“Cómo se atreven a llamarnos diplomáticos”. Con este incendiario titular la científica española Amaya Moro-Martín ha provocado una pequeña conmoción en la comunidad de científicos españoles en el extranjero y en algunas instituciones. El artículo se publicaba esta semana en las páginas de la revista Nature y en él la autora acusa al Gobierno español de querer utilizar a los investigadores - algunos de los cuales tuvieron que marcharse fuera por los recortes sistemáticos de los últimos diez años - como parte de una red de diplomacia científica para mejorar la imagen de España.
“Nos dijeron que éramos una leyenda urbana”, escribe Moro-Martín. “Ahora descubro no solo que soy real, sino que también soy parte de una deliberada e ingeniosa estrategia política del Gobierno español para mandar científicos al extranjero y alimentar la colaboración internacional y reforzar, en vez de debilitar, la ciencia española”. Las críticas de Moro-Martín hacen referencia a un artículo publicado hace unas semanas en la revista Science & Diplomacy y firmado por miembros de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), incluido su propio director. En el trabajo se exponen los esfuerzos de la administración española en los últimos años por aprovechar la existencia de asociaciones de científicos españoles en el extranjero y “reclutarlas para servir como aliados clave en la diplomacia pública”. Entre otras cosas, se destaca que tres embajadas españolas cuentan por primera vez con un coordinador científico “que trabaja para construir mejores relaciones científicas, incluir la ciencia en la política exterior y apoyar a los científicos españoles”.
“Lo que no es normal es que estén destruyendo el sistema científico y nos vengan a hablar de la marca España”
En opinión de los dos autores principales del artículo, Lorenzo Melchor y Ana Elorza, las críticas de Moro-Martín a su artículo responden a un malentendido sobre sus palabras. “Queremos remarcar que no estamos definiendo a los científicos como diplomáticos de profesión”, explican a Next, “sino que algunas de las acciones que desempeñan de forma independiente las asociaciones de científicos españoles en el exterior tienen un valor diplomático en sí mismo y un alcance que llega a transcender fronteras”. Amaya Moro-Martín considera, en cambio, que el artículo manifiesta textualmente esta comparación en varias ocasiones, como cuando los autores hablan de la red de asociaciones científicas como un “valor diplomático útil”. “Es claro que su retórica incluye a las asociaciones de investigadores que estamos fuera, no sólo las oficinas que están montando en las embajadas”, explica a Next. “Por cierto”, añade, “el titular lo ha elegido Nature, no yo. Y ellos han leído el artículo original de Science Diplomacy”.
Para entender los motivos de este malestar hay que tener en cuenta muchos elementos. El primero es la circunstancia personal de muchos investigadores que, como Amaya, están trabajando fuera y prorrogando su estancia en el extranjero porque los recortes en España hacen imposible el retorno. “Después de más de una década en EEUU regresé a España con intención de asentarme allí”, explica la investigadora, “pero por la crisis en la que se ha visto sumida la investigación científica en general, y por el incumplimiento de los compromisos asociados a los contratos Ramón y Cajal en particular, tuve que volver a emigrar a EEUU hace tres años”. Para Mario Herrero, investigador postdoctoral en la Escuela Politécnica Federal de Lausana, el problema es que en el contexto actual de recortes, que el Gobierno presuma de tener una red de científicos resulta chocante. “Lo que no es normal es que estén destruyendo el sistema científico, limitando las oportunidades de que algún día podamos volver y nos vengan a hablar de la marca España”.
Pablo Rodríguez está haciendo el doctorado en la Universidad de Wageningen, en Holanda, después de haber intentado hacerlo en España sin ayudas. “La idea de hacer un doctorado sin financiación aquí les parece una locura y en España es habitual”, explica a Next. “No es que les parezca loco a los holandeses, también a compañeros de Etiopía, de Uganda o de México, donde uno diría que la cosa está aún peor”. Pablo no se considera un “exiliado”, sino un emigrante. “Yo estoy aquí en busca de una vida mejor porque en mi país no la puedo encontrar, así de simple”. En un caso parecido está Rosario Luque, que estudia en la Universidad de Amsterdam con una beca Marie Curie de la UE después de que en España no le dieran acceso a ningún tipo de ayuda. “Yo estoy en contra de que me usen como marca España”, asegura, “si quieren hacerlo al menos que me den la oportunidad de que me quede aquí”.
“No queremos ser usados como excusa para que se venda que somos una estrategia del Gobierno”
El segundo factor de fondo es la propia existencia de estas asociaciones de científicos españoles en el extranjero, nacidas como consecuencia de esta “diáspora” científica. Lo que expone la FECYT en su criticado artículo es el esfuerzo que han hecho en los últimos años en aprovechar la existencia de estas organizaciones para intentar ayudar a los científicos españoles a través de ellas. Como ejemplo de esta colaboración, Lorenzo Melchor, uno de los autores del artículo, fue miembro fundador y primer presidente de la Sociedad de Científicos Españoles en el Reino Unido (SRUK/CERU) y ahora es coordinador científico en la Embajada española en Londres, un cargo pagado por FECYT. “Las asociaciones de científicos españoles en el exterior son uno de los agentes con los que colaboramos de manera natural cuando nuestros objetivos convergen, respetando en todo momento su independencia”, asegura.“Lo que se ha conseguido ahora es facilitar un canal de comunicación fluido y que sean reconocidas como interlocutoras claves para la administración española”, añade Ana Elorza. “Estas asociaciones existían ya antes de que los coordinadores científicos empezaran a trabajar en las embajadas”.
Quizá no les falta buena voluntad, pero en el contexto actual sus palabras sobre el papel de los científicos han caído como una bomba. Además, este argumentario de FECYT ha colocado a las asociaciones de investigadores en el extranjero en una posición incómoda, pues se podría dudar de su independencia. Una de las asociaciones que más mencionan es ECUSA (Españoles Científicos en USA) quienes en septiembre de 2015 colaboraron con la FECYT para organizar unas jornadas que presidido el rey Felipe VI. Consultados por Next, ECUSA recalca que es “100% independiente de cualquier otro tipo de organización o institución” y que su “relación con la FECYT es únicamente una relación de colaboración más en aquellos asuntos en los que encontramos puntos de interés común”. Desde SRAP (Investigadores Españoles en Australia-Pacífico) el astrofísico Ángel López-Sánchez insiste en lo mismo. Reconoce que el apoyo de consulados y embajadas ha sido muy útil, pero recuerdan su independencia. “No queremos ser usados como excusa para que se venda que todos estos científicos en el extranjero somos una estrategia del Gobierno para diseminar la ciencia española por el mundo, porque eso no es así”, advierte. Por otro lado, lo de formar parte de la “marca España” le parece poco serio. “Aunque quizá sí lo somos”, ironiza, “en el sentido de que somos producto de las políticas de recortes y las barbaridades que se han hecho en los últimos años”.
Desde CERFA (Científicos Españoles en la República Federal de Alemania) también aclaran que “la organización de los grupos de científicos en el extranjero no es una iniciativa del Gobierno español, sino una respuesta a la cantidad de científicos que se han tenido que abandonar el país porque no conseguían encontrar un trabajo en España”. También consideran que en el artículo original de Science & Diplomacy se intenta dar visibilidad a estos grupos, “aunque la ambigüedad del texto no aclara de forma contundente que las asociaciones y el Gobierno son dos entes bien diferenciados”, advierten. Y lanzan un mensaje contundente: “No queremos que nos utilicen como un instrumento de propaganda de la marca España, de la cual, por motivos obvios, no nos sentimos parte. En este sentido compartimos la crítica de “How dare you call us diplomats” con respecto a las políticas científicas que se han aplicado en España en los últimos años y que están destruyendo el potencial de investigación en nuestro país”.
A título particular, Sergio Pérez Acebrón, investigador en el German Cancer Research Center, en Heidelberg (Alemania) y uno de los fundadores de CERFA, reconoce que el personal designado en las embajadas está haciendo lo posible para echar una mano a los investigadores españoles que emigran al extranjero, pero el problema es que este tipo de acciones se quedan cortas dentro del contexto de crisis. “Es como poner una guinda a un pastel inexistente, puesto que no existe una política sólida de futuro para el I+D dentro de España”, argumenta. A él tampoco le gusta el discurso gubernamental que intenta hacer parecer a los investigadores españoles en el extranjero un valor español. “Igual que Amaya, creo que nuestro valor se queda en donde trabajamos”, relata. “Si España desea contar con valor científico deber invertir en un sistema de I+D estable y atractivo para investigadores de toda procedencia, sean españoles o extranjeros”.
“Es como si te dijeran: ya que estás tu allí, y que te has pagado tu viaje, te usamos”
Desde Fecyt, Melchor y Elorza insisten en que es “evidente que estos investigadores fomentan la colaboración científica internacional” y que “tienen un valor muy importante para el sistema español de ciencia y tecnología por su experiencia internacional y por el asesoramiento constructivo que pueden prestar al sistema español”. A pesar de la buena voluntad, para algunos investigadores, como Diego Blas, científico titular en el CERN, el mensaje oculta una contradicción y un abuso. “Se aprovechan del esfuerzo de la gente”, explica. “Es como si te dijeran: ya que estás tu allí, y que te has pagado tu viaje, te usamos”. En su caso lleva años fuera de España por decisión propia y porque las condiciones hacen muy difícil regresar a una posición estable. “El gran problema del sistema español es la incertidumbre, que haya habido gente como Amaya que haya regresado firmando unas condiciones y que de la noche a la mañana las hayan cambiado porque han aprobado otra ley”. En el pasado, un investigador español que pasara dos años en el CERN habría podido regresar con una posición muy buena en España. Ahora el propio Diego tiene una plaza mucho mejor en el CERN y no le garantiza nada si quiere volver. “Sin embargo”, explica, “en Inglaterra me he presentado a una posición estable, me la han dado y además he negociado”.
Para Rosario Luque, la situación española se hace evidente al mirar cómo han acabado los compañeros de su promoción, la mayoría de ellos gente muy brillante. La escasez de ayudas ha conducido a algunos a marcharse fuera y a otros a aceptar hacer el doctorado sin becas, algo que no se entiende en ningún otro lugar del mundo. “En Holanda hacen una cosa muy inteligente”, relata, “hacen el doctorado en Holanda, con ayudas, y luego hacen el postdoc en otros países, generalmente a grupos potentes, de los que luego vuelven para montar un grupo propio”. De este modo, el país está obteniendo un retorno de la inversión en formación que hizo con estas personas. En España los científicos punteros no tienen a donde volver, o si vuelven se encuentran con condiciones peores en cuanto a sueldo, medios y estabilidad.
“Por eso mi crítica es que la retórica en la que esta iniciativa se están enmarcando maquilla la situación real de los investigadores y de las instituciones de investigación en España y esa actitud es un obstáculo para la búsqueda de soluciones”, resume Moro-Martín. “Lo que tienen que hacer desde el Gobierno en este tema es dejar de preocuparse tanto por la marca España y concentrar sus esfuerzos en mejorar la situación de la investigación en el país aportando suficientes recursos humanos y financieros, y modernizando un sistema burocrático que es decimonónico y antagónico a la labor investigadora”. Mientras tanto, todo lo demás son gestos de cara a la galería.
Referencias: How dare you call us diplomats (Nature 543, 289 (16 March 2017) doi:10.1038/543289a) | Spanish Science Diplomacy: A Global and Collaborative Bottom-Up Approach (Science Diplomacy)