Cultura

‘Viejas promesas’, futbolistas entre capeas, drogas, presidentes desquiciados y representantes cuñados

Los guionistas Iñaki San Román y Álvaro Velasco junto al dibujante Pedro Rodríguez narran los éxitos y frustraciones del mundo del fútbol en 'Viejas promesas'

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que los futbolistas españoles se jugaban un despido más que procedente detrás de un capote. Plantillas millonarias que echaban un día libre en una capea, toreando becerras, entre alcohol y mujeres. Estrellas blancas o blaugranas que demostraban hacer mejores verónicas que regates. En la semana en la que se ha parado un partido del Atleti por insultos racistas, resulta casi increíble que ese mismo club tuviera como presidente hasta el año 2003 a Jesús Gil, que llegó a dejar perlas como: “Al negro le corto el cuello, a ver si lo matan”, refiriéndose a uno de sus jugadores. 

Esta noche se disputa el auténtico clásico europeo, Real Madrid - Bayern de Múnich. El partido que más se ha repetido en la historia de la Copa de Europa, protagonizado por dos de los equipos mejor gestionados del mundo. Clubes propiedades de sus socios, en el caso alemán con una participación de empresas privadas, y sin el doping financiero de una petrodictadura. Desde hace un tiempo los palcos se han vuelto plateas de teatro, donde una liviana celebración del mandatario de turno da para rellenar un par de horas de tertulia deportiva. Salvo los petardos testosterónicos de personajes como Rubiales, la diplomacia enmascara las emociones para no incomodar al presidente rival. Pero en los noventa, los presidentes se menospreciaban, se insultaban y hasta se agredían delante de las cámaras.

En ese ambiente de fútbol noventero arranca Viejas promesas, que narra la historia de Beni Castaneda, un representante que estuvo a punto de dar un pelotazo en época de Michel y Camacho, y que se tiene que adaptar al mundo de Mbappé y Vinicius.

El protagonista es uno de esos perdedores carismáticos, un jeta que pasea por los palcos de la Liga colocando jugadores entre cubatas y paquetes de Ducados, soltando continuas cuñadeces: “Me está saliendo el defensa portugués buenísimo este año”, "Niño, ponme otra copa que esta se me ha roto". En un salto al futuro, vemos al mismo Castaneda empeñado en seguir triunfando y dar con su jugador estrella en un presente en el que los clubes nocturnos parisinos no le son tan cómodos como aquellas capeas con la ‘Quinta del Buitre’.

Florentino, Laporta, Messi, Ramos...

Con detallados dibujos de Pedro Rodríguez, la obra cuenta con el aire nostálgico con el que los guionistas Álvaro Velasco e Iñaki San Román han fidelizado a miles de seguidores a su podcast ‘Paquetes’ en el que repasan en tono de humor todo aquello que envuelve al mundo del fútbol, desde los peores onces de la historia de cada equipo a las más desastrosas actuaciones en Eurocopas y Mundiales. En Viejas promesas, Sergio Ramos se pasea con su caballo Yucatán, Florentino Pérez vuelve a pronunciar la palabra “tolili”, Messi recurre al "bobo", mientras Joan Laporta surca las olas de Ibiza en un yate bautizado como ‘Negreireineta’.

También nos deja referencias a las estrellas mediáticas del pasado y presente, desde García y De la Morena hasta a González, Lama, Garrido o Ibai Llanos. Las confidencias de grabadoras encima de la mesa en asadores madrileños frente a las imprevisibles  retransmisiones en Twitch en las que un jugador tarambana puede arruinarse la carrera con alguna locura como esnifar cocaína en directo.

La obra plasma perfectamente la profesionalización del deporte desde la incorporación de las mujeres, a la captación temprana de estrellas, cuando el protagonista trata de fichar a un jugador infantil que le mira por encima del hombro diciéndole que ya cuenta con un manager y hasta una persona que le lleva las redes sociales. 

Viejas promesas deja referencias futboleras en cada viñeta, casi en cada línea, y es un divertido y entrañable viaje nostálgico y reflexivo, ideal para todos aquellos a los que nos maleducaron con el jacuzzi de Gil en el que las mujeres eran un mero adorno, y, treinta años después, nos emocionamos con la victoria de la selección femenina en el último Mundial de fútbol.

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