Lo más probable es que los lectores de este texto no sepan quién es Bob Mould (Nueva York, 1960). Un primer dato para situarlo podría ser que Krist Novoselic, bajista de Nirvana, ha declarado que el grupo de Kurt Cobain no inventó relamente nada, ya que el sonido con el que triunfaron en todo el planeta había sido cuajado antes por Hüsker Dü, la primera banda de Mould. Durante los últimos ochenta, Hüsker Dü publicaron álbumes que hoy se consideran clásicos -Zen Arcade (84), New Day Rising (85) y Candy Apple Grey (86)-, además de convertirse en pilares de la escena hardcore estadounidense y del llamado rock alternativo, combustible de una potente subcultura juvenil y del primer ascenso de la MTV. Dicho esto, Mould apenas hizo dinero con el fenómeno musical del que fue arquitecto principal.
¿Cómo ha logrado Mould mantener la relevancia treinta años después? Sobre todo, negándose a rebajar la intensidad: muchos recordamos aquel mítico concierto en el festival Primavera Sound de Barcelona donde tocó la guitarra con tal fuerza que terminó con la mano sangrando, según presenció Vozpópuli.
Bandas indie como Los Planetas les fusilaron sin misericordia para construir sus primeros éxitos
Ahora vuelve a la actualidad con una caja retrospectiva con todos sus cedés en solitario, pero también con el reciente y potente Blue Hearts, publicado a finales de 2020, donde denuncia el doble negacionismo del Partido Republicano: Ronald Reagan ignoró en los ochenta la plaga del SIDA, presentándola como un castigo de Dios a los homosexuales, mientras que Donald Trump trataba de manera parecida las consecuencias del cambio climático, fenómeno que minimizó de manera constante.
El lado más crudo de la vida
La frustración social y personal siempre fue el combustible del hardcore ochentero, un género que implica denuncia pero sobre todo es una válvula de escape. Sumergirse en Blue Hearts exige poner el equipo a volumen máximo, para apreciar todo su crudo impacto. Mould sabe mucho sobre frustración: ha vivido experiencias como reconocerse homosexual en pleno ascenso del SIDA, penar por el circuito underground de Estados Unidos cuando estaba sin construir y disolver Hüsker Dü -cuando rozaban el éxito- por culpa de la adicción a la heroína de Grant Hart, amigo y compañero de banda. También vivió subidones como el éxito comercial de Sugar en los primeros años noventa. Probablemente este nombre tampoco les diga nada, pero bandas indie esapñolas como Los Planetas les fusilaron sin demasiada misericordia para construir sus primeros éxitos. Si gustan, pueden comparar "Brigitte" con "If I Can't Change Your Mind" si no se lo creen.
Mould también se entregó al hedonismo electrónico a comienzos de siglo, organizando una fiestas en Nueva York donde una noche llegó una rubia con su guardaespaldas para invadir la cabina y pinchar por primera vez su éxito "Bad Romance". Mould recuerda esa estampa de Lady Gaga como "una Evita Perón desafiante capaz de dejar estupefacta a la pista de baile", según explicó a The Guardian.
Los legendarios Bad Brains se quedaron a dormir en casa de los padres un miembro de Hüsker Dü y dejaron un nota que decía "Morid, maricones, morid"
Resulta muy interesante recorrer los conflictos de la comunidad gay estadounidense a través de la trayectoria de Bob Mould. Por ejemplo, denuncia la homofobia militante incluso en grupos tan clásicos y combativos como Bad Brains, que en sus comienzos se quedaron un anoche a dormir en casa de los padres un miembro del grupo y se despidieron con una nota que decía "Morid, maricones, morid". Mould creció adorando a los grupos punk que escribían canciones de amor como los Buzzcocks y los Ramones. Los primeros fueron pioneros en cantar letras donde no se especificaba el género del protagonista, mientras los segundos escribían incluso sobre la vida de los chaperos de la gran manzana. Escuchar a Bob Mould es una experiencia musical de alto voltaje, pero también un paseo por el lado más crudo de los Estados Unidos del último medio siglo.