"Nos decidimos por Mata por su viveza y para fijar más a Alves. Cesc está ya bien, pero nos convence la agilidad y velocidad de Mata". Estas explicaciones de Toni Grande, segundo de Vicente del Bosque, sirven para confirmar lo que se podía intuir: España saltó a Maracaná pensando en Brasil en lugar de pensar y ser fiel a sí misma.
Y puestos a pensar el uno en el otro, Scolari planteó mucho mejor el partido. Con la hierba lo suficientemente alta como para que el balón apenas rodara. Con una intensidad y una presión al límite del reglamento y contando con la permisividad del árbitro por aquello de jugar en casa. Con la necesidad de ganar para alimentar su autoestima y animar a una afición a la que, a falta de su tradicional 'jogo bonito', sólo puede contentarla con victorias tan convincentes como la lograda ante España. Y con Maracaná ejerciendo, si no miedo, sí demasiado respeto escénico a España.
Lo peor, y aún más después del tempranero gol de Fred, es que esta vez tampoco hubo la ya acostumbrada rectificación por parte de Del Bosque y Cesc Fàbregas no jugó ningún minuto, tal y como ya hiciera ante Italia. Antes del partido, nada más conocer las alineaciones, me sorprendió la ausencia del catalán en el once titular. Sólo en el caso de que no haber estado en condiciones de jugar, hubiera entendido su suplencia. Sin embargo, según lo que dijo Toni Grande, el 'todocampista' del Barça podía -y por lo tanto debía- haber jugado. Apostar por Mata "por su agilidad y velocidad" y "para fijar a Alves" es muy respetable, pero me da la sensación que fue alejarse del juego que caracteriza a España y que precisamente más necesitaba ante Brasil.
Como lo fue jugar con Torres en punta. El madrileño se convirtió en la mejor referencia para dos centrales experimentados como Thiago Silva y David Luiz, mientras Luiz Gustavo y Paulinho cortaban toda comunicación con Iniesta y Xavi. En contra de quienes hablan de la riqueza de recursos tácticos que tiene La Roja y, por tanto, su seleccionador, lo cierto es que el estilo que ha llevado a España a lo más alto no necesita de tales recursos, salvo cuando se pretende salir del guión e intentar coger atajos que a veces surten efecto, aunque a la larga terminan por traicionar ese estilo que tantos elogian, pero parece que pocos entienden.
"De vez en cuando es conveniente perder, para que no creamos que somos imbatibles", dijo Del Bosque. Por supuesto. Perder se puede perder y es hasta saludable, ya sea como cura de humildad o para aprender de los errores. Sobre todo cuando la derrota llega en un torneo como la Copa Confederaciones, un aperitivo comparado con el Mundial. Pero lo peor de España no fue el 3-0 de Maracaná, que también, sino la dar esa sensación de impotencia ante una Brasil que agradeció las ventajas tácticas que le dio el rival para defenderse con comomidad e incomodar en ataque. La Canarinha no sacó lo mejor de sí misma, sino lo peor de La Roja. La revancha, en el Mundial, donde seguro que Del Bosque sabrá rectificar.