El último título de Paolo Sorrentino estrenado hasta el momento, Fue la mano de Dios, es quizás su película más íntima y también una especie de invitación al espectador para saciar la curiosidad sobre los defectos, los dolores y el apetito creativo del cineasta napolitano, uno de los más interesantes del panorama contemporáneo y también uno de los directores que más admiración despiertan entre el público con cada una de sus propuestas.
Su "infatigable" y "polifacética" actividad centra el ensayo Paolo Sorrentino, (editorial Cátedra), en el que Elios Mendieta, periodista y doctor en Estudios Literarios, disecciona la filmografía del italiano para llegar al corazón de sus creaciones, sus señas de identidad, las temáticas a las que recurre en sus trabajos y los directores, escritores y filósofos de los que bebe en el oficio de mostrar la realidad tal y como él la concibe.
Su existencia está atravesada por la circunstancia más trágica de su vida: el fallecimiento de sus padres a causa de una mala combustión de gas en la casa de campo a la que acudía la familia los fines de semana cuando él apenas era un adolescente. Coincidiendo con aquel trágico momento, jugaba Maradona, el mejor futbolista de aquel entonces y fichaje estrella del equipo de su ciudad natal, el Napoli, por lo que, como él mismo plasmó en su reciente película y ha repetido cientos de veces desde entonces, el jugador le salvó la vida.
Aquella temprana orfandad le ha acompañado en toda su filmografía. "Llevo 35 años en un diálogo interno sobre mis dolores íntimos sin haber conseguido del más mínimo progreso, y pensé que con esta película igual podría remover un poco las aguas a ver si cambia algo", señaló Sorrentino a Vozpópuli durante una entrevista durante la pasada edición del Festival de San Sebastián sobre los motivos que le llevaron a realizar Fue la mano de Dios (2021). Según apuntó este director en aquella entrevista, además de hablar de sus traumas y contar con imágenes su despertar adolescente, también descubrió en aquella cinta que es capaz de "contar historias de una manera sencilla".
Federico Fellini, Talking Heads, Martin Scorsese y Diego Armando Maradona son algunos de los pilares sobre los que se sostiene la carrera de Sorrentino, amado por unos e incomprendido por otros. Estas obsesiones y fuentes de inspiración, tal y como el propio realizador enumeró al recoger su Oscar por La gran belleza en 2014, han sido vitales en una filmografía en la que, según señala Mendieta en este volumen, se repiten tres temáticas con frecuencia: la crisis del sujeto contemporáneo, la relevancia de la memoria y el paso del tiempo y la reflexión sobre los designios del acto creativo.
Se detiene también el autor de este libro en la belleza como leitmotiv para Sorrentino e incluso "la consecución última de su obra". "Entre la realidad y la belleza, yo escojo la belleza", dice uno de los personajes de Il Divo. Sobre este asunto, Mendieta destaca la influencia del pensamiento de Nietzsche en la obra fílmica de Sorrentino, en la medida en la que el arte se convierte en "un truco para soportar la realidad". "En su obra, el impacto de la forma que aturde y embelesa al espectador es muy alto y, en ocasiones, mucho mayor que el de los contenidos", afirma el autor.
Además de hacer un repaso por cada una de sus películas, desde sus primeros cortometrajes a sus series para HBO, se adentra también el autor de este volumen en las obsesiones del director. En efecto, Maradona es uno de los ejes de su vida, salvador del equipo de fútbol de su ciudad, un balón de oxígeno en un momento complicado para la población y un "ilusionista" capaz de cambiar una realidad "gris" por otra más luminosa.
La música, por otro lado, cobra un gran protagonismo en su vida y en su obra. Basta recordar esa memorable fiesta en una azotea de La gran belleza, con el Mueve la colita y el ritmo de Raffaella Carrà, o sus admirados The Talking Heads en directo en This must be the place, título que roba de una de las canciones más memorables de la banda de David Byrne. Es músico, precisamente, el protagonista de esta película -a quien da vida Sean Penn-, y también el protagonista de La juventud, un compositor retirado. Tal y como destaca Mendieta, de aquel Sorrentino que en su adolescencia ensayó para convertirse en batería solo quedan las "patillas".
¿Y qué hay del poder? Como recoge el autor de este ensayo sobre Paolo Sorrentino, esta es otra de sus grandes obsesiones, que se manifiestan en sus obras o bien desde quien lo ejerce o desde la víctima que lo sufre. Pero si hay algo que tienen en común la mayor parte de sus personajes es el amor, tanto por su presencia como por su ausencia. Los personajes de Jep Gambardella (Toni Servillo), en La gran belleza; Fred Ballinger (Michael Caine), en La juventud; y Juan Pablo III (John Malkovich), en la serie The Young Pope funcionan como un "elogio al amor verdadero" que, según apunta Mendieta, salvó a Sorrentino del vacío y el dolor en los que se sumergió tras la muerte de sus padres.