El mundo podría tener una alternativa en la recámara para el planeta en el hipotético caso de que, a pesar de los esfuerzos y compromisos colectivos, finalmente la comunidad internacional no consiga revertir el cambio climático. Solo que la alternativa que se prepara entre bambalinas quizá no sea exactamente ese “planeta B”, en forma de utópica réplica mejorada del que conocemos, que algunos tenían en mente, sino algo mucho más desasosegante: el metaverso.
El metaverso es… En realidad, nadie lo sabe todavía muy bien. Se habla de un universo paralelo, habitado no por personas de carne y hueso, sino por sus equivalentes digitales, avatares personalizables, dotados de identidad y capacidad para actuar y moverse en entornos de realidad virtual, manejados en la distancia por sus ‘originales’ desde dispositivos electrónicos. Un mundo que parece más próximo a las películas de ciencia ficción o a los videojuegos que al día a día de los seres humanos ‘convencionales’.
Pero no se equivoquen. El metaverso que se avecina no es un entorno pensado únicamente para jugar y evadirse un rato de los problemas cotidianos, sino que su ambición es mucho mayor. El nuevo universo aspira a convertirse en el nuevo foro en el que personas, empresas y gobiernos se jueguen las habichuelas, un lugar muy ‘real’ en el que encontrarse, relacionarse y realizar todo tipo de actividades y negocios.
El metaverso que se avecina no es un entorno pensado únicamente para jugar y evadirse un rato de los problemas cotidianos, sino que su ambición es mucho mayor
Este sucedáneo digital del mundo físico está lleno de oportunidades. Y es que resulta abrumador pensar en las posibilidades que ofrecen estos entornos experienciales en ámbitos como la enseñanza, el ocio, las comunicaciones personales, el intercambio de información y en multitud de actividades profesionales. Desde hace unos años, las tecnologías exponenciales como la realidad virtual, mixta o aumentada ya están irrumpiendo con éxito en campos como la sanidad, el sector retail, la industria 4.0 o el turismo. Solo que lo hacen de manera aislada y sin demasiada continuidad. El metaverso vendría a integrar todos esos desarrollos en un único proceso continuo que multiplicará su alcance y generará nuevas conexiones y sinergias.
Según las previsiones de sus impulsores, habrá muy pocas cosas que no podamos hacer en el metaverso. Relacionarnos, comprar moda, operar con criptomonedas, escuchar música, jugar, disfrutar de contenidos audiovisuales, trabajar o realizar tramites administrativos serán actividades que realicemos indistintamente en el mundo real o en el virtual… O quizá llegue un momento en que ya solo lo hagamos en el virtual.
El metaverso integrará los desarrollos de tecnologías exponenciales en un único proceso continuo que multiplicará su alcance y generará nuevas conexiones y sinergias
Estas inmensas posibilidades no están pasando desapercibidas para los mercados financieros, que ya piensan en el metaverso como el nuevo Internet, una revolución lo bastante disruptiva para cambiar el curso de la historia… Y de sus carteras. En un reciente entrevista en Bloomberfg Technology, el inversor de riesgo norteamericano Matthew Ball, una de las personas que más ha investigado las implicaciones económicas del fenómeno, estimó el valor del Metaverso en 800.000 millones dólares para el año 2024.
Amenazas
Pero este nuevo mundo que se construye en laboratorios de programación también tiene su lado oscuro. Uno de sus peligros más evidentes aparece por la vía de la seguridad. Tras los precedentes de fugas de información vividos con Cambridge Analytics y otros episodios similares, la posibilidad de que un vasto universo digital sufra brechas de seguridad o haga un uso ‘descuidado’ de los datos de sus usuarios no parece del todo descabellada. Otra perspectiva inquietante: que la experiencia inmersiva de estos entornos virtuales sea tan absorbente que, literalmente, atrape a sus usuarios en sus interfaces y los aleje de ‘la vida real’.
El metaverso no es todavía más que una mera posibilidad en la que, eso sí, están trabajando compañías de primer nivel como Epic, Unity, Nvidia o Facebook. Antes de que su desembarco masivo en la vida de las personas sea una realidad tendrán que atarse aun algunos cabos sueltos. Por ejemplo, se necesitará un acceso universal, barato y de mayor calidad a Internet. Y una regulación que aborde la compleja tarea de ponerle puertas a ese inmenso campo digital. Pero es una posibilidad con muchos visos de terminar convirtiéndose en realidad.
El mero hecho de que Mark Zuckerberg (Facebook) haya anunciado recientemente su intención de cambiar el icónico nombre de su omnipresente compañía por el de Meta (literalmente, “más allá” en griego), es más que sintomático de que los avatares se están movilizando. Y cuando los píxeles de tu vecino veas cortar…