Cultura

'Vivir el momento': una oportunidad perdida para lograr un gran romance trágico

Florence Pugh y Andrew Garfield protagonizan un melodrama en el que exhiben su mejor músculo actoral

  • Fotograma de 'Vivir el momento' -


El Festival de San Sebastián clausuró su pasada edición con la proyección de la película Vivir el momento, el nuevo filme de John Crowley, una historia trágica con la vocación de conmover al espectador a partir de un rompecabezas que busca la originalidad para transmitir el dilema que surge cuando uno se ve obligado a elegir entre sus aspiraciones profesionales y el amor, y a identificar lo imprescindible, irremplazable y permanente de la vida.

Esta cinta arranca como un laberinto temporal, que salta de una escena a otra por diferentes episodios de la vida en común de la pareja a la que retrata: un accidente de coche, un divorcio, un parto, una cita, discusiones, miradas, primeros besos y los suspiros que anticipan una buena historia de amor entre un comercial de una famosa marca de cereales y la chef de un restaurante que le enseña algo tan valioso como amar y aprender a romper un huevo correctamente.

Las intenciones de Crowley (conocido por la película Brooklyn o la miniserie Una y otra vez) son buenas, pero algo falla cuando en este melodrama parecen tener más peso las anécdotas particulares que profundizar en las cuestiones interesantes que parece poner sobre la mesa, que no son otras que el equilibrio entre los objetivos individuales y una vida compartida, la maternidad deseada, el contrapeso de la paciencia y la entrega o el deseo de trascender a la propia muerte. 

Vivir en el tiempo es digna de su tiempo, que en 2024 tiene cuidado a la hora de presentar tópicos de género. Sin embargo, no resulta artificial ni forzada en su planteamiento, sino muy creíble y natural cuando refleja la ternura o el amor incondicional, e incluso uno olvida si la representación está forzada o corresponde a un presente en el que algunas cuestiones ya han dejado de ser novedosas. 

En su planteamiento, esta película funciona como un melodrama que no consigue alejarse de otras películas románticas convencionales, en las que una enfermedad terminal pone todo patas arriba, a pesar de la búsqueda de la originalidad en una trama que resulta ser un rompecabezas. Hace falta algo más que pedir la atención del espectador en varias escenas desordenadas para lograr lo insólito. Y lo insólito no es otra cosa que el misterio de ese amor que une a esta pareja, que se evoca y no se retrata del todo, para el que incluso se abusa de una música empalagosa -demasiado emotiva o demasiado festiva, según el momento- que parece dictar el camino que ha de tomar el espectador.

A pesar de quedarse a las puertas de algo mejor, de no conseguir dar en esa tecla de la genialidad, Vivir el momento puede presumir de contar con una pareja protagonista capaz de levantar todo y marcar la diferencia con una película cualquiera de tarde. Hay quien dice que la pareja que forman Florence Pugh y Andrew Garfield carece de química. Para quien escribe, puede ser uno de los tándems más creíbles del cine romántico de los últimos años, quizás no tanto por su conexión como por sus dotes actorales.

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