Bien, para los no iniciados en su música, o aquellos que quieran tener a mano una selección representativa, Wilco acaban de lanzar el recopilatorio What’s your 20? Essential Tracks 1994-2014, 38 canciones que repasan todos y cada uno de sus discos y que ofrecen una panorámica espléndida de la evolución de la banda desde aquel primitivo A.M. publicado en 1995.
Wilco han evolucionado a lo largo de los años haciendo rock de raíces hasta llegar a componer uno de los mejores discos de la década de los 2000.
Son veinte años los que cumplen ahora y ver el desarrollo de ese rock de raíces de los primeros tiempos nos da una idea de los caminos que estaban dispuestos a recorrer. En 1999 publican un disco, Summerteeth, y la banda anuncia que no va a quedarse anclada en sus propios muros; que el rock que exudaban va un paso más allá que la mayoría de coetáneos, que desde las limpias melodías de los Beatles a la lírica emocional de Dylan, pasando por el rock musculoso pero no exento de riesgo, todo estaba a un palmo de narices de ellos y estaban dispuestos a dar el salto. Esta confirmación vino de la mano de Yankee Hotel Foxtrot, seguramente uno de los discos -junto al mencionado anterior-, esenciales de toda la década de los 2000 y, sin resultar exagerado, de todo lo que llevamos de siglo.
Una de las bandas claves del siglo
Para el que quiera dar un paso más allá o ya esté habituado a las emociones tórridas que son capaces de producir las canciones de Wilco, se publica estos días también el cofre Alpha Mike Foxtrot: Rare Tracks 1994-2014, un antológico compendio en cuatro discos y 77 canciones, de rarezas, tomas alternativas, canciones para bandas sonoras, singles promocionales y toda clase de caramelos que actúan como un cebo para quien quiere conocer una historia casi paralela y poco común de la banda.
Y aún hay más, cómo no. Aunque esta vez no bajo el nombre de Wilco, sino bajo el apellido familiar de Tweedy. Porque Jeff, el cantante, guitarrista, compositor y alma de la banda, ha debutado en solitario con un disco doble de nombre Sukierae, apelativo cariñoso que recibe su mujer, diagnosticada de un extraño tipo de cáncer durante el tiempo de la grabación del mismo. Pero sin estar previsto al principio, la ayuda que Jeff Tweedy recibió de su hijo, el jovencísimo Spencer, a la batería, les llevó a grabarlo y firmarlo conjuntamente, convirtiendo la obra casi en una oda familiar llena de belleza, emoción, amor y, sí, también, riesgo musical y creativo. Como es habitual en este genio llamado Jeff Tweedy.