Trump podría repetir en la Casa Blanca... o no. Mientras la duda se disipa, y con una larga jornada electoral por delante, un repaso rasante a sus cuatro años de mandato demuestra la pésima relación del republicano con la cultura. Sólo hay que recordar su solicitud al Museo Guggenheim de Nueva York para que le prestara un cuadro de Vincent Van Gogh para decorar sus estancias y que la institución artística rechazó ofreciéndole en su lugar el váter de oro con el que Maurizio Cattelan satirizó la riqueza de EEUU.
Ni un centímetro le ha concedido la Cultura a Donald Trump. Desde iconos mediáticos de la sociedad de consumo como Madonna o Beyoncé, quienes se cerraron en banda con los demócratas, hasta escritores como Stephen King, Salman Rushdie o Joyce Carol Oates. Más de un centenar de literatos, artistas y pensadores firmaron una carta abierta que no sólo se oponía a la candidatura de Trump, sino que además pretendía alertar el peligro que un hombre como él encarnaba.
En aquella misiva, aseguraban: "Porque, como escritores, somos particularmente conscientes de las muchas maneras en que el lenguaje puede ser objeto de abuso en nombre del poder. Porque creemos que cualquier democracia digna de este nombre se basa en el pluralismo, da la bienvenida desacuerdo con principios, y logra el consenso mediante el debate razonado; Porque la historia de América, a pesar de los períodos de nativismo y la intolerancia, tiene desde el primer sido un gran experimento en unir a las personas de diferentes orígenes juntos, no enfrentando a unos contra otros-. Porque la historia de la dictadura es la historia de manipulación y división, la demagogia y la mentira. Por que la búsqueda de la justicia se basa en el respeto a la verdad (…)”.
Aquellas palabras estallaron por los aires con la elección de Trump. La poeta, novelista y crítica canadiense, Margaret Artwood no pudo decirlo más claro. Lo describió como el típico macho alfa en cuyo interior se esconde la flaqueza del cobarde. "Trump es el tipo de hombre que en la escuela se comportaba como un matón, pero tan pronto como alguien lo empujaba, empezaba a gimotear". Algo de eso hubo en una campaña donde arrojó insultos a mansalva y, en efecto, hizo de los señalamientos negativos una ocasión de espectáculo. "Estoy muy decepcionado de mi país. Trump es muy popular debido a la gente que le gustaría tener un mundo en el que nadie ponga en duda que el americano blanco está en la parte superior de la jerarquía”, dijo Stephen King.
El cineasta Woody Allen, quien conoce a Donald Trump porque apareció en una de sus películas, fue bastante más diplomático que muchos, aunque no por ello menos duro. Aseguró no considerarlo un hombre serio ni mucho menos capacitado para ocupar la Casa Blanca. El Princesa de Asturias de las Letras de este año, Richard Ford, también llamó la atención sobre la polémica figura del entonces candidato. "Donald Trump es una encarnación monstruosa de la indiferencia de los americanos con respecto a la política", dijo a la prensa durante su visita a España.
Según Jonathan Franzen, Trump representa y al mismo tiempo padece el tipo de enajenación que genera el exceso de figuración y poder mediático. "Si resulta electo, esa enfermedad empeorará", dijo. En un perfil publicado en The New Yorker, George Saunders lo describió como un hombre de rasgos autoritarios, reacio a la autocrítica e incapaz de asumir la responsabilidad de sus propios errores. Podrá disculparse, escribe, pero nunca asumirá que el error ha sido suyo. De alguien más será la culpa. Y lo que es más aterrador, Saunders asegura que jamás pensó que Norteamérica fuera tan frágil como para caer en este experimento.
Junot Díaz, escritor dominicano estadounidense, extrajo una lectura sobre el ascenso de Donald Trump: “El fenómeno Trump tiene su explicación en la intersección de una serie de cosas: la crisis económica, en la que siempre es más fácil culpar a los inmigrantes, a los que además caracterizó como ‘violadores’ y ‘asesinos’ y ‘cabrones’ (…) Trump es lo que sucede en los Estados Unidos cada vez se siente amenazada vista económico y político, y se encuentra con las limitaciones de sus propias prácticas de la supremacía blanca”, aseguró. La victoria de Trump coloca a la intelligentzia norteamericana en el largo disparadero del catastrofismo y el pesimismo. La amargura ya recorría sus juicios cuando Trump era –tan solo- una amenaza. Ahora que el republicano llega a la Casa Blanca habrá que ver las dimensiones de una guerra que comenzó hace ya mucho tiempo.
El novelista Paul Auster, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2006 y su esposa Siri Hustvedt, también premio Princesa de Asturias de las Letras 2019, crearon la plataforma Writers Against Trump, una coalición de autores encaminada a persuadir a los jóvenes para que acudan a las urnas en las próximas elecciones presidenciales de EE.UU. El núcleo fundacional lo completan las poetas y editoras Carolyn Forche y Natasha Trethewey. “La democracia está amenazada”, así intentaron movilizar movilizar el voto joven.
El filósofo estadounidense James Aaron le dedicó al presidente estadounidense un ensayo en el que analiza la precariedad del republicano. Porque así como hay quienes estudian la fenomenología, la lógica, la ética, la estética o cualquier otra disciplina del pensamiento, este doctor en Filosofía egresado de la Universidad de Harvard ha decidido trabajar una línea de estudio que él mismo ha definido como Estudios sobre la Imbecilidad, una modalidad de investigación que pretende examinar la forma en que determinadas taras culturales o sociales devienen en fenómeno. TRump era su expresión más concreta, asegura Aaron.