Entre 1620 y su muerte, en 1669, Rembrandt se autorretrató alrededor de un centenar de veces, y la mitad de ellas en cuadros que han llegado hasta nuestros días. En la época en que el genio neerlandés se pintaba a sí mismo, la humanidad experimentaba por primera vez con instrumentos ópticos como el microscopio y el telescopio y descubría una nueva forma de mirar el mundo, así que no es disparatado pensar que el pintor se valiera de un truco óptico para conseguir sus increíbles retratos.
Así lo creen Francis O'Neill y Sofia Palazzo, coautores de un trabajo que se publica en la revista Journal of Optics y en el que proponen un sistema de espejos que pudo servir a Rembrandt para conseguir sus autorretratos en diferentes posiciones y a lo largo de toda una vida. Ya en el año 2011 el físico Charles Falco y el artista David Hockney propusieron que Rembrandt y otros artistas como Vermeer utilizaron la cámara oscura para realizar sus obras, un instrumento que también estaba sirviendo a los astrónomos como Kepler para seguir el movimiento del Sol y los planetas. Pero si uno intenta retratarse a sí mismo, la cámara oscura en la que el sujeto está en la luz y el artista en la oscuridad, no sirve para nada, se planteaba O'Neill. Así que debía de haber otro sistema.
Rembrandt pudo usar dos espejos, uno cóncavo y uno plano, para proyectar la imagen sobre una superficie
En el año 2012, O'Neill - que es profesor de arte - comenzó a realizar una serie de autorretratos sirviéndose de un espejo plano y comprendió la dificultad que entrañaba la técnica, y se convenció aún más de que Rembrandt debía de haber usado una alternativa. Después de realizar una serie de experimentos junto a Palazzo, ambos han encontrado una manera sencilla por la que el pintor pudo retratarse cómodamente y que explicaría muchas de las características que aparecen en estas pinturas.
La técnica habría consistido en usar dos espejos, uno cóncavo y uno plano, para proyectar la imagen sobre una superficie que quedaría delante del pintor y le permitiría trabajar sin tener que estar cambiando su atención entre espejo y lienzo todo el tiempo. Esto explicaría, según O'Neill, por qué en todos los autorretratos la mirada de Rembrandt aparece ligeramente desviada, y por qué utiliza el claroscuro, como si le sirviera para esconder aquellos lugares en los que el espejo ya no le deja ver detalles más nítidos. No solo eso, según los autores, el uso de un sistema de espejos también explicaría por qué a lo largo de tantas décadas la cabeza de Rembrandt aparece siempre más o menos del mismo tamaño, por qué siempre elegía el mismo formato de lienzo y por qué adopta posiciones variadas que si hubiera tenido que retratar con un espejo plano habrían supuesto un esfuerzo titánico.
O'Neill muestra cómo funciona la técnica
Los científicos también han encontrado pruebas de modificaciones que el pintor hizo al filo de la zona de nitidez que le daba el espejo y han detectado un área circular en todos los cuadros a partir de la cual la calidad del retrato se deteriora, como si correspondiera a la forma circular del espejo que utilizaba. Aun así, el trabajo ha recibido algunas críticas porque no existe ningún documento histórico donde se recoja que Rembrandt utilizó espejos para pintarse, pero O'Neill cree que las pruebas hablan por sí solas. El contexto histórico, además, hace verosímil que Rembrandt conociera bien los espejos curvados y algunos principios de óptica, los mismos que se estaban usando para mirar a las estrellas y a los microorganismos y que el pintor pudo usar para mirarse a sí mismo.
Referencia: Rembrandt's self-portraits (Journal of Optics)