El insomnio es uno de los problemas que llegan junto a las alergias cuando llega también la primavera. Que haya más horas de luz, que haga más calor y el cambio de hora que vivimos hace unas semanas pueden alterar ciertos hábitos de nuestro día a día, como el descanso. La llegada de la primavera y los cambios que esta conlleva en el entorno afectan de manera significativa a las personas.
Los cambios en los biorritmos provocan un cambio emocional que, a su vez, puede verse reflejado en nuestro descanso y que puede llevar a momentos de insomnio. “El insomnio primaveral es uno de los efectos de la astenia primaveral, una sensación pasajera correlacionada con el inicio de la primavera y que se produce como consecuencia de los desórdenes en el mecanismo fisiológico normal de adaptación de las personas a una nueva estación” indica Gema Cabañero, directora de I+D+i del método de nutricosmética avanzada de 180 The Concept.
Pero, ¿qué es lo que provoca exactamente esta falta de sueño reparador? “Las horas de más luz hacen que disminuya la producción de melatonina y que aumente la serotonina, provocando que nos sintamos más despiertos, lo cual repercute en el reloj biológico. Esto sumado a una subida de las temperaturas influye directamente en la dificultad a la hora de poder dormir. El principal problema de ello es que nos sentiremos más cansados, con menos energía y cabizbajos. Sin embargo, es un proceso transitorio”, explica la experta.
Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), entre un 20 y un 48 por ciento de la población adulta tiene dificultad para conciliar el sueño. Esta y otras patologías relacionadas con el descanso afectan al rendimiento diario y producen déficits cognitivos y de memoria, además de problemas de salud mental como ansiedad, estrés o depresión, por lo que el sueño productivo es esencial.
Aunque se trate de un proceso pasajero de adaptación, muchas veces este trastorno del sueño tiene consecuencias devastadoras para nuestro día a día, provocando cefaleas, mal humor y un cansancio que nos impide realizar la rutina de manera normal, así como cambios en nuestras emociones.
“No descansar correctamente origina un estado de estrés y ansiedad continuado que hace que los niveles de cortisol permanezcan elevados. Entre otras funciones, el cortisol se encarga de inhibir el sistema inmunológico para reservar energías y provoca también un aumento de la histamina. Por ello, si el insomnio se alarga en el tiempo, será necesario tratarlo”, afirma Cabañero.
Insomnio y problemas emocionales
Tal y como explica Vicente Gea, decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de VIU, descansar correctamente “redunda en otros beneficios más perceptibles para las personas: incremento de la creatividad, de la memoria o de la atención, un mejor control del peso, menor riesgo o mayor resistencia para contraer enfermedades (incluidas las transmisibles) o efectos cardioprotectores, entre otros”.
Si no existe un descanso efectivo, apunta María José García Rubio, docente de la Facultad, “rompemos con los ritmos biológicos que nos definen como especie humana”, hasta tal punto que “todos estos procesos se interrumpen o tienen lugar parcialmente”, ya que es imposible llevar a cabo una vida normal.
La propia SEN establece que, en al menos el 10 por ciento de los casos, los problemas relacionados con el descanso se deben a algún trastorno crónico y grave, y menos de un tercio de los afectados buscan ayuda profesional. “En las consultas de atención primaria se ha incrementado el número de quejas subjetivas relacionadas con la falta de descanso y, en línea con esto, varios estudios han demostrado que el descanso aumenta los niveles de calidad de vida percibidos por la persona”, afirma María José Rubio.
Por su parte, Joaquín Mateu, doctor en Psicología Clínica y de la Salud y docente en VIU, señala que “quienes duermen menos horas de las que verdaderamente necesitan tienen más riesgo de sufrir pensamientos intrusivos y recurrentes, comunes en muchos problemas emocionales”. Y es que, mientras dormimos, el cerebro “produce hormonas y neurotransmisores elementales para mantener el estado anímico, especialmente la serotonina y la melatonina”.
Según el Instituto del Sueño, “una vez instaurados los problemas de insomnio, la falta de sueño, produce en el organismo una reacción fisiológica que contribuye a aumentar los niveles de ansiedad y estrés, generando mayor alerta y activación y mayores dificultades para poder relajarse y por tanto dormirse”.
Es una pescadilla que se muerde la cola, ya que “los mecanismos por los que se produce este efecto es una cascada de acontecimientos biológicos que tienen lugar en nuestro organismo cuando nos estresamos a nivel hormonal y neuronal, por los que se producen alteraciones en la segregación de sustancias como el cortisol, que inhibe y suprime el sueño, así como de la prolactina o la serotonina, muy relacionadas con la regulación de los ciclos del sueño, estados anímicos, percepción del dolor”. Cuando estamos estresados, dormimos peor y cuando sufrimos insomnio, el estrés es más fácil que aparezca y que a esto se añadan además posibles cambios repentinos de humor y una mayor irritabilidad.
Asimismo, Mateu nos explica que “al dormir adecuadamente, nuestro cerebro elimina un péptido conocido como beta amiloide, relacionado estrechamente con enfermedades tales como el Alzheimer y la angiopatía amiloide. Durante el día la beta amiloide va acumulándose en nuestros tejidos cerebrales, pero al llegar la noche la eliminamos para dejarlo todo como nuevo”. Así, si se tienen malos hábitos de sueño “estos productos se van acumulando irremediablemente y formando las placas beta amiloides que pueden encontrarse masivamente en los cerebros de quienes sufren una demencia al llegar a la vejez”.
Evitar (o intentarlo) el insomnio
Para evitar situaciones críticas relacionadas con el descanso, basta con seguir una serie de conductas sencillas, generalmente conocidas por la población, tales como: evitar el uso continuado de pantallas, especialmente por la noche; los horarios laborales con turnicidad, siempre que sea posible; o el descuadre exagerado entre la rutina de los días laborables y el fin de semana. Y es que, si nos privamos de este descanso rompemos con los ritmos biológicos que nos definen como especie humana.