Lo que se ve sobre estas líneas parece un simple conejito impreso en 3D, pero se trata del primer objeto que contiene en su interior un mensaje codificado en moléculas de ADN con las instrucciones para fabricar una réplica. El sistema ha sido diseñado por los investigadores Yaniv Erlich y Robert Grass, quienes lo han bautizado como el “ADN de las cosas”, ya que permitiría almacenar grandes cantidades de información en objetos y reproducirla de forma fiel en cada copia.
En un trabajo publicado este lunes en la revista Nature Biotechnology, los investigadores describen el sistema que permite almacenar información de forma binaria en moléculas de ADN y encapsularla en pequeñas esferas de silicio que se integran en un poliéster termoplástico biodegradable con el que se imprime el objeto. Para demostrar su viabilidad, los autores recuperaron esta información de uno de los conejitos impresos y utilizaron las instrucciones contenidas en las moléculas de ADN para replicar el objeto. Después de cinco generaciones, según comprobaron, no se produjeron pérdidas de información y el ADN permaneció estable incluso después de que pasaran hasta nueve meses entre cada reproducción.
Se podría ocultar este tipo de mensajes en cualquier objeto hecho de materiales como poliéster, poliuretano o silicona
“Con este sistema”, asegura Grass, “podemos incluir instrucciones de impresión en 3D en un objeto para que después del paso de décadas, o incluso siglos, sea posible obtener esas instrucciones del propio objeto”. El resultado es fruto de la combinación de dos técnicas desarrolladas de forma independiente por cada uno de los dos coautores principales. Por un lado, Grass había creado una tecnología capaz de incorporar un código de barras’ de ADN en esferas de silicio para marcar objetos. Por su parte, Elrich trabajaba en el almacenamiento de cantidades masivas de datos en ADN, con hasta 215.000 terabytes en un solo gramo de este material.
Información escondida
Para las primeras pruebas que han hecho, como la del conejito, los científicos apenas han necesitado utilizar unos 100 kilobytes de información, pero el sistema permitiría almacenar muchísimos más datos y servir, hipotéticamente, para esconder información en lugares donde nadie la encontrara. Por este motivo, en un segundo experimento codificaron un vídeo sobre el famoso archivo Oneg Shabbat, una colección de documentos recopilados por los judíos del gueto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial y que fueron ocultados de los nazis en el interior de cajas y cántaros de leche. Los autores almacenaron los 1.4 megabytes que ocupa el vídeo en una diminuto fragmento de plexiglás, el material con el que se fabrican las gafas y cuyo contenido resultaría indetectable.
“No supondría ningún problema pasar un par de gafas como estas por la zona de seguridad de un aeropuerto y llevar así información de un sitio a otro sin ser detectado”, comenta Elrich. En teoría, se podría ocultar este tipo de mensajes en cualquier objeto hecho de materiales como poliéster, poliuretano o silicona siempre que en su fabricación no se sobrepasaran cierta temperatura. Y se aplicara a la fabricación de objetos cotidianos, auguran los creadores, el “ADN de las cosas” podría servir para incorporar información sobre su fabricación y composición, e incluso podría ser el primer paso hacia la autoreplicación de las máquinas.
Referencia: A DNA-of-things storage architecture to create materials with embedded memory (Nature Biotechnology) DOI 10.1038/s41587-019-0356-z