El alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida en España. Consolida esta posición en todas las edades, aunque las autoridades sanitarias se muestran especialmente preocupadas por el consumo entre personas jóvenes y menores, los dos grupos de población más vulnerables. Más allá del efecto que puede causar en el desarrollo fisiológico y neurológico, su ingesta se ha asociado a distintas conductas de riesgo. Por ejemplo, conducir bajo los efectos del alcohol o mayores niveles de agresividad en algunas personas.
Si bien no existe una cantidad que se pueda considerar "saludable" (ni buena para el corazón, ni que sea digestiva como muchas veces se piensa o ni que ayude al correcto funcionamiento del organismo), sí que se establece una cifra para calificar la ingesta de "bajo riesgo", que no exime, en cambio, la peligrosidad. Esta se sitúa en los 10 gramos al día en mujeres y 20 en hombres. Hay que tener en cuenta, no obstante, que una cerveza de 330 mililitros, un vaso de vino de 150ml o los chupitos contienen entre 10 y 13 gramos de alcohol.
Pero no son estos los datos que preocupan a la población. Según el último Informe Ejecutivo sobre el alcohol, el tabaco y otras drogas ilegales en España, publicado por el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones (OEDA), España es el segundo país que más alcohol consume en el mundo, cerca de 11 litros por persona.
Los resultados de este estudio revelan que el 76,4% de las personas entre 15 y 64 años consumieron alcohol en 2022. En cifras concretas, de los 31.432.358 individuos que se enmarcan dentro de este conjunto de la población, un total de 24.014.321 se vieron afectados por el consumo de alcohol; es decir el 50,64% de la población española total (sin tener en cuenta edades superiores ni inferiores, estas últimas, a priori, no deberían ni ser mencionadas).
En todos estos números se apoyan las numerosas campañas que se llevan a cabo de prevención y cuidado sobre el consumo de esta bebida. "Nunca es tarde para dejar de beber" es uno de los lemas más populares y extendidos por la ciudadanía, pero, ¿qué ocurre verdaderamente cuando una persona acostumbrada a su ingesta frena de golpe este hábito? Sobre ello han investigado diferentes instituciones y entidades de todo el mundo, apuntando las claves sobre las consecuencias de esta decisión en toda persona.
Dejar de beber alcohol ayuda a reestructurar el cuerpo y el hígado
El alcohol perjudica al organismo de muchas maneras. Los efectos más importantes se producen en el hígado, órgano donde se descompone principalmente; pero hay efectos secundarios en otros órganos, como el corazón, el tracto gastrointestinal, el páncreas o el cerebro. Estos efectos son muy variados y dependen del tiempo que permanece esta bebida en el cuerpo y de la cantidad consumida.
Por ejemplo, en un estudio publicado en el portal Gastroenterology and hepatology, los 94 participantes (todos ellos bebedores moderados que dejaron el alcohol durante un mes) experimentaron mejoras en la resistencia a la insulina, la presión arterial y el peso, en comparación con los compañeros que se abstuvieron. Además, se demostró que esta bebida altera la composición microbiana del intestino, un trastorno denominado disbiosis y que provoca daños en las células que lo recubren. Además, otros beneficios generales de dejar el alcohol son la mejora del sueño y del estado de ánimo, incluida en esta parte la disminución de la depresión y la ansiedad.
De esta, en términos generales, después de la segunda semana sin consumo alcohólico, el reflujo ácido del organismo mejorará, mientras que también pueden ocurrir grandes cambios en la tercera semana, como la pérdida de peso o el daño hepático revertido. Después de un mes sin beber, es probable que esa persona tenga incluso una piel en mejor estado y una presión arterial más baja.
Al respecto, otra investigación propuesta por The Conversation apunta noticias buenas para aquellos que quieran dejar el alcohol de lado, sobre todo para sus hígados. Por ejemplo, las personas con un órgano graso, apunta el estudio, tras dos o tres semanas de abandono podría empezar a verse sanado y volver a tener un aspecto y un funcionamiento "como si fuera nuevo". En cambio, aquellas personas que presenten inflamaciones hepáticas o cicatrices leves tendrán que esperar varios meses para que su hígado se cure.
Por último, en los bebedores empedernidos, dejar de beber solo funcionaría a la larga: después de varios años. Sin embargo, estas tendrán que consultar previamente con expertos para que la ruptura de la dependencia hacia el alcoholismo sea tratada con seguridad.
Dejar de beber también tiene otros efectos positivos sobre la salud del ser humano. Por ejemplo, el sueño o la función cerebral se ven también mejoradas. Evitar la ingesta de alcohol, por lo tanto, ayuda al organismo en general a un mejor funcionamiento y, en última instancia, también puede colaborar en reducir el riesgo de padecer varias enfermedades, como algunos tipos de cáncer (como los de hígado o páncreas), cardiopatías o accidentes cerebrovasculares.