El objetivo es la cumbre, pues solo con eso la España de Gasol está en su verdadero elemento. Después del decepcionante Mundial del pasado año la selección se encuentra ante otro reto importante: meterse en la final para evitar el preolímpico. La generación del 80, la más brillante que se recuerda en España y una de las más grandes de la historia del continente, piensa en el verano de 2016 y en los Juegos de Río como el colofón a una vibrante historia de amor al baloncesto. Para ello antes es necesaria la clasificación, que en ninguna manera será fácil. Hay bajas, por lesión, por elección y por edad, pero el plantel sigue siendo uno de los máximos aspirantes a llevarse el premio final.
Sergio Rodríguez: Es una cuestión de magia. El base canario ha demostrado en el Madrid ser uno de los mejores del continente. Nadie controla mejor la velocidad que él, es creativo y fiable, uno de esos jugadores que justifica por sí mismo el precio de las entradas. El éxito de la selección depende mucho del ritmo que el canario sepa imprimir al juego, si se parece al que deslumbra en el Madrid, España se acercará a su objetivo. En los últimos años, ante la abundancia de bases que gozaba la selección, su rol era secundario. Eso también se acabó, probablemente para bien, pues el chacho necesita sentirse importante para regalar su mejor versión.
Sergio Llull: Un clásico en la selección que, además, tendrá que tomar un papel más decisivo en este conjunto. Ya no está Navarro, tampoco su sucesor natural Abrines, así que Llull tendrá más balón y mucha responsabilidad anotadora. Ha vivido uno de los mejores años de su carrera, parece más centrado que nunca y se espera que sea uno de los puntales de la selección. La idea previa a las listas era que se limitase a ser base, que reprodujese con España el dúo virtuoso que hace con el chacho en el Madrid, pero la vida es lo que pasa mientras se hace planes y es probable que a Llull también le toque jugar de escolta en momentos importantes. No se arruga, por lo que será común verle con la bola en momentos importantes.
Guillem Vives: España vive de una generación que está cerca de su ocaso. Es obvio para cualquiera que la banda de Pau Gasol algún día terminara y, no se debe olvidar, tanta calidad en tan pocos jugadores es siempre una anomalía. Vives es el futuro, está en el Eurobasket para aprender de los mejores y ser de las caras importantes en las selecciones que están por venir. Es un base alto, de los que se esperan habituales en unos años y una de las sensaciones en la última ACB. Sería buena noticia que jugase minutos, pues eso supondría que España va ganando con facilidad sus encuentros. Su objetivo, tanto como ganar, es progresar, aprender de bases como Sergio Rodríguez o Llull e incorporar a su juego nuevas dimensiones. En ocasiones la selección no es solo, un equipo, también es una escuela.
Pau Ribas: Recientemente adquirido por el Barcelona, su presencia en la selección no puede ser testimonial. Sus últimos años le señalan como un jugador de primer nivel y las ausencias le colocan en un rol en el que será prácticamente titular. Más aún con Llull de base en principio. De él se puede esperar que aporte en todas las facetas, pues es de esos jugadores que no parece que estén en la cancha hasta que uno se pone a pensar en todas las cosas que han hecho. Es un buen anotador, aunque en los partidos de preparación no ha terminado de soltarse, a medida que gane confianza irá teniendo más tiros y, sobre todo, más importantes. Balón hay para todos. Tiene la experiencia y la profesionalidad necesarias para no arrugarse en una cita de tan alto nivel.
Rudy Fernández: Otra de las joyas de la selección. En Europa Rudy es una estrella, por tamaño, por físico, por movilidad y talento. En el tiro tiene rachas, lo que le puede llevar en algunos partidos a desesperarse, pero aunque la pelota no le entre sigue aportando mucho al equipo. Entiende como pocos la velocidad de Sergio Rodríguez, defensivamente es capaz de secar a cualquiera y roba balones como pocos. Es un jugador completísimo, muchas veces opacado por otras estrellas en la selección, en la que ya lleva muchos años. Desde muy joven se vio en él un jugador capaz de aspirar a las mayores empresas. Es un exNBA -donde no triunfó como esperaba, pero tampoco fracasó- un puntal en un equipo como el Madrid e importante siempre en las últimas selecciones españolas que lograron campeonatos. El mallorquín tiene las trazas para ser el líder de Scariolo en el perímetro. Su estatus tiene que ser ese.
Fernando San Emeterio: Es un clásico en el baloncesto español, no tanto en la selección a la que ha acudido en diversas ocasiones pero en la que nunca se ha sentido tan importante como en sus equipos. Siempre ha formado parte de ese círculo de jugadores que entran en los años en los que hay bajas y desaparece cuando el equipo es de relumbrón. Aun así, su aportación en esta selección puede ser crucial. San Emeterio, menos dotado por la naturaleza que otros, es un portento de esfuerzo, intensidad y conocimiento del baloncesto. Nadie sufrirá cuando él esté en la cancha, pues es fiable y aseado en todas las fases del juego. Lleva años comandando el Baskonia, donde es un ídolo, pero cuando termine el Eurobasket llevará su baloncesto a otras latitudes, concretamente a Valencia, donde le esperan con los brazos abiertos.
Víctor Claver: Uno de los grandes enigmas del baloncesto español. Claver está siempre y pocos entienden los motivos. Desde que era muy joven se sabe que es alto, tiene un físico privilegiado y está dotado con un cierto talento. Incluso algunos, de joven, le veían trazas de gran tirador. A veces la simple suma de factores positivos no es suficiente. El alero tendrá que demostrar todo lo que no ha probado en estos años si quiere cambiar una opinión que ya es mayoritaria entre los aficionados: no vale para esta empresa. Los seleccionadores, que saben más, le siguen llevando, quizá con la confianza de que un día le salga el partido que todos creen ver en él. Al fin y al cabo, es alto, elástico, rápido para su estatura…
Felipe Reyes: El reverso de la moneda de Claver. A Reyes le faltan centímetros, no es –más bien no era- un virtuoso, no se mueve como un tarántula… pero juega muy bien al baloncesto. No se va a descubrir a estas alturas lo que aporta al equipo el capitán, que además es de esos hombres que conecta a la perfección con la grada. El aficionado entiende que con Reyes el esfuerzo se supone, y los resultados salen. Será, como siempre, uno de los mejores reboteadores del campeonato, aportará anotación, defensa y no se esconderá si la pelota quema. Tendrá, también, su cuota de liderazgo, pues los que no son extraterrestres como Pau Gasol le tienen a él como espejo en el que mirarse. Felipe es la prueba de que quien quiere, puede. Pero tiene que intentarlo con todo el alma. Tiene otra misión añadida: resarcirse de lo ocurrido en el último Mundial. Felipe sufrió desde el banquillo ver como la selección se disolvía sin él, no entendió los motivos de Orenga para tenerle relegado durante todos los partidos cuando él, por todos es sabido, siempre rinde. Un puñetazo en la mesa sería satisfactorio para él, que nada tiene que demostrar con todos los lustres que tiene su carrera.
Nikola Mirotic: Hay jugadores de los que se habla desde que son niños. Cuando Mirotic era un adolescente los entendidos cogían la libreta y apuntaban su nombre el primero entre los que había que seguir. No todos llegan, el camino es difícil, pero el derroche de talento de Mirotic fue superior a cualquier escollo. El montenegrino da para todo, tiene el tamaño perfecto, una buena relación de velocidad para su corpachón, mano de seda y recursos ilimitados. El futuro es suyo, pero también el presente, pues tendrá que ser importante para acercarse a los objetivos. Después de un último año de dudas en el Real Madrid, su primera temporada en la NBA ha demostrado que es un jugador llamado a enfrentarse a cualquier reto que se le ponga por delante. Mirotic, además, es de esos jugadores que hace disfrutar al espectador, con los conceptos bien asentados y una pureza baloncestística apreciable. Mirotic es el tipo de jugador que todo seleccionador quiere de primer espada en su equipo, y en este caso ni siquiera lo será. Eso habla de la profundidad y el talento de la banda de Scariolo.
Pablo Aguilar: En otros tiempos hubiese sido difícil pensar en una España con Pablo Aguilar en la lista definitiva, pero eeste verano no ha sido fácil confeccionar la lista, han tenido que abrir la mano por las lesiones y las negativas de algunos jugadores lo que ha posibilitado al ala-pívot viajar con el equipo. Aguilar, que llamaba mucho la atención en categorías inferiores, no ha tenido su mejor temporada -es más, el año que viene jugará en Gran Canaria tras no satisfacer el reto que suponía jugar en el Valencia-, y tampoco nunca ha sido un jugado sobresaliente, pero tiene cualidades apreciables que le pueden dar minutos en el equipo. No se mueve mal y puede salir a tirar desde fuera, aunque en la pintura no podrá ser desequilibrante más allá de entradas por sorpresa. Con él en la cancha España tendrá menos presencia en la pintura y se adaptará más a ese concepto moderno de baloncesto en el que los jugadores aparecen más lejos de la canasta. Ser diferente le ha puesto ahí.
Pau Gasol: El baloncesto español empieza con su nombre. No importan sus 35 años, pues Gasol nunca fue un jugador que se aprovechase de su juventud sino, más bien, de su talento. Todo el mundo conoce sus posibilidades, es alto, tiene los brazos largos, sabe moverse como pocos y tiene una inteligencia baloncestística privilegiada que le permite escoger siempre la mejor opción en la cancha. En Chicago ha revitalizado y a nadie se le esconde que para que España sea campeona necesita que su estrella destaque entre los mejores jugadores del campeonato. Ha demostrado sobradamente que en competiciones con normas FIBA es aún más desequilibrante, uno de los mejores de siempre en los torneos de selecciones. Su liderazgo, desde el ejemplo, está fuera de toda duda, Scariolo sabe que en la pista siempre tendrá alguien que sintonice con el mejor baloncesto, pues Pau lo ha demostrado en más ocasiones de las que uno puede recordar. No se sabe cuántas veces más se le verá vestido de rojo, aunque la lógica invita a pensar que nada es infinito y que la edad no perdona. Lo que le quede sobre la pista habrá que disfrutarlo, en muchos años no habrá otro español tan arrollador como ha sido Pau Gasol.
Willy Hernangómez: Se puede volver con él a la teoría del futuro. La generación del 80 marchitará, pues no hay flor que no lo haga, y el recambio tendrá que estar a la altura. No se espera que esté al nivel que llegó a conseguir esa generación única, pero el baloncesto en España siempre ha tenido equipos competitivos e importantes. Hernangómez será una de las piezas claves en el futuro y ya está en la selección para aprender, sí, pero también para aportar en la medida de lo posible. Cuando se le ve en persona se sabe que ahí hay un jugador de baloncesto, aunque es cierto que le faltan pesas y kilos hasta ser el producto que debe llegar a ser. Es alto, es bueno, se mueve bien. La próxima temporada formará parte del Real Madrid y la NBA le tiene en el punto de mira: no es sencillo encontrar jugadores con ese tamaño que sepan jugar de verdad al baloncesto. Sus semanas con la selección serán una prueba para él, pero también el mejor campamento de verano que puede tener un pívot: le bastará con mirar los conceptos de Pau y la dedicación de Felipe e intentar replicarlos en la medida de lo posible.
Sergio Scariolo: No marcará ni una sola canasta, no correrá a por un rebote ni tendrá que defender a nadie, pero el aficionado español sabe que tener entrenador o no tenerlo es una cuestión importante, decisiva incluso, para el éxito o el fracaso de un equipo. Mal lo tendría que hacer para no mejorar el descalabro de Orenga el pasado verano. Bien es cierto que al técnico se le cargaron con todas las culpas, más incluso de lo que le correspondía, pero también lo es que su gestión del grupo fue muy pobre y que si España se quedó lejos de la orilla fue también porque no había una mano que moviese el timón. Scariolo, después de muchos meses deliberando, fue el escogido para tan alta responsabilidad. No es nuevo y tiene eficacia probada, aunque es probable que la primera idea fuese algún otro técnico imposibilitado por una regla absurda. Conoce bien a los jugadores, tiene buena relación con los pesos pesados, lo cual es especialmente importante en un grupo que ya anda solo y que necesita un consejero y un guía más que un revolucionario.