Desde hace pocas semanas, un local del centro de Madrid que durante muchos años ha estado ocupado por una carnicería tradicional acoge una chacinería vegana cuyo nombre apela a la compasión de los consumidores. Este negocio, que ofrece productos de origen 100% vegetal, no es una rareza ni una excepción y tampoco es extraño encontrar en las grandes superficies alternativas a los productos de origen animal. Algo está cambiando, está claro, y el número de veganos aumenta a un ritmo constante, aunque el fin de los productos cárnicos aún parece una quimera para quienes han renunciado al jamón, los torreznos, la leche o la miel.
Cierto activismo cultural no se olvida de recordarnos de vez en cuando a través del cine documental lo que está ocurriendo en los mataderos, en la cría intensiva de pollos o la explotación de gallinas. El estrés y la tortura son el hilo argumental más común, pero no es ni mucho menos la única manera para conectar con el público que se mantiene al margen de lo que ocurre en los criaderos. Por ello, uno de los documentalistas más alabados del panorama cinematográfico, Viktor Kossakovsky, ha decidido apelar a la empatía a partir de una historia familiar: la de una cerda y sus lechones recién nacidos. El filme se presentó en la Berlinale y ha pasado por muchos otros festivales.
Al margen de sus intenciones o de las interpretaciones que puedan surgir tras su visionado, se trata de una película de gran belleza, con un delicado tratamiento de las imágenes en blanco y negro, que sabe introducir al espectador en un contexto ajeno para convertirlo en un ambiente cercano. Gunda rompe una barrera al situar al espectador frente a algo en lo que no repara: la vida cotidiana de unos animales, con los aspectos más tiernos pero también los más duros y trágicos. Además, consigue devolver la dignidad a los animales al invitar a mirar su intimidad como nunca lo ha hecho pero, eso sí, sin una intención activista.
Es tiempo para la empatía. Es momento de dar el siguiente paso, de aceptar que no estamos solos aquí, de reconsiderar nuestro lugar en el mundo"
"Es tiempo para la empatía. Es momento de dar el siguiente paso, de aceptar que no estamos solos aquí, de reconsiderar nuestro lugar en el mundo", ha afirmado el cineasta en una entrevista a Vozpópuli con motivo de la llegada a los cines de este documental, producido entre otros por el actor estadounidense Joaquin Phoenix, quien afirma haberse convertido en vegano cuando solo tenía tres años de edad. En el caso del director de este documental, tomó la decisión de no comer más carne a los cuatro años cuando vio a su adorado compañero de juegos -un lechón muy divertido, según recuerda- servido en bandeja el día de Navidad listo para comer, tal y como ha relatado.
Kossakovsky aporta cifras que él entiende como un genocidio global. "En 2020, el hombre mató a 1.500 millones de cerdos, 66.000 millones de pollos y casi 500 millones de vacas, así como otros tantos conejos, patos o peces. Somos asesinos y es el momento de pensar en ello", afirma este director, quien con Gunda ha sido alabado por cineastas de la talla de Paul Thomas Anderson, Gus Van Sant, Pawel Pawlikowski, Alfonso Cuarón, Alexander Sokurov, Lynne Ramsey o Ari Aster.
Veganos: cuenta atrás para el dominio global
¿Cuándo dejará el planeta de comer carne? Para el director de Gunda, esto sucederá "muy pronto", más de lo que el planeta piensa. "Soy muy optimista. Los niños de cinco años, cuando tengan mi edad, ya no comerán carne, serán veganos y no tendrán otra oportunidad si quieren que este planeta se mantenga sano. No solo por dejar de comer animales, sino por eliminar el acto de matar", insiste el director, quien advierte de un cambio de paradigma, similar en magnitud a la "revolución sexual, digital o biológica".
En este sentido, celebra que "las generaciones jóvenes son diferentes" y tira la toalla con sus contemporáneos. "Si queremos seguir en este planeta tenemos que cambiar la manera en la que lo tratamos. Quizás la covid haya sido una advertencia. Solo la especie humana tortura y mata en campos de concentración. Los jóvenes están a tiempo de entender que las cosas pueden cambiar", recalca Kossakovsky.
Se dice que la evolución nos hace dominar todo porque somos más inteligentes, yo creo que dominamos porque somos más agresivos, no más inteligentes"
En cualquier caso, defiende que esta no es una película activista a favor de los veganos. "Cuando uno va al cine no quiere leer un periódico, sino ver arte, que está íntimamente relacionado con las emociones, es una experiencia que cambia algo de tu alma que estaba dormido hasta ese momento", sostiene el director. El error que en todo caso quiere transmitir tiene que ver con la propia naturaleza humana. "Se dice que la evolución nos hace dominar todo porque somos más inteligentes, yo creo que dominamos porque somos más agresivos, no más inteligentes".