Cultura

Una serie destapa el pasado antisemita de Suiza tras la Segunda Guerra Mundial

"Si sobrevivimos a los nazis, sobreviviremos a Suiza". Con esta frase, unos adolescentes recién llegados a Suiza desde el campo de concentración de Buchenwald, uno de los mayores en territorio

"Si sobrevivimos a los nazis, sobreviviremos a Suiza". Con esta frase, unos adolescentes recién llegados a Suiza desde el campo de concentración de Buchenwald, uno de los mayores en territorio alemán, gastan bromas sobre el recibimiento que les brindan en territorio neutral. Allí, esperan recibir agua y alimentos, pero son sometidos en primera instancia al control por edades, sin saber que los menores de 12 años, a los que quieren acoger, han sido asesinados en los campos de concentración.

Este es el punto de partida de la superproducción europea 'Laberinto de paz', una de las series más interesantes que llegan a las plataformas esta Semana Santa, en la que se arroja luz sobre el clima de antisemitismo que se respiraba en Suiza tras la II Guerra Mundial. La serie, compuesta por seis capítulos, se estrena esta semana en la plataforma Filmin.

La cineasta suiza Petra Volpe, conocida por haber dirigido 'El orden divino' (2017), es la responsable de esta serie, ambientada en 1945, al inicio de la posguerra, con el fin de arrojar luz sobre uno de los episodios más oscuros y desconocidos del país neutral de Europa, en el que muchas familias ganaron dinero al tiempo que se mancharon las manos de sangre, mientras que los judíos fueron tratados como prisioneros a los que nadie les permitió rehacer sus vidas y nadie les dio una oportunidad. Según muestra esta serie, su única salida hacia la libertad fue huir a Palestina.

Fotograma de 'Laberinto de paz' / SRF/Sava Hlavacek

La historia se centra en una familia suiza acomodada cuyos intereses económicos se debaten entre la ambición y la moral. Algunos de sus miembros no esconden su antisemitismo y su rechazo a los judíos, mientras que otra parte de la familia trata de huir de cualquier relación con los nazis.

Mi generación creció con un mito: los suizos son muy trabajadores y rectos, lo hacen todo bien. Pero la realidad es muy distinta: los nazis que huyeron a Suiza fueron tratados como reyes; en cambio, los jóvenes judíos supervivientes de los campos de concentración fueron recibidos como prisioneros"

"Mi generación creció con un mito: los suizos son muy trabajadores y rectos, lo hacen todo bien. Pero la realidad es muy distinta: los nazis que huyeron a Suiza fueron tratados como reyes; en cambio, los jóvenes judíos supervivientes de los campos de concentración fueron recibidos como prisioneros. Había mucho antisemitismo, incluso después de la guerra", lamenta Volpe acerca del asunto que analiza esta serie.

Suiza, país neutral desde 1815

La directora sintió la necesidad de contar la verdad de lo que ocurrió a través del lenguaje cinematográfico, porque cuando descubrió lo que realmente había movido a los ciudadanos de su país se sintió enormemente decepcionada. Los intereses políticos y económicos habían prevalecido frente a la responsabilidad moral de un país que se declaró neutral en 1815 y que desde entonces no ha participado activamente en ningún conflicto internacional. Al contrario de lo que cabría esperar, Suiza no hizo justicia con los criminales de guerra y sus víctimas, tal y como sostiene esta producción.

Tampoco deja en buen lugar a la Cruz Roja, institución en la que, según muestra la serie, prevalecen los intereses diplomáticos y reputacionales por encima de otras cuestiones humanitarias.

A pesar de la carga histórica del relato, este melodrama introduce tanto el elemento romántico y una trama en clave de thriller policiaco en el triángulo que forman un matrimonio y uno de sus hermanos con el que se consigue cierto ritmo para mantener el interés en una historia que, por otro lado, tampoco depara demasiadas sorpresas. La herencia emocional se convierte en una carga con la que cada uno de estos tres personajes tiene que lidiar hasta encontrar el equilibrio que les permita vivir en paz y, aunque el desenlace se intuye desde el planteamiento de la historia, el desarrollo no deja de resultar doloroso.

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