Cultura

El Príncipe de Asturias para Miyamoto plantea el debate 'celebridad' vs. cultura en los premios

Considerar el videojuego una categoría cultural inferior es tan arbitrario como extemporáneo. Sin embargo, el reconocimiento al nipón por encima del filósofo Morin plantea la duda sobre si los premios privilegian la popularidad del galardonado a su obra.

Los miembros del jurado de los Premios Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades decidieron otorgar el reconocimiento de este año al diseñador de videojuegos japonés Shigeru Miyamoto. Todos coincidieron en valorar que los videojuegos creados por el nipón son “didácticos y no violentos”.

Su obra más icónica, Super Mario,  que la mayoría de los medios ha  descrito  como un fontanero "italiano bajito y feo, pero simpático y amable, empeñado en salvar a una amada princesa que no le corresponde”, ha creado sin embargo todo un discurso visual al que los críticos culturales han dedicado páginas y páginas en los últimos 30 años.

Más allá de los aportes y las dudas que el videojuego introdujo en la noción del observador-participante dentro de la cultura visual, en el debate sobre los Premios Príncipe de Asturias no puede dejarse de lado que Miyamoto competía contra Edgar Morin, el filósofo francés que ha entroncado su reflexión con el cine, así como contra la Agencia Magnum de la que formaron parte Robert Cappa y Henri Cartier-Bresson.  La naturaleza del veredicto en ese sentido requiere para muchos, al menos,  un breve ejercicio de interrogación.

¿Privilegian estas decisiones la popularidad del ganador por encima de lo creado?

Al respecto, figuras como Arcadi Espada, que se han dedicado a pensar en la amplitud del mundo cultural en un momento de desafíos digitales y de predominio de la concepción tecnológica del mundo, manifiesta no verlo como “un  premio equivocado” e  incluso, agrega el director de Ibercrea que Miyamoto “es el máximo responsable de que los videojuegos hayan alcanzado una dimensión bastante más interesante que la de matar marcianitos”.

“Lo que él hizo con los videojuegos es lo que ahora se debería estar haciendo con los libros digitales, solo que él lleva algunos años de ventaja. El antecedente directo del iPad no es la Palm. Es la NintendoDS. La dedicación y la investigación de Miyamoto tiene otras aplicaciones, y así creo que deben medirse las cosas, a veces. Su trabajo ha trascendido el mundo del videojuego y en el aspecto económico ha ampliado exponencialmente lo que antes era un mercado bastante delimitado”, ha dicho Espada a Vozpópuli

Al plantear la duda ante este tipo de decisión o incluso ir más allá y poner en perspectiva la reciente afición de los veredictos del Príncipe de Asturias por personajes que se caracterizan por su enorme visibilidad, Jorge Carrión, escritor y autor especializado en la crítica cultural, autor de obras como Teleshakespeare (2011), plantea por respuesta la necesidad de separar al premiado de la institución que reconoce.

"Carrión: La influencia en la cultura libresca, erudita, y la influencia en la cultura popular tienen que ser equiparables"

“Hay dos cuestiones: una es la necesidad que tienen los premios de que el público reconozca inmediatamente al premiado; la segunda es la necesidad que tienen los medios de explicar al público quién es el premiado. Quiero decir que la aportación de Miyamoto a la cultura contemporánea es mayúscula, no sólo por Mario Bros, sino por el videojuego entendido como cultura. Pero sí es cierto que parece que el propio jurado busque el titular”, comenta Carrión.

Dejando de un lado affaire Miyamoto, y de cara a la pregunta de fondo –¿privilegian estas decisiones la popularidad por encima de lo creado?- resultaría necesario preguntar si pueden llegar a compararse un Premio Príncipe de Asturias de las Letras a Leonard Cohen en 2011, por ejemplo, con un Claudio Magris en 2004, tanto Carrión como Espada coinciden.

“Sí, son comparables –responde Carrión-. Porque la influencia en la cultura libresca, erudita, y la influencia en la cultura extendida, tienen que ser equiparables, cuando hay una revolución (videojuego) o cuando hay una calidad artística aunque popular (Cohen)”.

A su manera, Arcadi Espada expresa una idea similar que tiende neutraliza las fronteras entre productos culturales y campos de la propia cultura. “Insisto en que no me parece un premio errado. Cualquier premio es discutible, y mucho más cuando el premiado entra en comparación con otros, o sobre todo cuando se comparan artes muy diferentes. A mí, por ejemplo, la fotografía siempre me parecerá un arte inferior a la pintura, y esto solo porque es más difícil hacer un buen cuadro que una buena foto. Es lo que separa a Magnum del Jeu de Paume, y el póker del ajedrez”.

Al consultar otras personalidades que podrían dar luces en el tema, como por ejemplo Fernando Savater o Álvaro Pombo, ambos manifestaron a Vozpópuli su deseo de mantenerse al margen de un debate que consideran escapa de sus intereses y aptitudes y que prefieren aparcar o dejar en manos de otros "más expertos o más enterados".

De momento, en la prensa se publican perfiles de Miyamoto y abundan los elogios para el hombre que creó vidojuegos para generaciones enteras que mataron las horas en sus mundos y niveles; videojuegos en los que el tiempo se comprime; videojuegos en los que el héroe corre, toma decisiones que no se  pueden deshace;, videojuegos en los que el mundo va siempre hacia adelante y en los cuales es imposible caminar hacia atrás.

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