Ya he comentado alguna vez en este foro que estoy misteriosamente condenado a la inoportunidad. Descubro a escritores, grupos de música, pintores que merecen mucho la pena en el preciso momento en el que ya han pasado de moda, en ese momento en el que ya no despiertan entusiasmo y sí, más bien, un sentimiento que está entre la indiferencia y el tedio. Esto mismo me ha ocurrido con Julian Barnes, un novelista bendecido con una aguda sensibilidad filosófica y una admirable facultad para crear personajes complejos, poliédricos como la vida misma, bien distintos a esos otros esquemáticos, arquetípicos, de cartón piedra, que proliferan en la literatura contemporánea.
Después de haber leído a esprint casi todo lo de Barnes, llegué a Elizabeth Finch, su última obra, con ciertas expectativas. Y puede decirse que las colmó, a pesar de esa cuestionable por adormecedora segunda parte. Me sumo entusiasmado a los elogios de John Self en 'The Times': «Seguiré recordando a Elizabeth Finch cuando la mayor parte de los personajes que he conocido este año se han borrado de mi mente sin dejar rastro».
Pero yo no quiero analizar literariamente la novela, tarea que ya han acometido personas más doctas que yo. Prefiero detenerme en una de las ideas, tan sugestiva como extemporánea, que defiende su protagonista. Según ella, el cristianismo, en tanto que monoteísta, supuso una desgracia para la humanidad, que habría agradecido la pervivencia de un paganismo que implicaba pluralidad y tolerancia:
"―Monoteísmo ―dijo Elizabeth Finch―. Monomanía. Monogamia. Monotonía. No hay nada bueno que empiece así (…) Los antiguos dioses de Grecia y Roma eran dioses de luz y de gozo; los hombres y las mujeres comprendían que no había más vida que esta, que era aquí donde había que hallar la luz y el gozo, antes de que la nada nos envuelva. Esos nuevos cristianos, en cambio, obedecían a un Dios de la oscuridad, del dolor y de la servidumbre; un Dios que afirmaba que la luz y el gozo solo existían después de la muerte, en ese cielo de Su creación".
¿Reivindicar el paganismo?
Quizá la tesis de Barnes ―perdón, de Finch― resulte desconcertante. ¿Reivindicar el paganismo en pleno siglo XXI, cuando ya no queda nada sagrado por profanar y la ciencia, además, nos ha revelado que el mundo es tan sólo lo que parece ser? Erraríamos, sin embargo, si concluyéramos que estamos ante la extravagante tesis de un hombre insensato. Barnes, que coincide en esto con muchos filósofos modernos, sabe muy bien por qué lo dice. La diferencia esencial entre el monoteísmo y el politeísmo no es, como cabría suponer, que el primero afirme la existencia de un solo Dios y el segundo, en cambio, de un puñado de dioses. Los romanos no creían en Júpiter como nosotros creemos en Cristo. Los nórdicos no creían en Thor como nosotros creemos en el Espíritu Santo. Como señala Ratzinger en Introducción al cristianismo, «en la filosofía antigua hubo ateos filosóficos (Epicuro, Lucrecio, etc.) y también filósofos monoteístas (Platón, Aristóteles, Plotino), pero todos eran politeístas desde el punto de vista religioso». La diferencia fundamental estriba, por tanto, en que uno es un credo y el otro un mito, en que el monoteísmo está abierto a la inmensidad del orbe y el politeísmo, por el contrario, confinado en la estrechez de un pueblo.
Tal vez ahora podamos comprendamos mejor la idea de Barnes. El monoteísmo, en tanto que poseedor de una verdad valiosa para todos los hombres, procurará extenderla por doquier. El envés de la universalidad sería la imposición. A la feliz idea de un único Dios le seguiría la infeliz realidad de la cruzada. A la razonable creencia en un Dios verdadero le seguiría el cruento drama de las persecuciones en su nombre. Allá donde había coexistencia pacífica, el monoteísmo provocará conflicto; allí donde había tolerancia, imperará la intransigencia.
El monoteísmo, en tanto que poseedor de una verdad valiosa para todos los hombres, procurará extenderla por doquier
Pero el lector más atento habrá entrevisto aquí la sombra de una idealización. La civilización grecolatina era por momentos muy incivilizada. El infierno en la tierra ha existido; se llamó Cartago. Los paganos perpetraban dentro las crueldades que tal vez se ahorraban fuera. ¿Y qué decir del cristianismo? ¿Acaso la universalidad degenera necesariamente en opresión? ¿Acaso sólo significó estancamiento y oscuridad? Dejemos que responda G.K. Chesterton: «El nuevo universo presentaba una característica que es preciso entender desde el primer momento: era más grande que el antiguo (…) Santo Tomás podía entender las partes más lógicas de Aristóteles, pero es dudoso que Aristóteles hubiera podido entender las partes más místicas de santo Tomás».
La religión ya no sólo era costumbre, sino sobre todo credo; ya no sólo mítica, sino también verdadera; ya no sólo popular, sino también razonable. El monoteísmo cristiano tendió un puente entre el poeta y el filósofo, entre el mito y el logos, entre la imaginación y la inteligencia. Partía de la razonable premisa de que lo que es verdad en Israel debe serlo también en Roma y de que la existencia de un solo Dios implica la inexistencia de muchos dioses. Sólo una mirada muy torcida puede percibir como retroceso semejante avance.
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Talleyrand
Par a los interesados en el tema recomiendo: LA EDAD DE LA PENUMBRA CÓMO EL CRISTIANISMO DESTRUYÓ EL MUNDO CLÁSICO CATHERINE NIXEY Taurus Si l mundo clasico se vino abajo con el cristianismo que ademas acabó copiando las estructuras de poder local del Imperio pero sometiendo a los ciudadanos a censura y control de ideas y obras. Si nos ha llegado algo de aquella epoca ha sido por los arabes y de milagro.
Lenora
Cuánta razón tiene usted, lo que sea menos que le llamen facha, igualito que su cobar.de predecesor. No se enteran de que para la izquierda todo lo que no sean ellos mismos es facha.
Urenga
Me ha recordado la novela de Gore Vidal "Juliano el Apóstata", que leí hace eones.
Arcano1964
Tengamos en cuenta que hay quien aborta no por tener el deseo de verse libre de pañales y biberones, sino porque el padre lo exige (¿Cuántas veces el aborto viene precedido de un "o abortas o me largo"?), por presión de su entorno ("te vas a desgraciar la vida con un crío a tu edad"), por presión de una sociedad que se queda con que es parte de tu cuerpo y la puedes amputar. Lo importante es disfrutar. Si ya no hay paraíso en la tierra, por lo menos que lo pasemos en grande sin estorbos. Y, la pregunta del millón: ¿cómo puede ser que haya cien mil abortos al año habiendo tantos métodos anticonceptivos? ¿tan irresponsable es la gente?
gwy
El monoteísmo no sé. La pseudoprensa parásita y analfabestia, desde luego que es la tragedia del siglo
xsibai
Pero el gobierno, con todos sus apoyos, gritan con toda claridad que estas medidas son obligatorias para ambas partes. Eso es lo que se oye y se lee.
Arcano1964
1) Que le viene genial a los progres para atacar a la derecha y tapar sus vergüenzas 2) Porque la progresía tiene interiorizado que de estos temas solo pueden decidir ellos y, por tanto, es una intromisión intolerable
franciscocaceres
Gran artículo, según mi opinión, claro. El monoteismo es el puente entre la esperanza y la impotencia. Y ahora, lo necesitamos más que nunca, o como siempre, tal vez.