La incidencia del cáncer de mama ha aumentado en todo el mundo a niveles sin precedentes en las últimas décadas. Es el principal cáncer en mujeres: una de cada ocho lo padece a lo largo de su vida y es la segunda causa de muerte para ellas, después de las enfermedades cardiovasculares. En 2012 se diagnosticaron 1,7 millones de casos en todo el mundo y causó más de medio millón de muertes.
El cáncer es una enfermedad compleja, asociada a múltiples factores. Sus causas exactas aún se desconocen. Se sabe que están implicados tanto factores genéticos (en el cáncer de mama, pérdida de genes BRCA1/2) como ambientales (dieta inadecuada, consumo de alcohol, obesidad, exposición a la radiación, entre otros).
El cáncer de mama está relacionado con niveles elevados de estrógenos, las hormonas asociadas a la pubertad, embarazo y menopausia. Este es el principal factor de riesgo identificado. El uso de píldora anticonceptiva y la terapia hormonal sustitutiva también incrementan los niveles de estrógenos.
Sin embargo, estos factores solo explican un número limitado de casos. Hasta un 70% de los carcinomas de mama tienen un origen desconocido, lo que significa que hay más factores involucrados. En los últimos años, los investigadores han señalado como culpables a los microbios (virus, bacterias, arqueas, hongos y protozoos) que habitan en los órganos del cuerpo humano.
La relación entre cáncer y virus se sabe desde hace mucho tiempo. El ejemplo más famoso es el del virus del papiloma humano, implicado en el cáncer de cuello de útero. En el caso del cáncer de mama, se ha propuesto que virus como el del tumor mamario, Epstein-Barr y del papiloma humano, afectarían también al desarrollo de la enfermedad.
¿Culpables bacterianos?
El efecto de las bacterias en el cáncer también se ha investigado, aunque no tanto. Su influencia en la salud de las personas (para bien o para mal) es un campo de estudio muy activo en la actualidad. Estos microbios pueden ejercer efectos perniciosos que desemboquen en la aparición de enfermedades.
Por ejemplo, las bacterias del intestino grueso de individuos obesos son diferentes a las de los individuos delgados. Si esas personas con sobrepeso se someten a una dieta con poca grasa, las diferencias prácticamente desaparecen.
La abundancia de Fusobacterium nucleatum se correlaciona con el cáncer de colon y con una mayor probabilidad de desarrollar metástasis. En otros casos se ha demostrado como causa única, como ocurre con Helicobacter pylori y el cáncer de estómago.
Las bacterias también pueden tener un efecto probiótico. Es decir, ayudar a mantener la salud. Por ejemplo, Bacteroidetes fragilis tiene efectos protectores frente a la colitis.
El tejido mamario no es estéril y cuenta con una población microbiana, la llamada microbiota mamaria. Esta accede al interior de la mama desde la piel y, aunque parezca inverosímil, también desde el intestino.
La microbiota mamaria es beneficiosa para el tejido. Se ha comprobado, tanto en ratones como en humanos con cáncer de mama, que los antibióticos aumentan el crecimiento de los tumores mamarios.
Al igual que con la microbiota intestinal, también hay diferencias entre la microbiota mamaria de mujeres afectadas de cáncer de mama y la de mujeres sanas. Por ejemplo, en pacientes con cáncer de mama se encuentran poblaciones diferentes y menos diversas que en mujeres sanas.
¿Causa o efecto?
En nuestro último artículo publicado hemos revisado la relación entre los microbios y el cáncer de mama.
Se han propuesto varios mecanismos que pueden favorecer la enfermedad. Una posibilidad es que algunos microbios desencadenen una respuesta inmunitaria que dé lugar a una inflamación crónica, relacionada con el cáncer.
Además, algunas especies bacterianas tienen la habilidad de cortar las hebras del ADN de las células del tejido donde se encuentran. Otras fabrican una maquinaria que interfiere con la eliminación natural de los estrógenos, que permanecen más tiempo dentro del cuerpo, lo que aumenta sus niveles y los de sus metabolitos. En ambos casos, aumentaría el riesgo de cáncer de mama.
Los mecanismos exactos aún no se entienden del todo. Tampoco está claro si existe una composición microbiana específica (ya sea por la presencia de cepas patógenas o la ausencia de beneficiosas) responsable de la carcinogénesis mamaria.
También queda por descubrir si las alteraciones encontradas son una de las causas del cáncer o un efecto del mismo. Es necesario profundizar más en esta apasionante investigación. Seguramente, dentro de unos años los científicos descubran nuevos mecanismos.
La buena noticia es que hay en marcha nuevos estudios que están examinando la composición y función de la microbiota intestinal y mamaria, de mujeres sanas y enfermas a lo largo de su vida. Esto nos proporcionará información vital sobre su papel en la salud.
Definir estas poblaciones microbianas, presentes tanto en la mama como en el intestino, también será útil para las pacientes con cáncer. El objetivo final es permitir intervenciones terapéuticas que mejoren el pronóstico de su enfermedad.
La composición de nuestra microbiota es el resultado de quiénes somos y cómo vivimos, y es capaz de ejercer efectos locales y distantes. La evidencia científica indica que tener un estilo de vida saludable modifica nuestros microbios. Así reduciremos nuestro riesgo de desarrollar problemas de salud, como por ejemplo el cáncer de mama.
* Luis Fontana Gallego, Catedrático de Universidad. Depto. Bioquímica y Biología Molecular 2, Facultad e Farmacia, Universidad de Granada, Universidad de Granada y Mariana F. Fernandez, Profesora Titular de Universidad (acreditación cátedra ANECA). Medicina ambiental. Facultad de Medicina., Universidad de Granada
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.