El mar es un "depredador que da de comer y que quita vidas", tal y como la documentalista Carla Subirana comprobó cuando conoció la Costa da Morte durante un viaje en el que dedicó varias horas a recorrer los paisajes más bellos y también peligrosos del noroeste del litoral gallego. La catalana, autora de varios largometrajes en los que bebe de la realidad y crea unas estructuras ficticias, decidió invertir el orden del trabajo para dejar que la fuerza de la naturaleza estructurara una historia inventada, que bebe de las tragedias de quienes habitan estas costas y fabula con la magia que desprende el paisaje.
Sica es el título de esta película, que tuvo su puesta de largo en la pasada edición de la Berlinale y que compitió por la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga. La propuesta cuenta con tantas capas de cebolla como uno pueda imaginar y, a pesar de todo, funciona porque el telón de fondo siempre es el mismo: cómo lidiar con la tragedia, con la ausencia y con la imagen distorsionada que eclipsa casi siempre la verdad.
Según cuenta a a Vozpópuli la directora, esta cinta arranca con una "coming-of-age", una historia de un despertar en la vida de una adolescente de 14 años que da nombre a la película, Sica (Thais García Blanco), que acaba de perder a su padre, marinero, en un naufragio acaecido en la Costa da Morte, y el distanciamiento que se produce con su madre (Núria Primo), quien tras este suceso quiere regresar a Barcelona, de donde ella procede. "Uno de los ejes es el viaje que hace Sica hacia su madre, el recorrido que tiene que hacer para entender que la persona que siempre ha estado a su lado es ella, y cómo ha mitificado la figura del padre ausente", cuenta.
Sica es la historia de un despertar en la vida de una adolescente de 14 años que acaba de perder a su padre, marinero, en un naufragio acaecido en la Costa da Morte
Del mismo modo, además de la madre biológica, también en Sica convive "la madre naturaleza". "Esta película fue rodada en un 80% en exteriores de la Costa da Morte, y en varios planos se ve la fragilidad del ser humano en espacios donde la naturaleza manda, donde es madre y maestra", señala Subirana, quien en Sica también pone de relieve el "desequilibrio climático", en diferentes escenas en las que hay "señales de que algo no va bien".
Esa naturaleza fue la que atrapó la atención de Subirana, mientras recorría O Camiño dos Faros, la vía de costa que comunica Malipa y Finisterre, paralela al mar, "angosta y estrecha", en la que se pueden observar percebeiros y mariscadoras, y que está llena de todos, un arbusto con pinchos bastante molesto si uno tropieza con ellos.
"Cuando caminas, tienes la sensación de conectar con un lugar con una fuerza telúrica, una conexión un poco atávica, como caminar por un lugar en el que poca gente ha caminado. Esa sensación se te mete muy dentro porque en el día a día, en la ciudad, los ritmos nada tienen que ver con naturaleza. Esos espacios tan amplios y generosos, pero con océano tan bravo, generan una mezcla muy especial y difícil de transmitir, hay que caminarlo para poderlo entender", comenta.
Sica: la paradoja de la vida marinera
Durante la investigación para Sica, de la que también es guionista, la directora se topó con Urbano Lugrís, un pintor surrealista coruñés con una obra "muy vinculada a su ciudad y la vida marinera". En unos de sus cuadros, al igual que ocurría en otras de sus obras, incluye un mensaje acerca de ese océano, al que se refiere como "un depredador que da de comer a toda Costa da Morte y que quita vidas".
Caer en el mar en Costa da Morte significa en un porcentaje muy alto perder la vida y ellos conviven con eso", cuenta la directora de Sica
Precisamente, esa convivencia entre la vida y la muerte fue uno de los aspectos que más le sorprendió a Subirana, algo que, a pesar de las contradicciones que entraña, se vive "con total naturalidad" entre los habitantes de la zona. "Me hice amiga de una percebeira a la que acompañé al percebe, y me contaba que aunque tendrían que ir en grupo y como mínimo dos personas, por si alguien tenía un resbalón o un apuro, ella prefería ir sola, y entonces llevaba chubasquero rojo porque si se caía al mar. Caer en el mar en Costa da Morte significa en un porcentaje muy alto perder la vida y ellos conviven con eso", ha relatado.
La película ganadora de los premios Goya, As bestas, la recientemente estrenada Matria y Sica coinciden geográficamente en un mismo enclave y, según afirma Subirana, "vienen más". "Hay algo entre sus leyendas, esa Galicia más mágica que aún conserva ese rastro de la tradición oral, que tiene esa poesía y esa conexión con los relatos que llevan a lugares de otros tiempos. Eso es algo fascinante. En el resto de España existe y ha existido, pero en las zonas más rurales mantienen con más fuerza, y sobreviven. Eso es algo que en nuestros tiempos hemos perdido, estamos más desconectados con nuestra esencia con el ser humano", concluye.