Hay dos versiones de El Paraíso. Una, el primer boceto, está en el Louvre. La otra en el museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Ésta, la segunda, mide casi cinco metros de largo por medio 1, 7 de de ancho. En ella están representados casi 300 personajes que el pintor veneciano Tintoretto ejecutó –con la ayuda de su hijo Doménico- para relatar el Paraíso celeste que la tradición cristiana colocaba al fin de los tiempos.
El día del Juicio Final, escribe San Pablo en su primera Epístola a los Corintios, los hombres se separarán en dos grupos: los condenados y los elegidos. “En un instante, en un pestañear de ojos, al toque de la trompeta final, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados” escribe al apóstol y pinta el veneciano. La Virgen, en el centro, es coronada por Jesucristo bajo las alas del Espíritu Santo. A su alrededor, en una especie de anfiteatro de nubes rizadas, los elegidos celebran gozosos pues han recibido la vida eterna. Y es justamente ese momento el que recoge Tintoretto en esta pintura.
Se trata de uno de los óleos más imponentes del maestro del siglo de oro veneciano. En estos días cobra todavía más significación. Su dorado es más dorado y el azul más azul. El Paraíso viene de un proceso de restauración tras el cual recupera, imponente, el emplazamiento central del Thyssen, lugar que ha ocupado desde su entrada a la colección hace 20 años. El proceso se ha hecho a la vista de todos los visitantes, quienes han podido apreciar los cambios que ha experimentado el lienzo, resguardado en una caja de vidrio mientras los técnicos trabajaban su superficie.
Fue uno de los últimos encargos que recibió Tintoretto. Tenía 70 años. Sin embargo, ¿qué representa este enorme lienzo? ¿Para qué se pintó? ¿Qué claves nuevas surgieron tras su restauración? ¿Por qué hoy luce tan imponente en la pared en la que vuelve a ser colgado? El equipo de profesionales que intervino en su restauración afirma que el estudio de El Paraíso aportó nuevas claves sobre cómo y de qué forma trabajaba el maestro veneciano.
Todo empezó por el fuego
La historia de El Paraíso se remonta a casi 500 años atrás, en Venecia, ciudad natal del pintor y que desde el siglo IX se convirtió en Estado independiente tras liberarse del imperio bizantino. El poder estaba en manos de ciento cincuenta familias que formaban una aristocracia de mercaderes y constituían la asamblea legislativa encargada de elegir todos los cargos públicos, incluido el del Dux, jefe de todo el gobierno. El Gran Consejo se reunía todos los domingos y consideraba su poder legitimado por derecho divino.
La sala del Gran Consejo, construida en 1314 dentro del palacio gótico de los Dux para alojar estas reuniones, fue uno de los espacios cubiertos más grandes de Europa por aquellos años. En su interior debían caber cerca de unas 2.500 personas. En alusión a la estricta pirámide que organizaba las formas de gobierno, un enorme fresco sobre la coronación de la Virgen en presencia de las jerarquías celestes presidía la sala. En la pintura quedaban representadas como alegoría política las familias gobernantes así como el poder de la iglesia, equiparadas en aquel entonces a los bienaventurados que tendrían acceso a la vida eterna.
El fresco había sido pintado por el artista Guariento de Arpo en 1350. Sin embargo, dos siglos después, en 1577 un incendio destruyó varias estancias del palacio de los Dux y llegó hasta la sala del Gran Consejo, donde quemó y ahumó el fresco gótico. Como parte del proceso de restauración del palacio, las autoridades convocaron a un concurso para sustituir el fresco chamuscado por un lienzo que se colocaría encima. Éste debía medir 7 metros de alto por 22 de ancho, el mayor óleo sobre lienzo de la época.
Tintoretto y Veronés, discípulos de Tiziano, se presentaron al concurso. Junto a ellos compitieron también otros artistas más jóvenes, como Palma el Joven, Francesco dal Ponte y un pintor llegado de fuera: Federico Zuccaro. Resultaron vencedores Paolo Veronés y Francesco Bassano, el más joven de los concursantes. Sin embargo la muerte de ambos, primero Veronese y luego Bassano, quien se quitó la vida a causa de una profunda depresión, hicieron que Tintoretto tuviera que hacerse cargo de la pintura.
Los secretos de El Paraíso
“Gracias a los estudios técnicos a los que se sometió el cuadro, pudimos darnos cuenta, por ejemplo, de la concepción escultórica que tenía para Tintoretto el dibujo. La mayoría de los personajes se dibujaron primero desnudos y luego, encima, se pintaban los ropajes”, cuenta Ubaldo Sedano, jefe de restauración del museo.
En una exposición dedicada al estudio técnico de El Paraíso –y que permanece expuesta en las salas de Moneo de la planta baja del Thyssen- es posible ver macrofotografías, radiografías y reflectografías infrarrojas, que revelan lo que está oculto tras la pintura: cómo elaboró Tintoretto esta obra, la metodología que empleó, sus correcciones y vacilaciones.
El estudio revela así cómo el veneciano eliminó y modificó a algunos personajes. Según Ubaldo Serrano, la cabeza de la Virgen fue desplazada l a la derecha y su rodilla se oculta bajo las líneas del dibujo del manto. El ángel que está a la derecha de Cristo fue corregido igualmente por Tintoretto: también desvía la cabeza a la derecha. Eliminó también algunos personajes de una composición que ya en la versión que conocemos se muestra compleja y cargada. También se han encontrado algunos elementos que permanecían hasta ahora ocultos Bajo un ángel ha aparecido la palabra “archangel" y en el borde inferior del bastidor se lee la palabra “potestatis”.
El cuadro, que necesitó de ocho personas para ser devuelto a su lugar, fue despojado de un bastidor de metal que lo hacía especialmente pesado y fue sustituido por uno de madera. Se retiraron, además, tanto la segunda tela adosada al lienzo como las capas de barnices sucesivos que, junto con el paso del tiempo, habían contribuido a oscurecer la obra.
"Nadie sabe lo que la pintura es capaz de hacer hasta que ha visto una obra de Tintoretto", dijo la novelista Virginia Woolf sobre la obra del veneciano, que también fascinó a Téophile Gautier, Jean-Paul Sartre, Mary McCarthy, Hippolyte Taine, John Ruskin, Francisco Ayala o Eugeni d'Ors. Sus testimonios están recopilados y comentados por Vicente Molina Foix en su libro Tintoretto y los escritores (Galaxia Gutenberg, 2007), publicado en ocasión de la antológica que dedicó El Prado al artista.