Martes, nueve y media de la noche. Los altavoces del Palacio de los Deportes de Madrid atruenan con "Tú mirá", el clásico de Lole & Manuel que enamoró a Quentin Taratino y que la superventas global Rosalía ha escogido para calentar el ambiente antes de saltar al escenario. Como era de esperar, todo el público eleva su móvil al cielo para inmortalizar el momento, una estampa similar a la de julio de 2019, cuando la catalana reinaba en el escenario grande del festival Mad Cool en Ifema. En cualquier caso, la estrategia va a ser muy diferente: hace tres años venía con banda y esta vez solo con bailarines. Por extraño que parezca, el concierto va a resultar más intenso en el segundo formato: si en 2019 asistimos a algo parecido a una fría gala de televisión, esta vez pareció más un robusto concierto de hip-hop o un musical desgarrador inspirado en conflictos y amores callejeros.
La adrenalina bombea ya desde el primer minuto, cuando atruena "Saoko", ese bombazo construido con la plantilla de Daddy Yankee y Wisin & Yandel sobre la base de "I ain't going out like that", de los raperos fumetas angelinos de los noventa Cypress Hill. Sigue la sentimental "Candy", en la onda del artista chileno Dinamarca, poniendo el contrapunto romántico. Durante casi toda la noche, Rosalía reina vestida de cuero rojo y el público le aplaude hasta cuando se limpia las gafas de sol, por ejemplo cuando ataca la tórrida bachata "La fama" y el Palacio de los Deportes se vuelve verdaderamente loco por primera vez. A lo largo del show, encontramos algún detalle imperdonable, por ejemplo que nadie haga en directo las voces de sus colaboradores en los duetos, pero a nadie parece importarle demasiado.
Recordemos que en aquella noche de 2019 los músicos flamencos nunca contagiaron del todo su arte al público porque estaban demasiado constreñidos por el guión del espectáculo y El Guincho llegó a bostezar mientras manejaba en el ordenador las bases de las canciones de Rosalía. En 2002 se confío todo al volumen, a la destreza de los ocho bailarines y la carisma de la voz de la artista. Los musiqueros más veterano solemos sentirnos algo incómodos ante este tipo de apuestas sonoras, pero es verdad que son habituales en muchos artistas de hip-hop: ahora mismo recuerdo a Missy Elliott en La Riviera en 2006, donde algún compañero bromeaba con que la próxima vez habría que enviar al crítico especializado en danza en vez de al de música. En todo caso, funcionó mejor que su anterior gira, dando la razón a la apuesta de nuestra artista joven más internacional.
Rosalía y el reguetón
Aunque el programa de la noche está muy marcado, Rosalía hace un par de guiños a Madrid y hasta le canta feliz cumpleaños a Álvaro, un joven de la primera fila que se lo ha pedido desde una pancarta. No solo eso, sino que le permite coger el micrófono y hacer de Bad Bunny en "La noche de anoche", que el fan -pintado como para ir al Rocky Horror Picture Show- canta con escasa habilidad pero máxima entrega. La artista también saluda a otra fan cuya pancarta explica que ha hecho un trabajo de fin de máster sobre Rosalía. Son pequeños momentos espontáneos de un espectáculo calculado al mílimetro que no da respiro al espectador y se las apaña para repasar en menos de dos horas los numerosos éxitos de la artista catalana. La diva pop apenas empuña una guitarra unos minutos o acaricia un piano para "Hentai", su canción más sucia y cariñosa, donde vuelve a derretir al entregado estadio.
Rosalía ofrece en 2022 un directo a la altira de su prestigio, que no es poco; se pueden cuestionar algunas decisiones, pero el público ha vibrado y sale sonriendo del Palacio de los Deportes
Uno de los momentos estelares de la noche es su tributo al reguetón clásico, donde suenan "Papichulo" (Lorna) y "Gasolina" (Daddy Yankee), entremezcladas con su colaboración con Ozuna, "Yo x ti, tú x mí". Los fans aúllan (ellos y ellas) cuando Rosalía les da la espalda para perrear en minifalda. Otra versión destacada, que no genera tanto entusiasmo, es "Delirio de grandeza" del cantante cubano Justo Betancourt, una preciosidad más hecha para escuchar en la cama que en un estadio. La ausencia de la voz de Balvin o alguien en su registro en "Con altura" también resta pegada a ese éxito. El momento menos logrado seguramente sea el ataque a "Blinding lights", exitazo global de The Weeknd que entre este repertorio suena un poco metida con calzador, como una anuncio de Pablo Alborán que salta a traición en Spotify mientras estás escuchando una playlist de trap crudo.
¿Conclusiones finales? Rosalía ofrece en 2022 un directo a la altura de su prestigio y estatus, que no es poco. Se pueden cuestionar algunas decisiones, pero la inmensa mayoría del público ha vibrado y sale sonriendo del Palacio de los Deportes. La traca final incluye canciones tan diversas como "Chicken Teriyaki" (frenética) y "Sakura" (dulcísima), que cumplen su cometido de servir de despedida grandiosa. De vuelta a casa, me viene a la cabeza una frase de Martin Amis sobre Madonna donde explicaba que el éxito de la cantante italoamaericana no estaba en su olfato para la innovación, ni en su sex-appeal, sino en su capacidad protéica: el talento para convertirse y mutar exactamente en el personaje que desee, siempre en sintonía con la cultura pop global. Nuestra venerada Rosalía posee también ese poder mágico y no parece dispuesta a desaprovecharlo. Mañana vuelve a repetir concierto en el mismo recinto.