El 29 de mayo de 1924 nació una historia centenaria. Un piso de Puente de Vallecas, el de Prudencia Priego, fue el origen de lo que hoy es el Rayo Vallecano, un club asentado en la élite pero que se resiste a abandonar los valores que le han acompañado por el camino. Lo que comenzó como un grupo de chicos del barrio que alquilaban un descampado para jugar a su deporte favorito, se convirtió, con el paso de los años, en un punto geógrafico sin el que no se podría entender el fútbol español.
Cuando Prudencia Priego custodiaba el poco material que tenía el equipo y lavaba las equipaciones de los jugadores, no podía soñar con que aquel club se convertiría en uno de los más importantes de España. Porque el Rayo no pisó la Primera División hasta el año 1977, cuando los históricos Felines y Potele consiguieron el añorado ascenso. Ahí nació la leyenda del Matagigantes, ya que aquel equipo fue capaz de ganar en la primera vuelta a Real Madrid, Valencia, Athletic y Atlético. Además, rascó un empate al Barça y a la Real Sociedad.
Fue el germen de lo que llegaría después: en los años 80, el Rayo volvería a la máxima competición nacional. En aquel equipo de Primera División estaba Jesús Diego Cota, un vallecano que pasó de soñar con vestir la franjirroja a convertirse en el jugador con más partidos de la historia del club. Fue jugador del Rayo durante 17 años y se retiró en el mismo equipo en el que debutó. Él es uno de esos futbolistas históricos del club que participa en este reportaje especial.
En este reportaje también participa Luis Cembranos, otro futbolista histórico. Él fue el primer jugador -y el único, pese a que han pasado casi 25 años- en vestir la camiseta de la selección española. Con él en el Rayo Vallecano, el club alcanzó su época más dorada: el club se asentó en Primera División, consiguió su mejor registro de puntos en Liga -hasta que llegó Jémez al banquillo franjirrojo- y llegó a unas semifinales de la extinta Copa de la UEFA.
Aquel equipo hizo que el aficionado del Rayo Vallecano viajase por primera vez fuera de España para ver a su equipo. Una etapa irrepetible, como los propios futbolistas que estuvieron en aquel equipo cuentan a Vozpópuli.
Pero los sueños no duran eternamente. Aquella derrota frente al Alavés en las semifinales de UEFA dieron paso a tres temporadas de auténtica pesadilla: en la primera, el Rayo consiguió la permanencia de manera ajustada, el preludio de lo que vendría después. El Rayo firmó dos descensos consecutivos, de modo que pasó de jugar Europa a abandonar el fútbol profesional. Aquel descenso a Segunda B bajó al Rayo a los infiernos.
En Segunda B fue donde se fortaleció la relación entre afición y club. Muchos aficionados abandonaron la entidad, por lo que solo quedaron los más fieles. Estos siguieron al Rayo por los puntos más recónditos de España en busca de recuperar la categoría y regresar a Segunda División. Le costó cuatro años pese a ser siempre uno de los favoritos para el ascenso.
En aquel Rayo Vallecano estaba el origen de la plantilla que asentó al club en la élite: Michel (hoy entrenador del Girona), Piti o Antonio Amaya jugaron en aquel Rayo Vallecano que consiguió el ascenso en una doble eliminatoria frente a Zamora y Benidorm. Los dos últimos participan en este reportaje para recordar aquellos momentos.
La historia del Rayo Vallecano está repleta de momentos de gloria, pero también de momentos oscuros. El club ascendió a segunda, consiguió un quinto puesto y comenzó a soñar con regresar a Primera División. Pero Nueva Rumasa estalló, salpicando al bienestar económico franjirrojo. Esto provocó impagos a los jugadores y un serio riesgo de que el Rayo pudiese desaparecer. Solo un ascenso evitaría la muerte definitiva del club.
Pese a todo, el Rayo consiguió ascender. Sin apenas entrenar, con peleas diarias con los gestores concursales, con la venta del club a mitad de temporada y con la exigencia de ganar casi cada domingo, aquella plantilla comandada por José Ramón Sandoval consiguió subir a Primera División. Un ascenso que no acabó con los problemas: al años siguiente, la exigencia era permanecer en la élite para asegurar el futuro de la entidad.
Aquel equipo realizó un año espectacular, pero la segunda vuelta fue crítica, hasta el punto de necesitar ganar en la última jornada para salvar la categoría. Tamudo fue el encargado de asegurar la tranquilidad económica de la entidad con uno de los goles más épicos de la historia de la Liga: un tanto en el último minuto que no solo servía para evitar un descenso, sino para evitar problemas graves a nivel monetario.
Esta es la historia del auge, caída y resurgir de un club histórico que contra todo pronóstico llega a su centenario saneado a nivel económico y en Primera División. Una gestión deportiva sobresaliente que, como reconocen los propios invitados, necesita mucho más: tratar bien al aficionado, dejar atrás el abandono del estadio, la cantera y el Rayo femenino, además de introducir al club en el siglo XXI con venta de abonos y entradas online.