Adelgazar es una manera en algunas ocasiones de hacernos ser conscientes de que nuestro estilo de vida no es el adecuado. Cuando consultamos a un nutricionista para perder unos kilos, el profesional seguro que nos da algunas claves no solo para perder peso de una manera segura y eficaz, sino también para poder cambiar esos hábitos que tal vez no nos hacen seguir un estilo de vida saludable.
Para adelgazar no solo es importante cuidar nuestra alimentación sino también practicar ejercicio de manera regular y evitar ciertos hábitos como el alcohol y apostar por una vida más sana en la que también el descanso es importante. Nuestra cabeza es importante en todo el proceso y por eso hablamos también de alimentación consciente o darse cuenta de todo lo que te rodea antes, durante y después de una comida. Implica comer usando todos los sentidos, reconociendo las emociones que pueden surgir y que están relacionadas con la comida.
La alimentación consciente consiste en aprender a mirar los alimentos de una forma distinta que nos ayude a mejorar la relación con la comida, para disfrutarlos de manera plena y libre de remordimientos. Esta práctica tiene su origen en el mindfulness, que ayuda a estar más presente en el aquí y ahora y a enfrentar cada momento con curiosidad e interés. Es concentrarse en el aquí y el ahora, sin juzgar lo que sentimos o pensamos.
Adelgazar siendo ‘conscientes’
La alimentación consciente, también conocida como 'mindful eating', es más que un método para comer: es una filosofía de vida. En palabras sencillas, “se trata de disfrutar plenamente de cada bocado, enfocándonos no solo en el sabor de la comida, sino también en cómo nos hace sentir”, nos explica la psicóloga Ana Morales.
Tomar conciencia del hambre física, de cuando estamos saciados y de las señales de satisfacción o placer al comer para decidir qué, cuándo y cuánto comer. Así reduciremos los momentos en los que comemos por otros motivos que no sean hambre física y nos ayudará también si lo que queremos es adelgazar.
¿Cómo podemos aplicar la alimentación consciente en nuestro día a día? Morales, comprometida con el enfoque de la alimentación emocional y la aceptación corporal, nos da las claves para hacerlo:
1. Comienza con una pequeña pausa. Antes de empezar a comer, toma un momento para respirar profundamente y apreciar la comida ante ti. Esta pausa o impás te ayuda a centrarte en la experiencia de comer.
2. Saborea cada bocado. Mastica con detenimiento, come despacio disfrutando de cada sabor y textura de lo que estás comiendo. Esto no solo mejora la digestión, sino que te ayuda a entender cuándo has comido lo suficiente. No comerás más de lo que tu cuerpo necesita, clave para adelgazar también con cabeza.
3. Elimina distracciones. Apaga la TV y pon tu teléfono u ordenador a un lado o en modo avión. Tu comida merece toda tu atención y es un momento también para desconectar.
4. Escucha a tu cuerpo. Presta atención a las señales de hambre y saciedad que tu cuerpo te envía. Aprende a reconocer cuándo tienes hambre de verdad y cuándo estás satisfecho.
5. Chequeo emocional. Antes de picar algo, hazte una pregunta rápida: “¿Estoy comiendo porque tengo hambre o porque estoy aburrido o estresado?”. Si es lo segundo, quizá es mejor que no comas nada en ese momento.
6. Disfruta cocinando. La alimentación consciente comienza incluso antes de sentarte a la mesa. Disfrutar del proceso de preparar la comida puede ser una forma de practicar la atención plena.
7. Porciones adecuadas. Utiliza platos más pequeños para ayudarte a servir porciones más adecuadas y evitar el exceso de comida.
8. Registra tu experiencia. Si te gusta reflexionar, considera llevar un diario de tus hábitos alimenticios. No solo de lo que comes, sino de cómo te sientes antes, durante y después. No se trata de obsesionarse con adelgazar, sino de cambiar tu estilo de vida para una mejor salud.
9. Hazlo un hábito. Como cualquier otra habilidad, la alimentación consciente requiere práctica. No te preocupes si no lo consigues de inmediato; la clave está en hacer un esfuerzo constante para ser más consciente durante las comidas.
Desafíos a la hora de adelgazar
Enfrentar el sobrepeso y adelgazar es más complicado de lo que parece a primera vista y requiere de un enfoque multifacético. “Uno de los primeros obstáculos con los que nos topamos es la cantidad de información errónea que circula en internet. Si bien vivimos en una era donde la información está al alcance de un clic, la facilidad para acceder a ella nos puede llevar por caminos equivocados”, explica la psicóloga.
No es raro caer en la trampa de dietas de moda o ‘soluciones rápidas’ para adelgazar que, en lugar de ayudarnos, pueden complicar más nuestra salud. “Y lo que es más preocupante, esta mala información a veces viene disfrazada de ‘consejos de expertos’ en redes sociales, lo que hace más difícil saber en qué creer. Por eso, estar bien informados debe ser uno de nuestros primeros pasos”.
Además, no podemos hablar de sobrepeso sin tocar el tema de nuestras emociones y cómo la sociedad nos ve. “Este estigma social no solo afecta nuestra autoestima, sino que también puede llevarnos a más estrés y a episodios de comer emocional, formando un ciclo difícil de romper. También hay que tener en cuenta nuestro entorno. No todos tenemos la suerte de tener acceso fácil a una alimentación saludable, lo que se convierte en otra barrera para llevar una vida más sana. Además, en ambientes más acomodados, las presiones sociales y culturales pueden añadir más estrés emocional al problema”, dice Morales.
Sin olvidar, claro, “las condiciones médicas que ya podamos tener y el costo que implica seguir un estilo de vida más saludable. Aquí es donde entran en juego las políticas públicas. Necesitamos un enfoque más grande, que mire el problema desde una perspectiva más amplia, para disminuir el estigma y facilitar cambios reales en la sociedad”.
Así las cosas, la psicóloga nos explica que “enfrentar el sobrepeso no es solo una cuestión de ‘comer menos y moverse más’. Se trata de un asunto complejo que requiere una respuesta igualmente compleja, abordando tanto los factores emocionales como los físicos, sin olvidar el contexto social y económico en el que cada individuo se encuentra”.