El vídeo fue grabado por Dylan Brayshaw el pasado 4 de diciembre en la playa de Hahei, en Nueva Zelanda. En él, a vista de dron, se observa a una mujer nadando cerca de la costa mientras una orca y sus dos crías curiosean a su alrededor. La grabación se ha hecho viral en las últimas horas y, según explica su autor, se produjo después de una interacción previa entre la nadadora y los cetáceos que le dio tiempo a ir a buscar la cámara. En declaraciones a la televisión australiana, la mujer, llamada Judie Johnson, asegura que primero pensó que se trataba de delfines y que fue una experiencia emocionante, especialmente cuando la orca adulta y ella se miraron frente a frente. Pero, ¿estuvo su vida en riesgo en algún momento? ¿Cómo de arriesgado es nadar entre este tipo de animales salvajes en una situación como esta?
Para los expertos consultados por Next, hay algo que parece claro: la nadadora mostró unos nervios de acero. “Las orcas fueron hacia ella y lo sorprendente es que se lo tomó con calma y siguió en la misma dirección”, asegura Javier Almunia, experto en cetáceos de la Fundación Loro Parque. “Yo aún estaría temblando”. “La madre mide unos cuatro metros y medio o cinco metros”, indica Renaud de Stephanis, responsable de la Fundación CIRCE que trabaja con estos animales en el Estrecho de Gibraltar. “Yo desde luego no me metería en el agua con ellas”.
Sobre el riesgo que corre la protagonista también hay consenso. “En principio no se conocen ataques por orcas, con lo cual no creo que estuviera ante una situación muy peligrosa”, explica Almunia a Next. “Bien es cierto que nadar con orcas es algo muy poco habitual, poca gente lo hace, por eso es complicado hablar de riesgo”. Para De Stephanis hay algunos detalles que revelan que la situación no entraña peligro. “Si te fijas la orca mediana tiene algo en la boca, un trozo de plástico que se pasan entre ellas”, indica. “Eso indica que estas orcas están jugando, están socializando; están paseando con su madre pero no están buscando ni siquiera alimento”.
“Más que una actitud pacífica lo que sucede es que para la orca la nadadora no es comida”
Sobre la actitud de la orca adulta, que se acerca a los pies de la nadadora y parece incluso llegar a rozarla, los expertos lo achacan a la curiosidad innata de estos animales. “Son animales son sociales y aprenden”, asegura el experto de CIRCE. “Pero más que una actitud pacífica lo que sucede es que para la orca la nadadora no es comida”. En este sentido, explica el biólogo, estos cetáceos viven en grupos muy especializados en determinadas presas, y no es tan fácil que cambien su dieta. “Las orcas comen lo que se han acostumbrado a comer, y en esta zona de Nueva Zelanda comen tiburones y rayas. La situación sería muy diferente en Canadá, donde se alimentan de mamíferos, como focas y otras ballenas”.
“En Nueva Zelanda hay un grupo de orcas que se alimentan de rayas, y las empujan hacia aguas poco profundas para acorralar las y cazarlas”, confirma Almunia. “Eso hace que estén muy cerca de costa, y que muchas veces varen de forma accidental”. Por este motivo se dio una escena que no se suele ver en otros lugares del mundo, donde las interacciones entre orcas y humanos son escasas y sin sobresaltos. “Las orcas dependen muchísimo de la cultura materna, como la madre no sepa cómo explicarle bien cómo cazar, tendrán problemas”, sostiene De Stephanis. Por este motivo, sería extremadamente raro que atacaran a una persona para alimentarse, pero no s puede asegurar al cien por cien, porque el comportamiento de los animales salvajes es impredecible.
Las interacciones entre orcas y humanos son escasas y sin sobresaltos
“En el caso de los delfines, que a priori son animales mucho menos peligrosos si se conocen muchos casos de comportamientos agresivos hacia los bañistas, incluso hay una muerte comprobada”, añade Almunia. Por eso, a su juicio, nadar entre orcas no es una actividad exenta de riesgo y cree que si se llegara a generalizar es posible que hubieran más conflictos, no por un comportamiento depredador de los animales, sino por conductas agresivas dirigidas similares a las que existen dentro de los grupos sociales de la propia especie. “Independientemente del riesgo para las personas, lo que es importante es desaconsejar el baño con animales salvajes”, concluye. “Y no ya solo por nuestra seguridad, sino “por los efectos negativos sobre las poblaciones silvestres que se ven presionadas por actividades irregulares de este tipo”.