Cultura

Care Santos: "La etiqueta cross over es una modernidad inventada para vender libros"

La escritora Care Santos presenta Amaranta (Montena), una novela que narra la vida de una niña acomodada, hija de banqueros, que intenta ser libre: desea tener una vida normal y ser actriz de teatro.

 

  • El escritora Care Santos.

La niña que da nombre a este libro, Amaranta (Montena), quiere ser algo distinto de lo que está planeado para ella. Hija de banqueros, la joven busca otras cosas: decisiones propias, errores propios, vivencias propias… ése es el sustrato de esa novela. A veces demasiado almibarada, la historia no huye de la realidad.

Gracias a Amaranta Care Santos se alzó con el premio Jaén de Narrativa Juvenil, un género que conoce de cerca. Sin embargo, su registro literario es muy amplio. En 1995, se dio a conocer con el volumen de relatos Cuentos cítricos y desde entonces ha acumulado numerosos premios y publicaciones en el género de la novela.

Qué hace Care Santos, ¿novela juvenil? ¿Acaso crossover, ese anglicismo que alude la mezcla de una historia adulta con protagonistas jóvenes? ¿Qué es Amaranta como historia? Sobre ese y otros temas habla Care Santos en esta entrevista con Vozpópuli.

"Toda la buena literatura ha sido siempre cross over"

-La pregunta puede ser obvia, pero hay que hacerla. ¿Cuál es la diferencia entre la novela juvenil y el cross over?

-Ninguna. Toda la buena literatura ha sido siempre cross over. La etiqueta cross over es una modernidad inventada para vender libros. Una más, quiero decir. Aunque debo reconocer que en este país nuestro, tan poco lector, ha tenido su utilidad: ha ayudado a descubrir a muchos lectores que los libros para jóvenes pueden depararles grandes momentos lectores.

-¿En cuál de las dos se incluye Amaranta?

-Amaranta es una novela que también pueden leer los jóvenes (esta es la definición de “novela juvenil” que más me gusta, formulada por Emili Teixidor). Tiene protagonistas adolescentes, con los que espero que se identifiquen los lectores jóvenes y aquellos adultos que se atrevan a conocerles. Espero que después de hacerlo mis lectores consideren que ha merecido la pena, tengan la edad que tengan.

-En esta novela la realidad ni siquiera toca la puerta o irrumpe: la realidad es el sustrato de la narración. Creo sin embargo que hay menos Amarantas de las que uno cree. Lo digo por la precariedad que impera.

-Yo creo, en cambio, que la realidad está por todas partes: en los damnificados de Bancomundo, la entidad financiera que dirigen los padres de Amaranta; en la amiga que no puede estudiar lo que quiere porque no puede pagarse la matrícula ni encuentra trabajo; en todas esas personas que juzgan a los demás no por lo que son sino por el lugar del que proceden; en la terrible tiranía del dinero… Es cierto que es difícil que surja una Amaranta en un ambiente social como el que circunda a la protagonista, pero no imposible. La literatura también sirve para soñar. Lo dijo Vargas Llosa: escribimos novelas para corregir la vida, no para copiarla. Y si a alguien conviene recordarle esto es a los lectores jóvenes. Ellos son el futuro. No siempre tiene una la oportunidad de hablarle al futuro.

"Lo dijo Vargas Llosa: escribimos novelas para corregir la vida, no para copiarla"

-Amaranta reivindica un espíritu de libertad inusual para su edad. Uno tiende a pensar en el joven de hoy más como alguien que se deja llevar. ¿Entre uno y otro qué queda?

-Quien vea a los jóvenes como a seres acomodaticios o dóciles es porque no los conoce. Claro que cuanto más opresivo es el ambiente en que te encuentras, más ansia de libertad tienes. Amaranta tiene ansia de libertad porque le niegan la posibilidad de elegir su propio camino. Se rebela, como haría cualquier joven de su edad.

-¿Su lector, qué edad tiene?

-Yo me siento más cómoda en lo que los anglosajones denominan “young adult”. Es decir: 16, 17, 18. Me gusta abordar temas difíciles, que demandan una cierta madurez y –más importante– interés por los aspectos menos edulcorados de la vida de los adultos, esa a la que ellos ya se asoman con curiosidad. La realidad es que me leen todo tipo de lectores: los de 10 que se atreven con algo más serio, los de 16 que saben qué temas toco, los de 25 que ya me han leído antes, las madres que aceptan recomendaciones de sus hijos… una buena novela no tiene edad.

-Usted cuenta con una obra importante, así como reconocimientos tanto en poesía como en narrativa juvenil. ¿Cuál es el rasgo más importante que debe tener en cuanto un narrador al momento de escribir para los jóvenes?

-En la ficción, todo es una cuestión de identificación. Es una novela para jóvenes, en mi opinión, aquella con la que los jóvenes se identifican. Suele ser bueno, para ello, que los personajes principales tengan su edad y se encuentren en un momento vital parecido. Hay que conocer a los lectores, saber qué les preocupa y qué les fascina, a qué se enfrentan, en qué creen. También es importante el ritmo, la agilidad. Hay que lograr que no deserten de la lectura, y tienen una edad complicada, que tradicionalmente es la menos lectora de todas. Mi mayor responsabilidad –y lo asumo– es crear lectores apasionados.

"La literatura para jóvenes en nuestro país ha dado pasos de gigante"

-¿Cómo han cambiado las novelas juveniles que pudo leer de aquellas que hoy se publican?

-La literatura para jóvenes en nuestro país ha dado pasos de gigante. Hay buen nivel en la literatura para jóvenes, autores muy comprometidos, grandes libros. Esta literatura está hecha para ellos, les habla de un mundo que conocen. Pueden leer anglosajones o nórdicos, si quieren, pero si leen a los autores de su propio país sentirán que les interpelan directamente. Son una generación de lectores afortunados. Sólo hay que entrar en una librería para darse cuenta.

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