Al decir de muchos futbólogos existe una afección psicológica de los jugadores que como tal resulta difícil de diagnosticar y acaso imposible de sanar. Sólo puede conllevarse, como decía Ortega del cansino problema catalán en la historia de España. Ocurre siempre en las mismas fechas. Invariablemente llega febrero y los grandes de la Liga, Real Madrid, Barça y Atleti, empiezan a flaquear durante unos dos meses. El motivo se llama síndrome Champions.
Siempre se ha achacado el ya tradicional bajón de los grandes cuando llega la competición continental al mero cansancio físico. Como juegan más a menudo, están más cansados y lo pagan frente a rivales más frescos. La clave no es física o, mejor dicho, no es solo física, porque la fatiga en el campo nace del desánimo de los futbolistas para jugar el campeonato nacional, que les parece menos atractivo. Del 'síndrome Champions'.
Este síndrome conocido consiste en que, cuando llegan las eliminatorias de octavos de la antigua Copa de Europa, los jugadores de Atleti, Madrid y Barça se centran, casi diríase que de una forma exclusiva, en esa competición y, aunque sea de forma inconsciente, dejan de rendir al máximo nivel en la Liga. Dicho en ese lenguaje que antes llamábamos poligonero y ahora arrasa en las redes sociales, espejo de nuestros peores monstruos internos, la cosa es que la Liga no les pone cachondos.
La realidad es más cruda que las imaginaciones mediáticas que nos gobiernan
O sea, la Champions sí dispara sus apetitos competitivos. Porque jugar en la máxima competición continental sirve para hacer Historia con mayúsculas y, en cambio, un partido liguero contra el Osasuna o el Cádiz no les motiva tanto aunque sea por la fuerza de la costumbre. Se aburren, los pobres. Así, hay veces, como el Barça este pasado fin de semana, en que los futbolistas no encuentran el ánimo adecuado porque están tristes tras una debacle como la del PSG.
Hasta aquí la literatura barata sobre un síndrome que existe en alguna medida, es cierto, porque no es lo mismo jugar contra Mbappé que contra Negredo, pero que se utiliza como mera excusa de los futbolistas y sus palmeros para justificar por qué no hacen su trabajo en tiempo y forma. La realidad es más cruda que las imaginaciones mediáticas que nos gobiernan.
Si bien es cierto que hay algunos estudios que dicen que se necesitan al menos 72 horas para recuperarse a la perfección de un encuentro de alto nivel, no parece que jugar dos partidos de fútbol a la semana sea una esfuerzo titánico como correr una maratón
Parece más sensato pensar que un profesional, sea del fútbol o de la carpintería, tenga que esforzarse sin necesidad de una motivación extra. Porque se gana la vida así. Y más aún en el caso del futbolista, por su juventud y por el sueldo que percibe. Pero, a fuerza de repetirlas, estas construcciones periodísticas se instalan en el debate público y muchos aficionados, a fuerza de escucharlas, las naturalizamos. Aunque sean falsos dogmas. Lo mismo que con el citado síndrome ocurre con la cantinela del cansancio. Si bien es cierto que hay algunos estudios que dicen que se necesitan al menos 72 horas para recuperarse a la perfección de un encuentro de alto nivel, no parece que jugar dos partidos de fútbol a la semana sea un esfuerzo titánico como correr una maratón.
Los ejemplos son muchos. A bote pronto, el Atleti no ha dilapidado una parte importante de su ventaja en Liga porque sus jugadores estuvieran pensando en su partido europeo frente al Chelsea. Algunos dirán que precisamente ha perdido los puntos cuando ha jugado tres partidos en una semana, pero las jornadas previas evidencian que los rojiblancos obtuvieron la mayor parte de su ventaja cuando el calendario era igual de apretado. El Madrid ha logrado su racha de cuatro victorias seguidas que invitan a creer en la remontada liguera -aunque su fútbol no brille ni convenza- justo cuando ha jugado entre semana un partido aplazado.
Lo del Barça es ya de otro mundo tanto en Liga como en Champions. Es una caricatura de equipo que en una sola semana se ha quedado sin opciones de títulos. No es que el plantel que entrena Koeman esté a la deriva, porque la realidad es que ya ha naufragado, aunque sus jugadores todavía no lo sepan o no quieran asimilarlo. La mala planificación deportiva, el mal estado de forma de la plantilla o los errores tácticos son las razones de ese naufragio. Ni síndromes ni cansancios ni otras excusas para no correr.