Cultura

Tracy Chapman: la voz que siempre estuvo

En mi obsesión por intentar saber de ella los últimos años descubrí dos cosas: la primera es que se refugia en una casa-santuario en la costa de Half Moon Bay, al sur de San Francisco. La segunda es que es un fenómeno de masas

Es difícil explicar lo que supone Tracy Chapman para el mundo. Supongo que se puede empezar con un detalle: el brillo en sus ojos los cinco segundos de arranque al volver a entonar 'Fast Car' este domingo en los Grammy de 2024. Hablamos de una artista ermitaña cuya timidez y fragilidad no soportaron el éxito, que publicó su último álbum hace 16 años y que sus únicas apariciones recientes sobre el escenario han tenido lugar en 'Late Shows' de mala muerte. Sin embargo, este domingo los Grammys fueron el escenario de lo que, tarde o temprano, tenía que pasar. Y es que Tracy viajara a ese escenario de Wembley de 1988 con 24 años, una guitarra, con su sonrisa tímida de Ohio y una mirada imperturbable. Reencarnara la interpretación donde 80 mil personas la vieron en vivo y otras 600 millones la siguieron por televisión en el 70 aniversario de Nelson Mandela. Donde el mundo entero contuvo el aliento y se convirtió en un icono.

Por eso le brillaban los ojos. Es el brillo que resurge después de sacudirse 35 años de polvo. De reencontrarse, extrañamente, con un mundo del que ya no creía sentirse parte, probablemente por el deterioro del mismo y la poca capacidad para recibir la sensibilidad de sus letras. Ella misma dijo que se mantenía alejada del foco mediático porque le generaba incomodidad. Poco se sabe de lo que ha estado haciendo. En mi obsesión por intentar saberlo solo he dado con dos cosas en los últimos años, cuando me viene de vez en cuando la fiebre por su voz, que es la obsesión de conocerla un poco más: la primera es que se refugia en una casa-santuario en la costa de Half Moon Bay, al sur de San Francisco, en la que me planteé plantarme, valga la redundancia. Y nunca lo he llegado a hacer, evidentemente.

La segunda es que sigue siendo un fenómeno de masas: Tracy sigue teniendo un tremendo impacto mundial porque cientos de miles de personas sienten que algo muy suyo está con ella. No me lo invento. En 2010 sacaron un libro llamado Dear Tracy, 101 letters to Tracy Chapman en la que cientos de fans le escriben lo que su música ha impactado en sus vidas. Es como si, ante la premonición de la muerte de un ser querido, el mundo empezara a prepararse ante el vacío que ya ha dejado su ausencia.

Tracy sigue teniendo un tremendo impacto mundial porque cientos de miles de personas sienten que algo muy suyo está con ella.

Esa sensación también fue la que despertó el domingo. Solo hace falta leer las reacciones de la gente en redes sociales, y la del mismo Luke Combs, cuya versión de 'Fast Car' llegó a número 1 en la lista de Country Airplay hace un año y que hizo que Tracy fuera la primera mujer negra en encabezar esa lista. Una mujer negra en el número 1 del Country. Ou mama. Seguramente por eso su reaparición lleva cociéndose desde hace tiempo. Combs ha llegado a decir que 'Fast Car', que trata de la huida de un viaje en coche contando la historia de un padre alcohólico, ya era su canción favorita mucho antes de saber lo que significaba eso. Es un misterio. Se podría decir que es por sus letras sociales, las reivindicaciones en contra del racismo en plenos años 90, por su forma de narrar la pobreza, por su apuesta por la periferia (solo hay que escuchar 'Why?' o 'Talkin' bout Revolution', de su primer disco).

Se puede decir que es por la irrupción de su forma de hacer folk. Por ser de las primeras mujeres negras en abrirse paso tras la estela de la canción protesta de Bob Dylan. Se podría decir que es por el temple y el tono de su voz. Se podría decir que por todo esto a la vez. Pero me parece que Combs, precisamente el que ha rescatado del escaparate de los trofeos viejos a Tracy y le ha concedido, con sumo respeto y al fin, un espacio que le hace justicia cantando con ella en los Gramy y con Taylor Swift muerta de la emoción siguiendo la interpretación de pie, es el que mejor lo ha definido. La música de Tracy trae consigo algo que está en el origen de todos, y que no sabíamos que teníamos. O nos vuelve lúcidos, a través de su rotunda fragilidad y compasión por el sufrimiento ajeno. No lo sé. Solo sé que sólo ella lo logra.

Como Combs, parece mentira que tuviera que ser también otra persona el que hiciera posible el milagro de su revelación mundial. No es muy conocido este episodio pero sin duda es curioso. Tracy es quien es en parte gracias a que Stevie Wonder no subió al escenario ese día de 1988. El cantante de Michigan se dio cuenta a punto de cantar que se había olvidado el disco duro de su sintetizador y que no podía actuar sin él. Tracy, que ya había actuado, llenó su hueco e interpretó entonces sus canciones más épicas, junto a 'Give Me One Reason', que compuso más tarde y con la que ganó un Grammy: 'Fast Car' y 'Talkin' Bout a Revolution'. Lo demás ya es historia. Cuatro Grammys y ocho álbumes, de los cuales el primero logró 20 millones de copias.

A muchos se nos abrió de nuevo el anhelo, nunca cerrado, de que Tracy, ahora con un pelo mucho más cano, de una última gira. Además porque cumple 60 años en marzo. No se sabe qué hay después de los instantes que deja la solemnidad. Que se bastan y se sobran a sí mismos. Si lo que vimos el domingo fue un homenaje merecido y un cierre a su trayectoria o un abrazo de redención a una artista que siempre fue fiel a un mundo que no siempre la supo comprender, o que en el fondo sí y por fin no le pedía otra cosa que que fuera ella misma. Huidiza a la fama, a los suflés excéntricos yankees y a las exigencias de la industria musical. Ojalá, Tracy, te quedes con nosotros y no vuelvas a tu cueva en California. Como ha escrito el New York Times: "'Fast Car' trata sobre algo más interno y universal. Es una canción sobre los deseos y necesidades que nos hacen humanos: el deseo de ser felices, de ser amados, de ser libres". Gracias, nunca suficientes, Tracy.

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