de Podemos y otros actores tienen una candidez, una simpleza, que da qué pensar
-No. Creo en el asunto de Podemos y de las mareas y las personas que se unen para cambiar las cosas y luchar contra este neoliberalismo brutal que nos tiene cogidos por todas partes. Estoy a favor de quienes quien luchar contra eso. ¿Que Podemos tienen defectos? Claro, quién no los tiene. Y una prueba de que Podemos está en lo correcto es que los grandes poderes grupos han ido en su contra.
-Podemos parece gozar de la ayuda de algunos factores de poder
-¿Cuáles?
-A3media con la Sexta, por ejemplo. Les han dado mucha visibilidad
-Bueno, los invitan a que expliquen lo que hacen como lo hacen con los demás. Hablan tanto del Señor Rivera como de otros. Te aseguro que los poderes no quisieran que ellos tuvieran ni eso.