¿Ayudaron las explosiones de las supernovas a que los primeros protohumanos comenzaran a caminar sobre dos piernas y a liberar las manos con las que el Homo sapiens construiría después desde catedrales a cohetes y teléfonos móviles? Esto es lo que sugiere un trabajo publicado este martes por el equipo de Adrian Melott en la revista Journal of Geology y en el que aportan algunos elementos para defender esta hipótesis.
Los autores recopilan las pruebas existentes de que existió un periodo especialmente prolífico de estas explosiones cósmicas cuya radiación bombardeó la Tierra a partir de hace 8 millones de años y con un pico especialmente alto hace 2,6 millones de años, justo en el momento en que los primeros homínidos se hicieron bípedos y se mudaron a las sabanas. Este cambio de hábitat, debido a una alteración climática que transformó muchos bosques en zonas de hierba, ya había sido ampliamente documentado como uno de los motivos por los que los homínidos desarrollaron el bipedismo. Pero los autores especulan con la posibilidad de que la actividad cósmica fuera uno de los detonantes.
“Se piensa que ya había cierta tendencia entre los homínidos a caminar sobre dos piernas, antes incluso de este evento”, asegura Melott, profesor emérito de física y astronomía en la Universidad de Kansas (EE.UU.). “Pero estaban principalmente adaptados para trepar a los árboles. Después de esta conversión a sabana, tuvieron que moverse mucho más frecuentemente de un árbol a otro por la zona de hierba, y algunos comenzaron a mejorar su capacidad de caminar erguidos. Podían ver por encima de la hierba alta y ver a los depredadores”. Pero, ¿qué papel tuvieron las supernovas en este contexto?
Las capas en el océano indican una fuerte actividad de radiación cósmica en el periodo crítico para la humanidad
Según los autores del artículo, las explosiones cósmicas aumentaron la ionización de nuestra atmósfera, lo que disparó el número de rayos que caían a tierra durante las tormentas y la cantidad de incendios forestales en todo el globo. Estos fuegos arrasaron con los bosques donde vivían los homininos y les forzaron a adaptarse a un nuevo hábitat. Las pruebas han sido recogidas en los últimos años en los fondos oceánicos, donde se encuentran abundantes depósitos de isótopos de Hierro-60 que indican la existencia de explosiones de supernovas en el periodo de transición entre el Plioceno y la Edad de Hielo.
“Hemos calculado la ionización de la atmósfera producida por los rayos cósmicos que pudieron venir de una supernova a la distancia que los depósitos de Hierro-60 indican”, explica Melott. “Parece que esta fue la más cercana de una larga serie. Calculamos que fue capaz de multiplicar la ionización de la baja atmósfera por cincuenta. Normalmente la baja atmósfera no se ioniza porque los rayos cósmicos no penetran tan lejos, pero los más energéticos procedentes de las supernova llegaban directamente hasta la superficie- de modo que habría un montón de electrones siendo golpeados en la superficie”.
La mayor cantidad de partículas cargadas en la atmósfera disparó la formación de rayos de tormenta
Esta presencia de una mayor cantidad de partículas cargadas en la atmósfera es lo que habría facilitado el camino a la formación de rayos, cuyo poder de destrucción de los bosques pudo ser notable. La prueba de que pudo ser así se encuentra también en las capas geológicas datadas en la misma época, en las que aparece una concentración de hollín proveniente de los incendios. “Observamos que hay mucho más carbón y carbonilla en el planeta desde hace algunos millones de años”, apunta Mellot. “Está por todas partes y nadie tiene una explicación de por qué pudo tener lugar por todo el mundo en diferentes zonas climáticas. Esto podría ser una explicación. El aumento de fuegos pudo estimular el paso del bosque a la sabana en muchos lugares. Se piensa que esta está relacionado con la evolución humana en el noreste de África, específicamente en el valle del Rift, donde se encuentran estos fósiles de homininos”.
Las pruebas astronómicas también indican que un escenario así es probable. Nuestro Sistema Solar viaja dentro de una enorme nube de gas caliente llamada la Burbuja Local. Los astrónomos creen que su origen está en la explosión de una gran supernova, que dejó este rastro de material caliente y poco denso, cuyos restos estarían situados en un púlsar de la constelación de Géminis llamado Geminga. Por fortuna, no parece probable que se produzcan explosiones de supernovas cercanas en el futuro más cercano. “Betelgeuse está demasiado lejos para tener efectos tan fuertes como estos”, concluye Mellot. “Así que no hay que preocuparse por esto”.