Quede claro que a mi el autor me cae bien. Que no le voy a etiquetar con los tópicos del Dan Brown español, precisamente porque me cae bien y no creo que nadie merezca tal epítome a no ser para tener la cuenta corriente del americano. Que me parece que para los amantes del género, con Sierra uno puede disfrutar de lo lindo con Las Puertas Templarias, que me parece su obra maestra hasta la fecha, o pasar un buen rato con La Cena Secreta, donde no desmerece a ningún best-seller del ramo. Con el de Napoleón en Egipto esperaba más, pero es que uno es napoleónida, y en tocándome al Sire, tiene que ser de nivel.
Es un autor con el que se puede o no estar de acuerdo con sus teorías ufológicas, pues es en esta faceta con la que empieza su periplo por el mundillo literario. O quedar encantado con su perfil de divulgador de lo paranormal, haciendo de alter ego de Iker Jiménez. Pero cuando nos ponemos estupendos… como que la cosa cambia. Y mi querido tocayo se ha puesto en este último libro estupendo. Pero que muy estupendo.
Ya sabemos que los cuadros son representaciones que, en modo del habitual “una imagen vale más que mil palabras”, nos presentan en plan de stop-motion educativa, o de pedazo de viñeta de cómic al uso, mil y una situaciones: hechos de armas, vidas de santos, momentos estelares de la Humanidad (con permiso de don Stefan), algo que sabe cualquiera del plan antiguo y que tenga el bachillerato, vaya. ¡Pero de ahí a ver pareidolias (o no tales) hasta en el Carlos V en Mühlberg del Tiziano, hombre no! Y así sala por sala del Museo casi, si no lo hubiera impedido el punto final.
Dicen que va de novela aunque es trasunto de sucedido, ya que es una historia de por éstas que son cruces que es verdad y palabrita del Niño Jesús que esto me pasó a mi. Esa historia pasa por un misterioso maestro (obvio), herméticos mensajes que anidan en los cuadros (epatamiento asegurado), una ininteligible conspiración (que eso gusta), y una chica (que siempre tiene que haber una chica, aunque sea para decir que hay una chica). ¿El problema? Que nada es creíble, y el clásico se non é vero é ben trovato, aquí queda en agua de borrajas porque hasta el final es frustrante pues, entre otras cosas, se adivina desde el principio. Una pena, pero la sensación de haber perdido 20 napos no me la quita nadie. Eso sí, es número uno en ventas. Enhorabuena.